“Eran necesario enarbolar otra vez las banderas de Baire, de Baraguá y de Yara. Era necesario una arremetida final para culminar la obra de nuestros antecesores (…) Dominada la nación por una camarilla sangrienta de gobernantes rapaces, al servicio de poderosos intereses internos y externos que se apoyaban descaradamente en la fuerza, sin ninguna forma o vehículo legal de expresión para las ansias y aspiraciones del pueblo, había llegado la hora de acudir otra vez a las armas”. (1)
Así se inicia en 1953 una nueva fase de lucha de nuestro pueblo, que da continuidad al proceso revolucionario iniciado en 1868, y que culminará con el triunfo de la Revolución cubana, el Primero de Enero de 1959. Al respecto, ¿qué factores político-ideológicos y sociales inciden en dicho proceso y, en lo fundamental, en la toma de conciencia de la juventud cubana o Generación del Centenario del Apóstol?
Para convocar nuevamente y llevar a vías de hecho la continuidad del proceso revolucionario tenía que estar presente una situación revolucionaria que expresara el estado del país en un momento dado. Y es que en la Cuba de 1952, en adelante, se agudizan todos los males de la República neocolonial. Algo que define la referida situación revolucionaria.
El golpe de estado perpetrado por el sanguinario gobierno del dictador Fulgencio Batista mermó aún más la inexistente independencia y soberanía del país, abrió en mayor medida las puertas a los monopolios yanquis, favoreció los intereses de los latifundistas cubanos y extranjeros, de las ganancias de las grandes empresas, en detrimento del pueblo, e incrementó el desempleo crónico y la explotación de los obreros, campesinos medios y pequeños comerciantes, además de provocar el aumento desmedido de la represión mediante crímenes y torturas. Como expresara Fidel: “(…) Había llegado la hora de acudir otra vez a las armas”.
Alma Máter o Madre nutricia de la valentía estudiantil
La calle habanera de San Lázaro, junto a sus límites con la Habana Vieja, sus áreas comerciales, residenciales y, en especial, con su escalinata universitaria y su eterna Madre nutricia, el Alma Máter, otorgaría esa continuidad histórica dentro del contexto urbano a partir de la actividad revolucionaria de miles de jóvenes quienes, junto a connotados líderes de la Federación Estudiantil Revolucionaria (FEU) y de otras organizaciones cívicas, estaban dispuestos a morir, en desigual combate, contra las hordas asesinas y bandidescas de los gobiernos de turno neocoloniales.
El gran ejército estudiantil se consagraría a ese desempeño durante décadas y siempre a partir de su Alma Máter, la que convocaba con su imagen y brazos abiertos a ser fuertes y dignos en la lucha final por la plena independencia y soberanía de la Patria arrebatada a finales del siglo XIX y principios del XX, y que a la vez el orgullo de la bandera--siempre empinada y orgullosa a su lado--, así lo exigía para el futuro.
Desde esa magnífica escalinata universitaria bajarían, en marcha simbólica, los estudiantes de las hornadas de los años treinta y cincuenta del pasado siglo, enfrentados a las dictaduras de Machado y Batista, ofrendando su sangre generosa. El 30 de Septiembre de 1930 cae el joven estudiante de Leyes, Rafael Trejo, una de las primeras víctimas, cuya memoria llega a reverenciar a todos los caídos.
Hay que significar que todas estas exigencias dentro del contexto académico superior obedecían también a la necesidad de lograr la Autonomía universitaria, cuyos antecedentes deben situarse a partir del llamado Movimiento de Reforma Universitaria surgido en la ciudad argentina de Córdoba,en 1918.
Aquella lucha llegó a ser una llamada desencadenada por toda América Latina, cuyas raíces e implicaciones rebasaban el llamado a renovar planes de estudios y métodos de enseñanza obsoletos, y revelaban además rasgos comunes de la economía y la sociedad del continente, a pesar de la diversidad de sus componentes étnicos y culturales.
De esta forma y, en medio del abismo que separaba la riqueza concentrada en pocas manos, del desamparo de las mayorías sobreexplotadas, surgía un gran conglomerado social y político, portador de un potencial revolucionario altamente protagónico.
Así, el movimiento iniciado en Córdoba había señalado un giro en el afianzamiento de la conciencia latinoamericanista, y la juventud de este continente asumía un papel protagónico como fuerza transformadora social. Es el caso del líder universitario Julio Antonio Mella fundador de la FEU y la Universidad Popular José Martí, ambas reprimidas por el machadato y por el batistato después.
Así las cosas y, no obstante la caída y asesinato de muchos jóvenes y líderes universitarios, la llama de la rebeldía siguió latiendo de manera irreversible, además de las aspiraciones de aplastar los obstáculos que dividían la docencia de la sociedad. Es entonces que en el estudiantado cubano surge un movimiento concientizador definitorio de conceptos y propósitos de la realidad social, frente ala crisis de la institucionalidad burguesa y el mercenarismo imperial yanqui de sus gobiernos de turnodurante décadas.
FEU/MR-26-7
Tras la reunión que sostuvo José Antonio Echeverría en México con Fidel Castro Ruz donde, finalmente, fue suscrita la histórica Carta de México, ambos Líderes revolucionarios en nombre de la Federación Estudiantil Revolucionaria y el Movimiento Revolucionario 26 de Julio, “han decidido unir sólidamente su esfuerzo en el propósito de derrocar a la tiranía y llevar a cabo la Revolución cubana. Dos núcleos que agrupan en sus filas a la nueva generación y que se han ganado en el sacrificio y el combate las simpatías del pueblo cubano, acuerdan dirigir al país esta declaración conjunta”.
