A 190 años del natalicio de Joaquín Lorenzo Luaces


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Joaquín Lorenzo Luaces nació en 1826.

Siempre me llamó la atención la poesía de este bardo cubano. Murió un año antes del inicio de la Guerra de los Diez Años, y mostraba una sincera cubanía que se desprendía de sus poesías eróticas, de sus romances y en otros poemas, aunque utilizara evocaciones grecolatinas procedentes de los conocimientos adquiridos en los estudios realizados.

Dicen que estudió latinidad en Puerto Príncipe. Posteriormente, se graduó de Bachiller en Artes en los Seminarios de San Carlos y San Ambrosio y de Bachiller en Jurisprudencia en la Real Universidad de La Habana. No pudo concluir sus estudios de Licenciatura en Filosofía y Letras y de Derecho Civil, por problemas de salud.

Gustaba el poeta de participar en las distinguidas Tertulias literarias y científicas de Felipe Poey, en 1848 y colaborar con distintas publicaciones de la época, como Brisas de Cuba, Floresta Cubana, Revista Habanera, entre otras.

Escribió a los 28 años, en 1854, un gran y largo poema, A Cuba, con más de tres mil versos endecasílabos, distribuidos en cuatro cantos de cien octavas reales cada uno.

Don Aurelio José Miguel Isamat, considera este texto de carácter heroico-mitológico, una gran obra maestra en su Parnaso Antillano.

Recibió Luaces, en 1859, el Premio del Liceo de La Habana por su oda A Ciro Field, en referencia a la inmersión del cable submarino.

A lo largo de su corta vida, también compuso piezas teatrales, que podríamos comentar en futuros trabajos, distinguiéndose: El becerro de oro, una comedia de ambientación cubana; su drama El mendigo rojo y su tragedia Aristodemo.

Era muy enfermizo. Se retiraba a la Isla de Pinos a convalecer de sus dolencias.  Su precaria salud, le robó muchos años de vida. Murió a los 41 años de edad.

Recuerdos de la infancia, es un soneto que recoge esos sentimientos que lo embargaban cuando en sus años infantiles, corría por los verdes paisajes:

Estos los campos son donde corría
hollando flores de exquisita esencia;
este monte que forma una eminencia
me vio cuando al insecto perseguía.

Este mamey sus frutos ofrecía
a mi pueril y cándida impaciencia,
y en campestre y feliz independencia
miré en sus troncos reflejarse el día.

En aquel techo de sonante guano
me inspiró Rosa mi primer cariño
medio rústico y medio cortesano...

¡Oh campos, al mirar tan verde aliño
el joven corazón me late ufano!
¡Hombre os bendice el que os amaba niño!

Como se puede apreciar, cantaba a su campiña.

Pero algo muy interesante es que fue muy amigo del poeta José Fornaris, criollista, autor de Cantos del Siboney; a tal punto que, junto a él, dirigió la Revista Literaria La Piragua y preparó y editó en 1858 la segunda antología que lleva el nombre de Cuba Poética. Vale recordar que Fornaris defendió la independencia de Cuba hasta que, hostigado por el gobierno colonial, tras el inicio de la Guerra de los Diez Años, partió al extranjero, en 1870. Fornaris, fue el autor de La Bayamesa.

Aún en las poesías eróticas de Joaquín Lorenzo Luaces, podemos hallar referencias al tema cubano y aquí los últimos dos tercetos del soneto Tu falta:

Turgente seno de marfil y grana,
voz que remeda en lo melifluo al canto,
pie vaporoso, recogido y breve...

Pues ¿qué te falta para ser cubana?
¿Qué te falta? ¡Ay de mí! ¡Que un amor santo
haga latir tu corazón de nieve!

Un grupo de romances deleitables, adornan la obra de este creador. Su poema lírico Anacreónticas Cubanas, consta de 83 romances deliciosos, algunos muy breves, como éste titulado Pájaros y Besos, que dice así:                                                                                                          

Por un turpial sonoro

me dio mi Lola un beso

por una tojosita

catorce bien me acuerdo.

el lindo tocoloro

que aprisioné en el cedro,

valióme tres docenas

y cuatro más de premio

más hoy que un zunzuncito

en esta jaula llevo

¿no es justo que reciba

cincuenta por lo menos?

Por supuesto, no es solo de esto de lo que se habla de Luaces en diversos estudios realizados.  Sus poesías más antologadas, son aquellas que contienen evocaciones grecolatinas, que van dejando atrás el romanticismo y que las distinguen antecedentes del parnasianismo que florecerá después. 

Prueba de ello, es su soneto La muerte de la bacante, que destaca la pasión concentrada, junto a la perfección formal y que ofrezco a continuación:

 

(Para servir de argumento a un cuadro)

Erigone en desorden la melena,

De Venus presa, con ardor salvaje,

Oculta apenas en el griego traje

Los globos de marfil y de azucena.

 

El seco labio que el pudor no frena

Del lienzo muerde el tempestuoso oleaje,

Y rasgando el incómodo ropaje

Besa y comprime la tostada arena.

 

Ebria de amor, frenética de vino,

En torno extiende la febril mirada,

Mal tendida en las piedras del camino.

 

Y al contemplarse sola, despechada

Se oprime el pecho, con rumor suspira,

Cierra los ojos, y gozando expira.

Otras obras admiradas por la crítica, y que aparecen en importantes colecciones, son Oración de Matatías, y Caída de Misolongi, esta última, escrita treinta años después de la inmolación histórica de dicha urbe.

Como diría el profesor Raimundo Lazo, hay en Luaces “el presentimiento de una nueva época, social, política y literaria”.

En este fragmento de Oración a Matatías, se perciben los anhelos colectivos de libertad que ya embargaban las almas cubanas aún antes que nuestro gran Héroe Nacional concretara su gigantesca obra:

¡Dadnos, dadnos Señor, un varón fuerte                

según nuestro deseo,

como el intonso que llevó la muerte

y el fuego y el terror a Filisteo!

Pronto, muy pronto, entre clamor inmenso,

relucirán las teas...

la misma diestra que te ofrece incienso,

armada se alzará. ¡Bendito sea!

Un texto que siempre me impactó fue el titulado El trabajo, donde el poeta expresa cómo esa fuerza creadora es capaz de convertir en mar, el arroyuelo humilde y con férreos puentes domar los abismos y qué decir de estos concluyentes versos, que sentimos tan cerca y de consciente moralidad:

Todos, todos unidos

en el Congreso universal alcemos

al trabajo tenaz himnos triunfantes

¡Ningún reposo obreros! Inflexibles

prosigamos con alma decidida

la ruta comenzada…

Esta obra recibió, algunos días después de su muerte, el Primer Premio de los Juegos Florales del Liceo de La Habana.

Nada creíbles aquellos criterios: “que era Luaces, poeta de gabinete”.

Era un poeta cubano, que aunque no se vinculó directamente a la lucha anticolonial, amó sinceramente a la Patria que le vio nacer y dejó imborrables páginas de fidelidad y amor.


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