Una de las premisas del arte es la sinceridad y este es el camino que Rosario Cárdenas ha seguido durante sus años en la danza. Esa sinceridad, unida a su preparación intelectual, su dominio del movimiento, su talento, su febril deseo investigativo y su perpetuo desafío la han llevado a ser reconocida —entre otros méritos— como Premio Nacional de Danza.
Ahora, partiendo de la mitológica Afrodita, la diosa clásica del amor, ha recorrido culturas mediterráneas distantes en espacio y tiempo para demostrar la estrecha relación que las enlaza por medio del amor… y de la sinceridad, en Afrodita ¡oh espejo!
Su más reciente estreno con su compañía, que tuvo lugar en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso el pasado 29 de septiembre, lanza el disco desde la Afrodita nacida de la espuma marina de Chipre y llega a las costas de la Cuba recién descubierta a partir de diosas africanas dueñas de ríos y mares que viajan portadoras del amor por el aun ignoto océano Atlántico para caer en el mediterráneo Caribe.
Aunque la obra no omite la estatuaria clásica, los frisos de los clásicos ¨partenones¨ o la gestualidad afroide, elude todo folklorismo arquetípico y demuestra que estos elementos no son necesarios para declarar una identidad prototípica: el Hermes griego usa sombrero criollo, Afrodita acoge a Adonis como la Virgen a Jesús en La pietá de Miguel Ángel, el Apollo latino irrumpe a despecho de sus preferencias y el andrógino hermafrodita se expresa en su absoluta sensualidad.
La orgía-bacanal-dionisiaca mezcla al Baco ebrio terminada la vendimia con la caña-alfa del ron; Obatalá, dios-diosa, juega los destinos de sus hijos mientras la madre Yemayá enlaza la Chipre griega con la Cuba hispana; la recurrente lucha de Changó y Oggún trasciende la maniquea gestualidad ritual para enfrentar dos hombres dispuestos a matar o matarse por la aurea Ochún, que termina por burlarse de tanto machismo.
Rosario es dueña absoluta de lo espectacular: telas convertidas en mares y ríos, árboles gigantes que paren a Adonis, su cuerpo arrojado al mar cubierto de girasoles simbólicos. Como en sus poderosos finales, ella nos lleva al reclamo del amor, de la paz, de la armonía clásica que también los orishas piden a gritos y que muchos confunden con violencia.
Complementando con acción protagónica hay que detenerse en otros elementos que confluyeron con el talento de la Cárdenas: el Agnus Dei que culmina la obra, debido al maestro Frank Fernández, ofrece una de las partituras para la danza más logradas que podamos haber disfrutado en Cuba. Sin dudas coreógrafa y músico estudiaron punto por punto las situaciones dramáticas y la dramaturgia musical de Fernández soporta el hilo lógico que la Cárdenas logró en el discurso kinético.
El otro elemento clímax en la pieza fue el diseño de luces de otro maestro, Carlos Repilado, mago de los ambientes que, unido a la música y al movimiento redondean la pieza. No se pueden desdorar los vistosos y funcionales vestuarios de Alisa Peláez.
Pero sobre todo no debe olvidarse el protagonismo de los 13 bailarines que asumieron Afrodita, ¡oh espejo! Muy jóvenes y sin suficiente experiencia escénica, las huestes de Rosario Cárdenas asumieron el imponente reto de este monumento coreográfico en el teatro más emblemático de Cuba con una valentía insospechada para darle el éxito en sus presentaciones.
Creo necesaria la observación que los tiempos posmodernos en que vivimos reclaman una visión otra de los principios estéticos que arrastramos desde siglos pasados y ver que la danza espectacular de hoy día permite y da cabida a todas las formas del movimiento humano y participación a todo tipo de ser humano, atendiendo que la danza es humana y no debemos limitarla a cuerpos altos y esbeltos como modelos eurocéntricos impuestos por la tradición. Debe recordarse que en nuestro siglo XXI… y desde finales de la centuria pasada existen agrupaciones que incluyen hasta bailarines con habilidades especiales, tal como el deporte —otra manifestación kinética del ser humano— se pone al servicio de hombres y mujeres diferentes de los modelos tradicionales del atleta clásico.
El mensaje que parece entregar Rosario Cárdenas con esta obra es el amor universal, el amor a Dios o a Dioses, la esperanza en la armonía que nos llevará a la paz. Sea cual sea la vía con la que nos acerquemos a ese objetivo común de concordia humana, no se deben escatimar esfuerzos ni discriminar nominaciones religiosas o filosofías populares si queremos conseguir ese superobjetivo.
Afrodita-Ochún, Yemayá-Obatalá, Hermes y Changó, Heros y Oggún, el viaje del Mediterráneo al Caribe en los barcos negreros, más allá del blanco o del negro; de Europa, África o América; de Ishtar, Zeus, Eleguá… o la Santísima Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba: defender ese amor universal, ecuménico y no sectario, la obtención de la armonía que nos llevará a la paz y al éxito, que ahora Rosario Cárdenas y su equipo creativo han logrado con Afrodita ¡oh espejo!… ¡UNA VEZ MÁS!
Publicado: 19 de octubre de 2017.
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