Fue el 8 de marzo, en la capital mexicana, en la Capilla Alfonsina. Alicia Reyes, la nieta de Don Alfonso, me dijo. Siempre recuerdo a Roberto Fernández Retamar, le envío un fuerte abrazo. Él estaba presente, hace años, cuando leí mi poema “América mía”. Fue para mí de mucho orgullo, saber que lo escuchaba.
En estos días, la distinguida poeta, ensayista, narradora e investigadora, se retira de sus funciones como Directora de la Capilla Alfonsina, Casa Museo de Alfonso Reyes. Nadie con tanta dedicación y profundo amor, hubiera podido cuidar, preservar y hacer crecer el legado excepcional que representa esa Institución, para la cultura mexicana y de nuestra América.
En una entrevista expresó:
“He dedicado 40 años a difundir su obra (de Alfonso Reyes), toda mi vida y no me arrepiento, al contrario, siento que aún falta mucho por hacer, porque él tenía el sueño de que los mexicanos huyéramos de la mediocridad, que todos tuviésemos acceso a la educación, al arte y al conocimiento, para desarrollar a partir de esos ejes una vida plena, con una sonrisa en la boca, pues para él era muy importante combinar la seriedad de la producción literaria con el humor”.
Conocí a Alicia en el 2005. Quise visitar la Capilla, en la capital del país. Venía desde Oaxaca, del Evento “Mujeres poetas en el País de las Nubes”. En la actividad poética, yo era la única cubana, y casi segura que la mujer de más edad. Muchas de aquellas magníficas creadoras me llamaban “mamacita”. Fueron momentos de mucho amor y amistad. Con esas emociones, llegué a la emblemático lugar. Allí Alicia, con toda gentileza me recibió. Al retirarme me entregó su poema América Mía, con la siguiente dedicatoria, “A Juanita luz en su mirada alfonsina. Con cariño inmenso, Alicia Reyes”.
Allí, decidí que la Tertulia de Arte y Literatura, en la Habana, Cuba, inspirada en Don Alfonso Reyes, un proyecto que me honro en dirigir, llevaría el nombre de “Sol Adentro”, tomado de un verso del poema Sol de Monterrey, de este regiomontano universal.
Mis ojos en ese instante, estaban posesionados de aquella atmósfera alfonsina que irradia ese recinto y entonces recordé aquellas palabras del “sabio iluminado” como lo llamaba Juan Marinello: “Arriba en un volado, estará mi escritorio. Tengo luz cenital, ventanitas alargadas en todos los nichos que dan a la calle, y una gran vidriera al lado de mi escritorio que recorre los dos pisos. No puedo creer a mis ojos".
Yo tampoco lo podía creer. ¡Tanto que había deseado conocer aquel espacio! y ahora , allí con Alicia, la nieta querida, salvaguarda del legado del abuelo y prestigiosa intelectual mexicana con una obra que enaltece a Don Alfonso y la sitúa como una estudiosa paradigma de quién cuida, salva y engrandece un gran tesoro.
Han pasado los años, y cada vez que tengo una oportunidad de viajar a la patria mexicana, visito La Capilla o me comunico con algunos de sus alumnos más queridos. Uno de ellos, el escritor Isaías Espinosa, que me invitó a participar, precisamente el Día Internacional de la Mujer, en la bella actividad de despedida. Él haría las veces de presentador del acto.
Fue una maravillosa ocasión para estar una vez más junto a ella, una mañana muy conmovedora. Indiscutiblemente, la nieta, también ilustre, jamás podrá despedirse ni de la Capilla, ni de sus alumnos, ni de sus amigos que la aman, Alicia siempre será, el baluarte excepcional de ese tesoro de sabiduría, que es la vida y obra de Don Alfonso y la Maestra llena de profundos conocimientos e intensa eticidad, que a lo largo de los años, ha ocupado y siempre ocupará, un lugar insustituible en la cultura de México, de América y del Mundo.
