Un público en general agradecido fue el resultado final de Latidos compartidos, la telenovela cubana de 87 capítulos que recién concluyó para dar paso a La sal del paraíso. Latidos… con guión de Amílcar Salaty y dirección de Consuelo Ramírez y Felo Ruíz, se ganó la complacencia del público, y no fue sólo por buenas actuaciones (el elenco contó con cinco Premios Nacionales de Televisión). Una de sus fortalezas para la mayoría de los televidentes estuvo en abordar temas sensibles de la sociedad actual en un sensato equilibrio dramático. La trama, sazonada con momentos de buen humor, gozó de armonía en las situaciones más complejas con escenas que suavizaban la curva dramática y permitían al espectador un respiro; manejo inteligente si tenemos en cuenta nuestra idiosincrasia.
De La sal del paraíso hemos visto aún poco, la telenovela vuelve sobre problemáticas que erosionan nuestra cotidianidad como la proliferación de conductas antisociales, el envejecimiento poblacional, la migración, la aparición del trabajo por cuenta propia y las relaciones que de este se derivan, la situación de los jóvenes dentro de familias disfuncionales, la insuficiencia de viviendas, la incapacidad para enfrentar a nivel familiar determinados trastornos de conducta como por ejemplo el autismo, el contrato matrimonial como pura formalidad para garantizar estatus y seguridad económica, entre muchos otros temas; matizados, como siempre, por el amor, la solidaridad, la búsqueda de la felicidad y el hacer el bien a cambio de nada. En esta ocasión Yaima Sotolongo y María Emilia Liñera son las autoras del guión repartido en sesenta capítulos de veintisiete minutos cada uno, dirigidos por Joel Infante y Miguel Brito.
Si bien al público le gusta reconocerse en la pantalla, sus problemas, su día a día, hay que dosificar el cúmulo de dificultades que afectan a uno u otro en nuestra sociedad, porque la telenovela no se puede convertir, como espacio, en el indicado para la revelación de todos los trastornos acumulados en un país que ha sufrido de carencias económicas por más de medio siglo. No quiero pecar de injusta, y puede que en su desarrollo llegar al “Paraíso”, nombre que por demás lleva el edificio donde viven muchos de los personajes, merezca atravesar por esta montaña de sal. Me voy a referir a los primeros quince capítulos vistos, y a delinear a algunos de sus principales personajes: Esteban (Jorge Ferdecaz), suponemos que uno de los protagónicos, cuyo fracaso profesional como realizador radial es producto de su frustración familiar; Ileana, su esposa (Edenis Sánchez), tratando de llevar adelante su matrimonio, pero también desgastada ante la no integración del padre en la inserción social de su niña autista. Por otra parte, la joven Lorna (Claudia Álvarez), víctima de una hermana que la culpa de la muerte de su madre esquizofrénica; Celeste (Obelia Blanco), una anciana sola por la emigración de sus hijos, junto a un matrimonio disfuncional compuesto por Ismael (Jorge Luis López) y su esposa Aracelys interpretada por Yerlin Pérez, en quienes perduran algunos vestigios de pareja, pero muy poco de respeto y amor. Todo esto sin contar otros personajes que más sobrepuestos a sus aprietos, también intentan reordenar sus vidas sin apenas obtener resultados. Como vemos, hasta ahora, la historia abraza muy poco al optimismo.
Soy de la opinión que la televisión debe reflejar nuestras realidades, nuestros problemas, pero no podemos olvidar que es el medio de entretenimiento por excelencia de la mayoría, y si en el respiro que nos da el horario de la noche, luego del término de la jornada laboral y de enfrentar muchas de las situaciones cotidianas reflejadas en la propia telenovela, nos ofrecen otros veintisiete minutos de infortunio, realmente el resultado para el espectador no es satisfactorio.
Hasta el momento muchos personajes se entremezclan en la trama y salvo Esteban, que se define como protagónico, aún no se ha presentado quién le servirá de contraparte, ¿será Lorna, o la propia Ileana o quizás algún personaje por llegar?, muchos se aventuran por Lorna para llevar este papel; pero se ha convertido en una forma de hacer de nuestros guionistas jóvenes, exponer personajes y conflictos sin delinear muy bien -hasta ya entrada la telenovela- quiénes llevan a sus espaldas el eje principal del conflicto. Por otra parte, otro de los problemas es la duración de las escenas, en ocasiones su desenlace se trunca o se corta sin llegar al lógico desenvolvimiento de la misma; ¿impregnar un ritmo de modernidad por parte de los realizadores?, puede ser, pero las escenas tienen su tempo, se comportan como pequeñas células que conforman la obra, y ese devenir interno tiene que ser respetado; aunque queramos mucho más movimiento y una edición mucho más ágil, nunca puede ser a costa de sacrificar el equilibrio interno de cada una de estas pequeñas piezas del rompecabezas.
Las actuaciones salvan en gran medida algunos de los capítulos ya vistos. Roque Moreno, Edenis Sánchez, Yasmin Gómez, la joven Sheryl Zaldívar y por supuesto Beatriz Viñas, a pesar de estar muy caracterizada para mi gusto en el personaje de la Mariscal (no sé por qué esa ridícula peluca rubia), defienden muy bien sus personajes; otros ya consagrados como Rubén Breñas, Félix Pérez, Héctor Echemendía, Obelia Blanco, Nieves Riovalles y Tamara Castellanos, en papeles menores resultan un acompañamiento decisivo. Pero, algo que hace perder valores es el poco empleo de exteriores, por ejemplo, en las escenas del agro, de la clínica veterinaria donde trabaja Ileana, del propio sitio donde pelean los perros que, al ser recreados en un estudio de televisión, le restan credibilidad y dinamismo a la telenovela. Sé que por razones económicas de la producción los realizadores tienen que buscar alternativas para llevar a término su trabajo, pero nuestra televisión como institución debe replantearse estos problemas y quizás disminuir la producción anual del género, pero hacer con calidad la obra, aunque sea una, o tal vez seleccionar guiones que se puedan ajustar al empleo de menos recursos.
La música de David y Ernesto Blanco, es uno de los mayores aciertos de esta telenovela; su música de presentación engancha y gana adeptos para compartir La sal…, muy ajustada a lo que veremos en esos veintisiete minutos, la pieza tiene pegada e invita a reflexionar.
Faltan aún más de 40 capítulos para que esta concluya, puede que corrija el tiro en su desarrollo y el público la incluya entre sus preferidas, pero de momento, como dice una de mis vecinas: “A La sal del paraíso la veo por las actuaciones, pero quisiera hundir la cabeza cual avestruz, como dice David Blanco, pues salgo de ella un poco noqueada”.
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