Meses impresionantes y definitivamente eternos para la memoria histórica de un país aquellos primeros de 1959 con el arribo de una Revolución con plena representación en sus filas de lo más preciado de su pueblo trabajador; de una Revolución concebida desde sus inicios para ser representada por sus elementos “más honestos y virtuosos”, desarrollados en el pensamiento martiano y en el liderazgo fidelista de la joven Generación del Centenario.
De aquel 1959 o como se le bautizó Año de la Liberación innumerables acontecimientos tuvieron lugar a todo lo largo y ancho de la Isla a partir de la instauración de un poder en manos del pueblo, por vez primera, y sin intromisión a las inmediatas medidas y decisiones por parte de una potencia imperial. Así, y durante el transcurrir de campañas mediáticas difamatorias, amenazas del entonces presidente norteamericano Dwight Eisenhower, secuestros de aviones, atentados terroristas y de la huida hacia el Norte de connotados asesinos, torturadores, y de elementos reaccionarios de todo tipo, la Revolución se defendía y daba los primeros pasos en su proyecto emancipador.
Y así también fueron surgiendo nuevas concepciones y valores; así fue surgiendo con el tiempo un nuevo pensamiento reivindicativo de las grandes masas, de aquellas explotadas durante siglos de dominio colonial y expoliación imperialista. Junto a todo ello surgen distintas instituciones representativas de la Revolución y de su joven liderazgo en el poder, las que reivindicarían el inefable caudal digno y humano, de los próceres y mártires cubanos, latinoamericanos y caribeños, al igual que de su intelectualidad más comprometida con el lenguaje y exigencias de los humildes de este otro lado del mundo.
Así surge la Casa de las Américas, la que hoy cumple 61 años, y a tan sólo cuatro meses del triunfo de Enero de 1959, bajo la conducción de la Heroína del Moncada y de la Sierra Haydée Santamaría Cuadrado. Y…!quién más indicado para hablar sobre ella en esta ocasión que el inolvidable escritor, ensayista, poeta…intelectual revolucionario a carta cabal como lo fue Roberto Fernández Retamar!
A Fernández Retamar, una de las voces y plumas más importantes de este continente, a quien recordamos y recordaremos con sumo respeto. De él, a quien escribe, le fue concedida una entrevista hace pocos años en la que, entre otras cosas, destacó sobre HaydéeSantamaría lo siguiente:
“Uno de los mayores regalos que la vida me dio fue haber trabajado durante quince años, bajo la luminosa dirección de Haydée, sin duda una de las personas más deslumbrantes que he conocido. Le dediqué dos libros, escribí varios textos en prosa y un poema sobre ella, hablé ante su tumba cuando sus restos fueron trasladados al cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba. Su inolvidable memoria me acompaña siempre”.
Asimismo, y durante una disertación que ofreciese en la sede de la Casa de las Américas durante un evento de juventudes latinoamericanas y caribeñas reiteró:
“Tuve uno de los grandes privilegios de mi vida al trabajar durante quince años, como director de la revista Casa de las Américas, bajo la conducción iluminada de Haydee. Ella marcó a fuego, para siempre, a lo que llegó a considerar su Casa. Es hermoso que los muchos jóvenes, a menudo brillantes, que hoy laboran en la Casa de las Américas sepan que tienen el honor de hacerlo en una institución fundada, conformada y orientada siempre por aquella criatura de excepción que estuvo junto a su hermano Fidel en el Moncada y en la Sierra Maestra, donde se hermanó también con el Che. Y cuando, pocos meses después del triunfo de nuestra Revolución, fue fundada la Casa de las Américas y se le encomendó a Haydee, martiana de raíz, dirigirla, ella, con su inteligencia y su intuición extraordinarias, llegó a convertirse en una animadora cultural de primer orden. He contado varias veces lo impresionante que era asistir a reuniones de ella con intelectuales exigentes como el propio Cortázar, como el pintor chileno Matta, como el escritor uruguayo Mario Benedetti, como el escritor colombiano Gabriel García Márquez, y verlos admirar sin reservas a aquella criatura sabia y deslumbrante que había nacido en un modesto batey del medio de la Isla y no llegó a asistir a altos centros de estudio. Como me estoy citando, añadiré que Haydee fue como el espejo de la fábula china: los pobres de espíritu no atinaban a saber quién era, pero los de alma grande salían maravillados del contacto con ella, como si fuera una sibila.