A continuación, un Comunicado de Prensa redactado por el Líder de la FEU, y publicado el Primero de Enero de 1956, en la revista Bohemia. (2).
“A la juventud cubana nos sorprende el próximo año 1956 en dramático y turbulento proceso. El largo período de tiempo transcurrido desde el 10 de marzo hasta la fecha, ha ido consolidando la conciencia cubana, dando los frutos de la encendida protesta popular que hoy contemplamos.
“(…) No se me juzgue apasionado ni llano. El año próximo de 1956 será el de la total liberación de Cuba. Al decir ello, ni imito, ni declaro, tal vez coincida. La juventud cubana de ahora, que sabe que las revoluciones ni se fabrican, ni se decretan, ha encontrado su camino; sus dichos y hechos así lo confirman. Hora es ya de terminar para Cuba, de arriba abajo, y de una vez y para siempre, con todo lo que el diez de marzo representa en sangre, robo, desvergüenza y traición.
“De no arribarse, pues, por la propia usurpación a su eliminación inmediata del poder, el pueblo cubano seguirá sintiendo en sus entrañas la miseria económica y la persecución política (…) En fin, por nuestra parte, queda pública constancia de que hay en Cuba una juventud decidida y resuelta, con clara conciencia de sí y de lo que le rodea, y que sabe que su presencia en la vida cubana no se limitará a los simples cambios de nombre, sino a más profundas transformaciones en la estructura social de nuestro pueblo. Vocación y destino se nos conjugan en armoniosa alianza”.
Ese fue el latir del corazón de una juventud decidida a Morir por la Patria, es Vivir; de cada uno de aquellos abanderados descendientes de la Madre Nutricia,quien los observaba descenderpor su amplia escalinata, casi abrazados, enfrentarse a la
Notas:
- Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. Fragmento discurso por el XX Aniversario del Asalto al Cuartel Moncada.
- La Revolución cubana 1953-1980. Selección de Lecturas. Primera parte. Editorial Félix Varela. La Habana, 2002.
“José Antonio Echeverría tuvo a su cargo la alocución al pueblo de Cuba aquel 13 de marzo“, testimonió Otto Hernández (ya fallecido), compañero de luchas de José Antonio Echeverría y uno de los participantes en la toma de la emisora nacional Radio Reloj, de la cual reproducimos algunos fragmentos:
“Alrededor del mediodía del 13 de marzo cada uno de los participantes, luego de recibir el armamento, ya conocía con exactitud los detalles de la operación. En el caso de los asaltantes a Radio Reloj, salimos en tres autos. En el nuestro viajaban Carlos Figueredo como chofer, Fructuoso Rodríguez, José Antonio Echeverría, JoeWestbrook y yo. Por plan ese auto era el único que debía llegar hasta la puerta del edificio de la emisora CMQ. Los otros dos tenían la misión de cerrar la calle en cada esquina para evitar interrupciones.
“José Antonio, Joe y Fructuoso bajaron del vehículo y “entraron al edificio con una decisión impresionante”. Mientras ellos subían hasta la cabina de transmisión, el chofer se concentró en evitar que el auto se apagara, “y yo salí con la ametralladora para asegurar el regreso sin contratiempos”.
“Como a los cinco minutos veo que el portero empieza a cerrar una puerta grande de cristal. Mientras Figueredo dispara dos veces desde su asiento, salgo hacia la entrada de CMQ, encañono al guardia y le digo “no cierres, porque si lo haces la voy a abrir a balazos. Aquel hombre se quedó paralizado, pero no siguió. Justo un momento después bajan José Antonio y los demás. Les habían cortado la transmisión y no terminaron de leer el mensaje.
“Antes de subir otra vez al auto Echeverría se detuvo frente a un sargento de policía que llegó hasta el lugar, le habló unas palabras y le quitó el revólver. “Realmente no sé qué le pudo comentar al oficial, solo no olvido sus gestos, la firmeza del rostro y la rapidez con que regresó al carro luego de desarmar al guardia”.
Luego de la alocución los asaltantes inutilizaron el máster de Radio Reloj. A partir de ahí cada uno de los tres autos tomó un rumbo diferente para llegar a la universidad y reagruparse.
“Con varios disparos al aire “cuando se podía, gritos de vivas a la Revolución y a la FEU, y otros de ¡Abajo Batista! ¡Abajo la tiranía! El pequeño grupo sorteó tranques de calles y el tráfico hasta acercarse al punto acordado. Sin embargo, casi al llegar a la colina el auto de José Antonio se encontró con una patrulla que transitaba por la senda contraria.
“Cuando pasábamos la esquina de Jovellar y L sentimos la sirena de una perseguidora. Ahí mismo le digo al chino Figueredo que se mantuviera tranquilo y dejara pasar la patrulla para luego seguir nosotros. Bueno, pues él arrancó como un bólido y la embistió casi de frente. Con el choque yo caí al suelo, pero recuerdo cómo José Antonio tuvo el impulso de abrir la puerta y enfrentarse disparando a los policías.
“Aún hoy tengo muy claro en mi memoria al gordo cayendo casi delante de nosotros, y es que aquella tarde habanera, un grupo de jóvenes universitarios estremeció al país. Aún sin cumplirse los objetivos previstos, para mí las acciones de aquel día sirvieron para estremecer al poder y demostrar que la vía armada era la única posible para alcanzar el triunfo”.Otto Hernández Fernández, ya fallecido, en entrevista concedida a Radio Reloj hace años atrás, y quien fuese el último sobreviviente entre los que viajaron aquel día en el auto del Líder estudiantil.
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