En un artículo reciente, el Dr. Néstor García Iturbe, uno de los mejores especialistas cubanos en el estudio de la política exterior de los EE.UU., se refería a un libro publicado en 1953 con el título El arte de la inteligencia. Su autor, Allan Dulles, era en esa época el Director de la Agencia Central de Inteligencia y Director General de Inteligencia de los EE.UU.
El Dr. Néstor García advierte que lo propuesto y recomendado por Dulles entonces parece seguir siendo la línea de trabajo actual de los servicios de inteligencia del país vecino.
Quisiera detenerme en algunas de las recomendaciones de Dulles que tienen que ver con el campo de la cultura.
La literatura, el arte y el teatro, deberán reflejar y enaltecer los más bajos sentimientos humanos.
Apoyaremos y encumbraremos por todos los medios a los denominados artistas, que comenzarán a sembrar e inculcar en la conciencia humana el culto del sexo, de la violencia, el sadismo, la traición. En una palabra: cualquier tipo de inmoralidad.
Es interesante observar que el señor Dulles le confiere un papel importante al arte y la literatura dentro de sus planes de subversión y dominación de otros estados por los gobiernos de los EE.UU.
Los contenidos que propone van encaminados a desviar la atención de los creadores de los temas políticos y sociales y reorientarlos hacia lo banal y marginal, al reflejo de los aspectos más sórdidos del ser humano para crear una reacción de complacencia con la bajeza y el lodazal y tratar de desaparecer cualquier paradigma positivo, alentador, esperanzador, cualquier idea de cambio hacia un mundo y un ser humano mejores. Destruir los sentimientos de solidaridad, de convivencia mutuamente beneficiosa, respetuosa y enaltecedora de los mejores valores alcanzados por la humanidad en su historia, los valores que la hacen algo más que el animal primitivo.
Tendencias como el llamado realismo sucio encaja perfectamente en la propuesta de Dulles para degradarnos.
Y todo habría que hacerlo, según Dulles, ganando la conciencia de los escritores y artistas a favor de tal visión de la sociedad y del papel del arte y la literatura.
La exaltación de los peores instintos y sentimientos humanos, pensaba Dulles, influirían en la conciencia social para distraerla y adormecerla, de modo que nadie se interesara por el cambio social, asegurando así el disfrute del poder por las clases dominantes.
Dulles concedía una gran importancia a los medios de comunicación masivos como instrumento global del poder y hegemonía de los EE.UU.
Un objetivo fundamental era influir sobre la juventud. Al respecto afirmaba: Nuestra principal apuesta será la juventud. La corromperemos, desmoralizaremos y pervertiremos.
Para crear las condiciones de dominación necesarias con la exaltación de los anti-valores, Dulles propone trabajar, imperceptiblemente, sobre los funcionarios estatales para debilitar, anular o desvirtuar su función y promover el despotismo, el soborno, la corrupción, la falta de principios. La honradez y la honestidad serán ridiculizadas como innecesarias y convertidas en un vestigio del pasado.
El señor Dulles concedía una gran importancia al trabajo ideológico como herramienta de dominación. Lo que se proponía lo expresa sin titubeo: Antes que los portaviones y los misiles, llegan los símbolos, los que venderemos como universales, glamorosos, modernos, heraldos de la eterna juventud y felicidad ilimitada.
Saber lo que piensan los enemigos de los pueblos, sus intenciones y propósitos y sus modos de operar es de mucha importancia para no ser una víctima fácil de sus designios.
Vale la pena que quienes trabajan en sectores íntimamente vinculados a la esfera ideológica tengan en cuenta los propósitos enemigos para no hacerles el juego por desconocimiento.
Nuestra UNEAC tiene el declarado propósito, entre otros, de luchar contra la banalización y mercantilización de la cultura y el arte.
Nuestro José Martí, muy buen conocedor de las entrañas del monstruo por una experiencia de vida de tres lustros allí, escribió en su última carta a su amigo mexicano Manuel Mercado que todo cuanto había hecho era para evitar que los EE.UU. se apoderaran de Cuba y cayeran con esa fuerza más sobre el resto de las naciones de Nuestra América.
Martí señalaba, y esto sirve para cualquier enemigo, lo siguiente: A un plan obedece nuestro enemigo: el de enconarnos, dispersarnos, dividirnos, ahogarnos. Por eso obedecemos nosotros a otro plan: enseñarnos en toda nuestra altura, apretarnos, juntarnos, burlarlo, hacer por fin nuestra patria libre. Plan contra plan. Sin plan de resistencia, no se puede vencer un plan de ataque. (2-15)
Nota: La cita de José Martí fue tomada de la edición de las Obras Completas hecha por la Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. Al final se indica, entre paréntesis, número del tomo y de la página de la que ha sido copiada.
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