“(…) Voy a recordar el gran interés de Haydee por la juventud. Una prueba grande de ello fue su estrecha relación con varios músicos cubanos entonces muy jóvenes. Estábamos celebrando en la Casa de las Américas los cincuenta años del Encuentro de la Canción Protesta, un acontecimiento internacional en cuya génesis tuvo papel decisivo la compañera estadunidense Estela Bravo, quien trabajaba entonces en la dirección de música de la Casa y se revelaría después una formidable documentalista cinematográfica. No es extraño que haya querido que se conserve en la Casa la colección de sus documentales. Aquel Encuentro fue el punto de partida de lo que se llamaría en Cuba, como homenaje a la admirada trova tradicional, Nueva Trova, la cual ofreció en la Casa de las Américas, en 1968, sus primeros conciertos. Sus audaces integrantes no siempre eran entendidos, precisamente por audaces, y en esa coyuntura la compañera Haydee echó rodilla en tierra por ellos, los defendió a capa y espada, e hizo posible que el Movimiento de la Nueva Trova se afirmara, hasta hoy, como una de las creaciones culturales más hermosas de nuestra Revolución. En una noche memorable, precisamente en esta sala donde estamos y no llevaba aún el nombre de Ernesto Che Guevara, el compañero Silvio Rodríguez, el más destacado de aquellos músicos jóvenes, dijo que la Casa de las Américas era el útero de la Nueva Trova. En realidad lo era Haydee, combativa y maternal. Cuando ella murió, la gran poeta Fina García Marruzescribió en su conmovedor poema “En la muerte de una Heroína de la patria”: Los que la amaron se han quedado huérfanos.
A la inolvidable Haydée, a la Casa de todos los americanos, intelectuales y gentes de bien, y al siempre imprescindible Roberto Fernández Retamar, nuestro eterno agradecimiento.
Fragmento mural Salón de Mayo 1967.
. PARA NUNCA OLVIDAR
En vísperas de los Sesenta Años del Triunfo de la Revolución cubana, Fernández Retamar recalcó durante una intervención especial para nunca olvidar:
“(…) Sobre la guerra que llevó al nacimiento de los Estados Unidos es necesario añadir algo. Durante mucho tiempo se dijo (yo también lo dije) que tal guerra para separarse de Inglaterra fue una noble hazaña, ejemplo para toda la humanidad. Pero recientes historiadores estadunidenses (encarnaciones de la valiosa y valiente intelectualidad de lo mejor de su país), así como el infaltable Noam Chomsky, han conjeturado que la causa de tal separación fue garantizar que los amos norteamericanos conservaran sus esclavos (a lo que no hace mucho se refirió nadie menos que Trump al pedir, para defender a supremacistas blancos, que se recordara que Wáshington y Jefferson tenían esclavos), pues en la Inglaterra de la época crecían vigorosamente proyectos abolicionistas que de triunfar dañarían obviamente los intereses de los colonos norteamericanos blancos. De hecho, el inicio de la famosa Declaración de Independencia (1776), en la que se proclamó enfáticamente que todos los hombres “han sido creados iguales”, etcétera, fue contradicho desde el primer momento. A los aborígenes, que ya estaban allí cuando llegaron los europeos, se los exterminó como a alimañas, según habían venido haciendo sus antepasados desde que desembarcaron del Mayflower,y lo que combatió con energía y coraje Helen HuntJackson en su libro de 1881 Un siglo de infamia, cuyo subtítulo es Un boceto de los tratos del gobierno de los Estados Unidos con algunas tribus indias. Libro muy estimado por Martí, pero del que supongo que nadie se acuerda hoy en los Estados Unidos, aunque me gustaría no tener razón en este punto, así como en otros.
“Y a los descendientes de africanos se los mantuvo en el país como esclavos durante casi un siglo, hasta que tras la Revolución industrial, que requirió nuevos esclavos que serían los obreros y no esclavos de tipo tradicional, “el leñador de ojos piadosos”, como Martí llamó a Lincoln, decretó, en medio de una intensa Guerra Civil, el fin de la esclavitud de los negros”.
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