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Al piano, de Mayarí, Frank Fernández (III parte y final)


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Antes se refirió a su vínculo con la nueva trova, a los discos que produjo y a sus vivencias. Eso, si no me falla la memoria, se remonta a los años 70 en que Silvio Rodríguez no era amado en los círculos oficiales. Me gustaría que habláramos de esas cosas ocultas, aquellas en que una proscripción o la mala fe de algunas personas pudieron provocarle dolor o rabia.

Todos los hechos, acontecimientos y fenómenos que trascienden son obras de partos dolorosos. La revolución en su necesidad de supervivencia se pudo proyectar de modo paranoico, pero también en ese río revuelto aparecen el extremista, el ignorante, el mediocre y el que pretende hacer la revolución en dos días y termina por ser o apologético o renuncia a ella.

Pero te concluyo que esas actitudes, al final han resultado en una obra tan maravillosa, tan humana y tan eterna para Cuba que pienso que no fueron ni siquiera importante para ellos. Ahora bien, todo aquel que de alguna manera fue promotor o ejecutor de ese mal si está vivo debe sentir una vergüenza profunda, y no creo que haya peor castigo que el no poder dormir bien.

El nombre de Adalberto Álvarez y su música esta unido a usted por un gran cordón umbilical. Recientemente otros músicos importantes como Juan Formell, José Luis Cortés y el mismo Adalberto, se han referido a elementos y procesos de crisis dentro de la música. Ellos hablan de crisis creativa, de promoción y de otros elementos que refuerzan una tendencia en la música a nivel nacional y que tiene alcance más allá de nuestras fronteras. ¿Qué piensa Frank Fernández de esas opiniones?

Creo que cada época tiene su música independientemente de cualquier criterio personal, hay un fenómeno llamado globalización en que la música ha ganado muy poco y ha perdido mucho, y entre las cosas grandes que ha perdido está la identidad. Creo que nosotros somos, por suerte, una parte del mundo cada vez más abierta para entender y asimilar los fenómenos mundiales.

Nosotros, por la cercanía a Estados Unidos, hemos sido muy sensibles a los hechos de la música que pasan por las transnacionales. Hay hoy una búsqueda desenfrenada del dinero que está acabando con el planeta y que hace que cada vez sea más difícil oír la música tradicional no sólo cubana, sino internacional. ¿Es a eso a lo que te refieres cuando hablas de las declaraciones del Tosco, Juanito y Adalberto? Ahí es donde empiezan las cosas difíciles de juzgar, ¿qué hacer? ¿Cerramos las puertas al fenómeno mundial?

Hablo de la música cubana como sistema. Quiero saber el parecer de quien ha producido discos de música cubana trascendentes.

Pero a qué crisis se refieren ellos, ¿crisis de creación, de difusión o de promoción…? No creo que haya una crisis de creación, creo que hay una crisis de promoción que está referida a esas cosas que nos llegan empaquetadas. Ahora bien, lo real es que no hay un espacio en La Habana en que puedas oír buena música cubana. Eso es una desgracia.

Esas son cosas muy difíciles de juzgar. No te hablo solamente del reguetón, las cosas son más complejas. La pregunta es, ¿qué vendrá después y cómo lo asumiremos y enfrentaremos? Lo importante es disponer de gente en los medios de difusión capaces de decir esto vale la pena divulgarlo y esto no, porque no podemos aislarnos del mundo.

Te defino algo, la responsabilidad de esa crisis de promoción, de ausencia de lugares para escuchar buena música cubana no es de los artistas. La crisis que pudiera existir de creación responde a un problema de generación, no se puede olvidar que los jóvenes tienen sus inquietudes y esas pasan por ganar dinero, viajar, la admiración de las muchachas… Si lo que funciona es el chachachá, hacen chachachá. El ejemplo más cercano es que cuando las transnacionales o los extranjeros divulgaron a Compay Segundo hubo un aluvión, una hemorragia de música tradicional cubana y de momento todos los jóvenes, que decían que esa música era chea, la comenzaron a consumir. La juventud siempre corre tras las cosas que le reconfortan.

Cada vez que un país impulse determinadas corrientes exageradamente está determinando sobre la creación. La crisis de promoción no sólo es cubana, es mundial. Nosotros tenemos que ser muy cautelosos a la hora de criticar, de condenar o censurar, hablo desde mi generación, si hemos sido partidarios de una libertad total no debemos prohibir nada. Al contrario, lo correcto, lo sensato es estimular la creación de valores, de la cultura y aquí el trasfondo está en la falta de cultura. Hemos desarrollado la educación, pero la cultura artística, la verdadera cultura está ausente, no se ha desarrollado.

