Aquí estamos y nadie nos podrá detener


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"Si de algo podemos estar seguros, es que jamás el águila rapaz que simboliza el imperio volverá a colocarse sobre esas columnas que quedaron convertidas en monumento de lo que fue el imperio en nuestro país".

Digna declaración de principios del Jefe de nuestra Revolución Cubana, una de las tantas que en su fecunda vida expresó con rotunda elocuencia. Fidel se refiere a las dos columnas bases del Monumento a las víctimas del Maine, aquel crucero norteamericano que estalló con sus marinos a bordo en el puerto de La Habana, en febrero de 1898, en esos tiempos en que España y los Estados Unidos pretendían decidir a quién de las dos naciones debía pertenecer nuestra Isla.

Mucho se habló de la explosión del Maine, versiones encontradas al buscar los culpables. España acusaba a los yanquis; ellos acusaban a España. De Cuba, no importaba su opinión. España se negaba a vender Cuba a los Estados Unidos. Lo fundamental para los Estados Unidos era buscar una acción que justificara una declaración de guerra a España para asentarse en territorio cubano, como al fin y al cabo hicieron. La Metrópoli, desacreditada por la lucha con nuestros mambises, ni fuerza tenía para hacer frente a una nación que emergía con celeridad y que deseaba ser dueña de este territorio y de otras partes del mundo, costara lo que pudiera costar. Aunque se hicieron complicadas conjeturas sobre la explosión del Maine, bien se podía pensar que la voladura del crucero era una buena excusa para la consumación de los apetitosos planes que se estaban fraguando.

Ya lo había dicho nuestro Héroe Nacional José Martí, en carta a Manuel Mercado, diez años antes:

(…) tengo el espíritu como mortal, por las serias noticias que ya salen a la luz sobre el modo peligroso y altanero con que este país se propone tratar a los nuestros, —por los planes que veo que tienden, en lo privado y en lo público, para adelantar injustamente su poder, en los pueblos españoles de América— y por la declaración, casi oficial de que intentan proponer a España, la compra de Cuba (…).

Como dato significativo podemos decir que el Monumento al Maine se construyó durante el Gobierno entreguista de Alfredo Zayas, a principios de marzo de 1925, dedicado por el pueblo de Cuba en honor a los marineros yanquis que fallecieron en la explosión. Un águila imperial coronaba dos torres, elevadas sobre una base de granito. El monumento mostraba varias tarjas y bustos de William McKinley, Leonard Wood y Theodore Roosevelt.

Posterior al triunfo de la Revolución, en 1961, la Junta de Monumentos creada por el Gobierno Revolucionario Cubano suprimió el águila, los bustos y tarjas, y colocó una lápida que reza: "A las víctimas de El Maine que fueron sacrificadas por la voracidad imperialista en afán de apoderarse de la Isla de Cuba. Febrero 1898- Febrero 1961".

Ahora que el recién estrenado Presidente de los Estados Unidos, el irrespetuoso Trump, ofreció descalabradas declaraciones al estilo de la peor política norteamericana, al estilo de la voladura del Maine, vienen muy bien esos versos inolvidables de Nicolás Guillén: "Afuera está el vecino / rodeado de fieras/ nocturnas, enviando embajadores”. Y como diría también el poeta: "Nuestra tierra conoce a sus asesinos…" "Aquí estamos. Ya nadie nos podrá detener, / Ni matar. Ni robar. Ni amarrar. Ni vender".

Los tiempos han cambiado, pero la lucha de nuestro pueblo por su plena libertad y soberanía, como predijera Martí, no ha cesado. Diríamos que ahora nuestro batallar se hace más fuerte, más poderoso. Hemos aprendido muy bien de nuestra historia, esa que estaremos recordando siempre.

El águila imperial jamás podrá posarse en nuestra tierra. Es más, no podrá siquiera volar cerca de ella. Eso nos lo enseñó la Revolución, eso nos lo enseñó Fidel, un martiano por excelencia, y que al conversar con Ignacio Ramonet en Cien horas con Fidel, expresó las siguientes palabras que transcribo literalmente:

Mi primer pensamiento político fue el de Martí, pero ya cuando el ataque al Moncada, en 1953, había leído lo suficiente sobre el socialismo, tenía un pensamiento martiano desarrollado y además ideas socialistas radicales, un pensamiento que he sostenido después firmemente a lo largo de toda mi vida. Por eso, cuando usted dice que la Revolución comienza el 26 de julio de 1953, nosotros decimos que comienza el 10 de octubre de 1868 y se prolonga a lo largo de la historia.

Ahí está la base poderosa de nuestra lucha, la esencia de nuestra dignidad más firme, las convicciones profundas que defiende nuestro pueblo, ahí está nuestra mejor defensa y la razón de nuestra solidaridad y sentido cabal del humanismo que sostiene nuestra causa.

¿Necesita el Imperio alguna otra respuesta a la insolencia de su Presidente?

Pienso realmente que nuestra respuesta más categórica está en seguir defendiendo y trabajando intensamente por nuestro Proyecto Social, socialista y sostenible, sin intromisiones de ninguna especie, sin groseras injerencias, ni estúpidas provocaciones.

Somos un país libre, absolutamente libre y soberano, con una sola bandera, la de Martí, la de Fidel, la de todos nuestros héroes y heroínas, la de una sola estrella, nuestra Bandera Cubana que hoy ondea bajo el cielo azul de nuestra amada tierra.

Nuestro Fidel señaló con fuerza una verdad indiscutible: "Nunca en Cuba se culpó ni sembró odio contra el pueblo de Estados Unidos por las agresiones que hemos sufrido de sus gobiernos. Eso hubiera estado contra nuestras doctrinas políticas y nuestra conciencia internacionalista".

Cuba siempre le abre los brazos a quienes la respeten y ofrezcan una amistad sincera. Amamos a todos los pueblos hermanos del mundo, amamos al pueblo norteamericano que nos ha ofrecido su corazón y su confianza, amamos a la paloma y al laurel; y para todos ofrecemos la mundialmente conocida canción de Nicolás Guillén, que recoge la fuerza de la unidad y la fraternidad más pura de nuestro pueblo:

Alcemos una muralla / Juntando todas las manos, / Los negros, sus manos negras, los blancos, sus blancas manos. / Una muralla que vaya / desde la playa hasta el monte, / desde el monte hasta la playa, bien / allá sobre el horizonte.

¡Aquí estamos, señores imperialistas, y nadie nos podrá detener!

¡Aquí está Cuba, abierta al corazón del amigo y bien cerrada para el alacrán y el ciempiés!


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