A Micaela, el primer poema publicado de José Martí


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José Martí

El poema A Micaela fue publicado en El Álbum. Periódico local, de ciencias, literatura y anuncios, de Guanabacoa, el 26 de abril de 1868, según puede comprobarse en el ejemplar que atesora el Museo Histórico de esa ciudad. Martí contaba quince años entonces y no se ha encontrado otro poema suyo impreso antes. En realidad se trata del primer texto publicado por él, pues La Patria Libre y Abdala no aparecerán hasta enero de 1869. El texto está motivado por la muerte del hijo de su mentor Rafael María de Mendive y se encuentra dedicado a la pena por la pérdida que sufre su esposa, Micaela Nin.

Las relaciones de Martí con su profesor eran muy estrechas, a partir de que un pariente suyo recomendara al padre del muchacho que lo inscribiese en la escuela primaria que dirigía Mendive. Este, admirado con las posibilidades del muchacho, después de presentarlo varias veces a premios que ganó, le dio ánimos para seguir estudios en su nuevo colegio “San Pablo”, ubicado en la propia casa en donde vivía. Las relaciones de Martí con su padre por aquel entonces eran tensas, pues apremiado por dificultades económicas quería que su hijo comenzara a ganar dinero en algún trabajo. Cosa que hizo, pero consiguiendo que lo dejasen salir temprano para poder asistir a clases.

Mendive se comprometió a sufragar todos los gastos de su educación y el adolescente fue acogido en más de una ocasión en la casa de su maestro. Allí convivió con Micaela y las hijas de Mendive de un matrimonio anterior, pues era viudo. Cuando pierden al niño, el 23 de febrero de 1869, más de un alumno se sintió motivado para escribir un poema. Y si el de Martí apareció en un efímero periódico de Guanabacoa, se debe a las relaciones de Mendive con ese pueblo, pues allí vivía la familia del suegro, en donde pasaba temporadas durante las cuales el adolescente fue a visitarlo más de una vez. Muchos años después, al escribir sobre Mendive, Martí recordará que su maestro a la muerte de su hijo “no imprimió tarjetas de duelo, sino que puso a escribir al más querido de sus discípulos, y decía en cartas sencillas 'Mi hijo Miguel Ángel ha muerto: invito a mis amigos a que concurran al entierro'”. (1)

El poema A Micaela tiene cierta corrección y mantiene un sencillo tono elegíaco, sin estridencias, a la manera de la propia poesía de Mendive. Utiliza el octosílabo asonantado, un metro básico de la lengua en el cual Martí se moverá muy bien en el futuro. El verso casi siempre fluye y la lectura resulta agradable. Sin embargo, no es un texto escrito al azar por un adolescente y en sus imágenes, metáforas y símbolos se descubre un plan coherente de indudable elaboración personal. El poema temáticamente es bien sencillo: consolación del dolor de Micaela mediante la poetización de sus lágrimas, terminando con la muy cristiana subida del niño a los cielos. Dividido en cuatro estrofas, estas se encuentran conectadas entre sí por legítimos recursos poéticos. La primera estrofa tiene catorce versos y las restantes, doce.

Manteniendo una característica usual del romance cada estrofa termina repitiendo un elemento clave. En este caso el nombre del niño: “Miguel Ángel”. Poéticamente existen otros dos elementos metafóricos referidos a las lágrimas que se entrelazan en las estrofas: “gota de rocío” y “perla”. En la primera estrofa se alude a las lágrimas “como perlas del mar”, en la segunda a “para gota de rocío”. Y en la tercera es el propio Miguel Ángel “la perla de tus sueños”. En la cuarta estrofa se repiten, unificándolas, ambas metáforas. En lo anterior es evidente la influencia poética de Mendive. Precisamente La gota de rocío es el título de su más conocida obra. Y en esa composición podemos encontrar las siguientes repeticiones: “la diáfana gota de leve rocío”, “la perla más blanca que vierta la aurora”, “tras gota apacible de suave rocío”, “cual rueda esa perla del cielo caída”. Más que una mera influencia, ¿no estaría ofreciéndole Martí un homenaje a la poesía de su maestro?