Cuando comencé a escuchar a sus alumnos expresarles su cariño y admiración a través de poemas y canciones, cuando retumbaron en mis oídos, en aquel patrimonial espacio, armoniosas y fuertes voces que declamaban estrofas de la obra poética de la Maestra, cuando el Grupo Musical FM, por cierto magistral, introducía y animaba, la lectura a dos voces de América Mía, me sonaron mucho más bellas las notas de un cuarteto de guitarras, que también participó en el homenaje, al interpretar piezas de Ignacio Cervantes, como si toda mi Isla, cruzando los mares, hubiera querido rendirle también merecidos halagos a la distinguida poetisa.
Alicia siempre estará aquí, vigilante y querida, me dije.
América Mía, es un poema de alrededor de seis cuartillas y versos cortos, inmensos, que comienza con un tono de íntima tristeza:
Por esta América mía
que está triste,
triste en sus abismos
más profundos…
triste de llevar a cuestas
hambre y llanto.
Nunca estos versos resonaron con más fuerza como en estos tiempos de dolor y amenazas, que viven nuestros pueblos de América.
Cuando escuchaba el poema, recordaba a Martí: “No habría poema más triste y hermoso que el que el que se puede sacar de la historia americana”.
Lo importante del poema de Alicia, es la energía de su vigencia.
Fue escrito hace años, dedicado a Ramón López Velarde, el autor de La Suave patria, un texto, de carácter nacionalista, al celebrarse el primer centenario de la Independencia de México, por lo cual se considera a su autor, “el más mexicano de los poetas”.
Alicia, pretende compartir sus versos, hacer que el poeta, que falleció muy joven, reviva en la historia de su pueblo, palpite con ella, en la naturaleza de las tierras de nuestro continente: desde las nieves eternas hasta las otras nieves, desde la selva hasta el desierto.
Porque llevamos escondidas
Las antenas
porque la voz se apaga
porque el viento
apenas se atreve a entrar
por las rendijas.
¡Por ese polvo denso
en que se asfixia
la
serenidad de los sentidos!
Es América Mía, un Canto de Amor y Humanidad toda, es un grito único de lucha y esperanzas, y entre el hervor de la batalla, las manos entrelazadas, los valientes, los indios, los niños necesitados de un futuro mejor.
América lleva en sus pupilas
una lágrima,
aquella de sus hijos
que impulsa la paz inútilmente,
aquella que se funde
con la tierra.
Tan lleno de actualidad el poema, que la cantora alerta sobre la ceguedad de un Mundo ensangrentado, sobre la droga y los paraísos artificiales, que traen el caos y las ruinas, el polvo denso y el Amazonas desbordado.
Y cubrirá la tierra toda
y nadarán las pirañas
y arrasarán a su paso
con bestias y ganados.
Ves
resbalará la vida
por la cuesta
¡No bailaremos más!
Aquellos bailes que nos unen y nos salvan, el tango, la cueca, la samba y el son tamaulipeco, esos que nos unen, ¡no se bailarán más! Ahí la denuncia, la rabia, el íntimo dolor en la lírica de esta poeta, que no quiere oír la palabra que derrumba la vida.
¡Callá!
Que América entera
soy yo
y mientas haya
al menos una flor
un germen de flor
una semilla que transporte el viento,
una gota de lluvia que la riegue
un pedazo de tierra que la acoja.
América renacerá poderosa. Lucharé sin desmayo
por esta América Mía
Que está triste.
Digno poema de una digna voz femenina de América. Alicia Reyes, con la fortaleza de su Mundo-Amor, porque como ella dice, Amor es Mundo, un Mundo que implora la paz, aquella que se funde con la tierra, poema de firme estirpe, de riqueza de identidad, de recuento y de profundo humanismo.
Como diría el abuelo: “El fin de la creación literaria es iluminar el corazón de todos los hombres, en los que tie nen de meramente humano”.
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