Representar a un irreverentemente machista en escena de filmes cubanos que enuncian temas tan sensibles como los prejuicios de los hombres frente a una sociedad intentando aportar a la emancipación de la mujer, o al escritor y médico ruso Antón Chejov, solo es privativo de esos actores entrenados en el oficio, esos que ponen su alma en cada representación y que nacen con el don de actuar hasta estremecer.
Aún en el recuerdo de todos los cubanos Adolfo Llauradó, el actor cubano que con su inigualable talento hacía vibrar los escenarios. Actor disciplinado y versátil, hasta el punto de que en una ocasión llegó a superar las 200 libras para interpretar un personaje en el largometraje El otro Francisco, donde tuvo que adelgazar mucho y bajo una estricta dieta que se trataba de un vaso de leche descremada en la mañana, al medio día una taza de caldo sin grasa y por la noche igual menú asumió el nuevo reto.
Donde más lo vimos fue en el Cine y el teatro, filmes clásicos cubanos hoy archivan sus magistrales actuaciones llenas de fuerza interna y sensibilidad, sin embargo, también nos regaló su talento detrás de las cámaras con la realización de documentales: Carilda, desaparece el polvo; dedicado a la poetisa matancera Carilda Oliver Labra y otros relacionados con los rostros femeninos más grandes de la actuación en Cuba.
Bartolomé Adolfo Llauradó Salmerón nació en Santiago de Cuba el 29 de septiembre de 1941. Debuta en el año 1957, con la obra Pájaros de la luna de Marcel Aymée. Dentro del mundo teatral transitó por el Teatro Nacional de Cuba, formando parte del Conjunto Dramático y posteriormente de la compañía Teatro Estudio. Pero fue el Cine el espacio que más lo acoge.
Su primera aparición fue en la película Manuela, de Humberto Solás donde hace pareja con la destacada artista Adela Legra, a partir de este momento se abrieron las puertas del séptimo arte bajo la égida de los más prestigiosos realizadores. Entre los clásicos cubanos que contaron con su actuación están Retrato de Teresa, donde representa el personaje del machista por antonomasia, luego lo recordamos en el tercer cuento de Lucía filmada en 1968, interpretación que identificó definitivamente el temperamento violento de su personaje pues se ajustaba al “macho cubano”.
Adolfo Llauradó irradió su arte en espacios internacionales con su participación en festivales de internacionales de Cine en Moscú, Francia, Brasil, y de teatro de la Habana y Camagüey. Como todo gran artista este referente de la actuación en Cuba fue un gran maestro, esta labor la desplegó a partir de la estimulación de los jóvenes intérpretes.
En este sentido, impartió clases entre los años 1989 y 1996, haciendo extensivos conocimientos sobre Dirección de actores a los estudiantes de la Escuela Internacional de Cine, y la instrumentación de talleres para adultos y la creación, en el año 1998, en su casa del taller de actuación “La terraza” con el propósito de preparar a niños y adolescentes para presentarse a las pruebas de ingreso en las escuelas de arte.
A inicios del siglo XIX, el arte, televisión y teatro cubano, pierden a uno de sus grandes exponentes. En plena etapa creativa, justo cuando se preparaba para ser el protagonista de Resurrección, un filme de Pastor Vega, la muerte sorprende a Adolfo Llauradó.
Como parte de la historia del Arte, la Cultura y la Sociedad cubanas queda una de las últimas apariciones de este gran actor, en la película Las profecías de Amanda, donde tenía el papel del esposo de Daysy Granados con quien compartió escena en reiteradas ocasiones.
Perduran además sus viscerales actuaciones en gran parte de la filmografía cubana como La primera carga al machete, Cartas de parque, El hombre de Maisinicú, Un señor muy viejo; reconocimientos que avalan la calidad de su trabajo, entre ellos, la Medalla Alejo Carpentier, la Distinción por la Cultura Nacional, el Premio de la UNEAC por Santa Camila de la Habana Vieja, el Premio de actuación del Festival Internacional de Cine de Panamá y Premio Caricato de la UNEAC a la mejor actuación por el Teleplay La Espera. Junto a esto, su pasión por la actuación, su entrega en escena, su simpatía, afabilidad y la sonrisa del actor cubano Adolfo Llauradó, hasta nuestros días, luz de la escena cubana.
Deje un comentario