En el único comentario crítico que hemos encontrado sobre el poema, Caridad Atencio alude al “repiqueteo de la estructura paralela en varias estrofas —con imágenes de tono menor”. (2) Este juego de estrofas lo hallamos entre la primera y la tercera con dípticos de igual comienzo: “Y lamenta su desgracia, / Y recuerda sus afanes” // “Y en el aire que respiras,”/ “Y en las hojas de los árboles”. Otro paralelo que va apuntalando una meditada estructura ocurre entre la segunda estrofa y la cuarta con los versos “La imagen de tus delirios; / La noche de tus afanes, / El alma de tus amores”, repetidos casi idénticamente ya casi al final. Otra relación ocurre entre la segunda, la tercera y la cuarta estrofa. En las dos primeras introduce, respectivamente, los vocablos “ángel” y “nubes”. Con ellos se redondeará, en la cuarta, el simbólico ascenso del niño a los cielos. Otorgando nuevo movimiento sintáctico al esquema seguido, en la última estrofa es donde aparecen únicamente interrogaciones y admiraciones, con lo que enfatiza el hasta entonces suave fluir del poema. Aquí utiliza formas apelativas que luego serán identificables en su poesía posterior. Con lo dicho no queremos demostrar excelencias notables del texto, sino argumentar que en el adolescente de quince años ya existía un decidido pensamiento poético al elaborarlo, confiriéndole relieve a un tema más bien manido.

Si el Romanticismo de Mendive siempre se ha considerado dentro de un registro menor, más sencillo, discreto, que va a influir posteriormente en Zenea y Luisa Pérez de Zambrana, indudablemente la voluntad del adolescente en este poema fue mantenerse dentro de sus cánones, como homenaje afectivo a su querido profesor. Esto se verifica también en la presencia de una naturaleza nombrada, pero no penetrada, una característica que pronto Martí transformará en ímpetu subjetivado. Vaya aquí, a modo de ejemplo, la última estrofa del poema:

¿Pero no ves, Micaela,

Esa nube y esos ángeles?

Mira! No ves cómo suben?

¿Los ves? ¿Los ves? ¡Triste madre,

Ya se llevan a tu hijo

De tus delirios la imagen;

El alma de tus amores,

La noche de tus afanes,

Pura gota de rocío,

Linda perla de los mares!...

¡Llora! Llora, Micaela

Porque se fue Miguel Ángel! (3)

A partir de 1868 el adolescente iniciará un proceso de rápida maduración. El comienzo de la insurrección armada independentista, el 10 de octubre, lo incita a comprometidas publicaciones como El Diablo Cojuelo y Abdala, en enero de 1869. Los sucesos del Teatro Villanueva, cuyo propietario era tío de Micaela, hacen que Mendive se traslade con su familia a Guanabacoa. Allí lo toman preso, acusado de colaborar con los insurgentes, el 28 de enero. Martí acompañará a Micaela en sus visitas a la cárcel, en el Castillo del Príncipe, hasta que su profesor, mentor y amigo es deportado a España el 15 de mayo.

En octubre, junto con Fermín Valdés Domínguez, le escriben a un antiguo compañero de aulas que se había enrolado en el fatídico Cuerpo de Voluntarios: “no puede faltar a su patria ni a sus deberes como cubano un discípulo de Rafael María de Mendive”. Apresados y juzgados al encontrar esta carta en un registro policíaco, los someten a juicio. Martí con su ardorosa palabra consigue que se le imponga el más duro castigo. Así ingresa en el presidio político, exactamente dos años después de haber publicado su poema A Micaela. Atrás han quedado ya las expresiones de una adolescencia atormentada y luminosa a la vez.

 

NOTAS:

 

(1)   Martí, José.  Obras completas. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1991, t. 5, p. 401.

(2)   Atencio, Caridad.  Génesis de la poesía de José Martí. San José, C.R., EUNED-CEM, 2005, pp. 33-34.

(3)   “A Micaela”, en José Martí. Obras completas. Edición crítica. La Habana, Centro de Estudios Martianos, 2007, t. 15, Poesía II, pp. 53-54.


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