Me gustaría que habláramos sobre la industria del disco cubana en general. ¿Cuál puede ser el futuro del disco cubano y cómo lo ha visto en estos años?

El disco hace rato que tiene serios problemas. El mayor de todos es que a las empresas disqueras le exigen unos parámetros que las obligan a pensar en conseguir rápidamente el dinero –una incidental y es que hay cosas que desconozco y que no me informan, no tienen porque–, pero tengo entendido que se da muy poco dinero para invertir en los artistas de talento. La fórmula así jamás va a dar resultado.

En el mundo actual se considera que más del sesenta por ciento del éxito de un artista es promoción y un cuarenta o mucho menos, talento. Te hablo de cifras que conozco gracias a amigos especialistas de ese mundo, cifras que son horriblemente cínicas, y he sido muy conservador. Además, la industria del entretenimiento, donde está el disco, enfrenta el fenómeno de la piratería que ha echado abajo las ventas, y en Cuba, que me alegro que lo particularices, no hay una política correcta en ese campo.

Es hora de darle un poco de margen a las disqueras, mayor que el que tienen para invertir en algunos artistas; que le puedan jugar algunas fichas, para decirlo de modo popular, que puedan decir, si este artista es bueno vamos a apostarlo todo.

Te has preguntado qué hace un artista con un disco, nada que no sea dárselo a algunos empresarios, lo mismo para emigrar o como pasaporte para conseguir buenos contratos en el extranjero. Es muy triste esto que te voy a decir, pero nos hemos convertido en fabricantes de demos, de ejemplos demostrativos del gran talento que tenemos y luego ni le podemos pagar royalties, ni giras, ni honorarios decorosos. Así jamás podremos competir con las transnacionales, ni siquiera podremos meter el dedo en el campo de la promoción y las giras, abrirnos un espacio en el mercado.

Yo conozco una persona muy importante en Cuba –permite que por respeto me reserve el nombre– que una vez dijo: “ninguno de nosotros sabe lo que es la industria del disco y de la música, pero lo que sí creo es que aunque no podamos competir con las transnacionales podemos hacer algo para que nuestro producto esté presente”. Creo que ese debe ser el reto al futuro.

Por otra parte debe ser angustioso tener que cumplir un plan, lo que obliga a tener que producir y vender lo que imponen los grandes mercados, que los determinan otros, y que no siempre es el talento que representa lo cubano, la identidad nacional. Eso es promovido por el deseo de cumplir con la patria y con los designios del Estado que te impone una entrega a final de año de una cantidad determinada de dinero para la salud, la educación y la cultura. Esa es un arma de doble filo que pienso se debe analizar y que no es fácil la solución, pero debemos luchar, tenemos la obligación de hacerlo para evitar que nos arrastre el remolino de conseguir el dinero por una parte y el que es más costoso, seguir provocando, inconscientemente por supuesto, la migración económica y artística, o en el mejor de los casos, producir seres tristes, convertidos en combustible porque saben que no han logrado lo que ellos y todos sabemos que podrían haber sido. Es una situación compleja, que obliga a veces a vender porquería o a renunciar al plan del año.

¿Qué es para Frank Fernández lo cubano? Y cincuenta años después, ¿qué balance hace de su carrera profesional y de su vida?

Esa misma pregunta se la hice una vez a Mirta Aguirre y me voy a tomar la libertad de contestarte lo que ella me contestó. Me dijo, ser cubano es una cosa casi imposible de describir con palabras pero que está en la manera de caminar, de amar, la manera de sentir, de vivir del cubano. No se podrá determinar jamás donde termina la cubana y empieza una manera de ser extranjerizante, pero es absolutamente fácil e inmediato de captar cuando estamos en presencia de un cubano en cualquier lugar del mundo.

En cuanto al balance de mi vida, en enero van a ser cincuenta años de una carrera profesional intensa, rodeado de amigos, alumnos, detractores y sueños. Los detractores han sido pocos, aunque no hay obra importante sin el estímulo de éstos y los escollos.

A mí se me ha cuestionado a veces porque he hecho esa diversidad de cosas, no es por dinero, porque Cuba no es el lugar idóneo para ganar dinero haciendo tantas cosas. No son los salarios lo que más estimulan en Cuba, hay una vocación mayor, espiritual para entregarse.

Las razones no las sé, solamente soy músico, y sí, después de cincuenta años cada cosa que hecho las volvería a hacer y las haría con la misma pasión. Al cabo de este tiempo siento que el que más ha recogido he sido yo. Ese es Frank Fernández, el guajiro de Mayarí que quería ser concertista y que vivió y vive la música cada día como si fuera el primer y último de su existencia.


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