“Volando en brazos del pájaro solitario”. Casi todos de mis recuerdos de Zaida del Río


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Los acercamiento a los textos sobre la pintora cubana Zaida del Río (Guadalupe,  Remedios, Villa Clara, Cuba, 1954) ofrecen, casi de forma unánime, un par de aseveraciones que no por repetidas dejan de causar asombro; primero su capacidad de asumir el arte desde diferentes manifestaciones: pintora – de caballete y muralista- dibujante e ilustradora, grabadora, ceramista, decoradora escénica[1], escultora, poeta y cantante. La segunda afirmación versa sobre su capacidad para mostrar, desde siempre y hasta hoy, la expresión de la naturaleza, del campo cubano, su belleza y espiritualidad.

Si bien no pretendo alejarme de estos dos aspectos, conocidos y aceptados por los que han estudiado su trabajo, creo justo intentar organizar mi memoria sobre Zaida del Río, las circunstancias que me condujeron a conocer su obra y confraternizar con su sensibilidad intensa, mutante, profunda y explosiva.

En 1988 cuando realizaba las investigaciones para lo que después fue mi tesis de licenciatura de Historia del Arte, hice una parada sostenida en la obra de Zaida. La investigación que se centraba en el proyecto Telarte, me acercó a las propuestas de la artista para las ediciones  I, II, III; desde entonces pueden constatarse sus versiones de la flora; en este proyecto, adaptadas a la necesidades del diseño textil, sin resultar ni copia de la naturaleza, ni de su propia obra, logrando un acertado trabajo de adaptación de su lenguaje plástico al diseño. En 1989, cuando presenté mi tesis, lo hice con un vestido confeccionado con un textil de Telarte que no podía ser de otra artista, sólo de Zaida del Río.

En esta fecha, Zaida ya había realizado sus estudios especializados;  en 1974 se había graduado de la Escuela Nacional de Arte (ENA), había pasado por el Instituto Superior de Arte (ISA) y se había graduado en la Escuela de Bellas Artes de París (L’Ecole des Beaux Arts). En la década del 80 del siglo XX – quizás uno de los momentos más paradigmáticos para la historia del arte cubano- Zaida del Río era una artista con más de una década de trabajo sostenido en el escenario de la plástica cubana, había pintado, dibujado, ilustrado y realizado grabados, destacándose por su habilidad técnica para la litografía y el grabado en metal.

Las exposiciones personales que realizó entre las décadas del 70 y 80 del pasado siglo, muestran el trabajo de una artista que ha invertido años en perfeccionar la representación del cuerpo humano, especialmente femenino, y en establecer un lenguaje propio, reconocible, especialmente por ser la expresión en una sensibilidad auténtica, por la exquisitez y precisión de la línea y una particular forma de entender y extender el color sobre la superficie.

En 1982 expone en la Galería Habana Enfermedad de caballos y en 1988, en el Centro Wifredo Lam, La Habana, Corazonadas, en estas fechas ya había realizado al menos cinco exposiciones personales; me detengo en estas, por la importancia de los temas y la definitiva concreción de su lenguaje, presente en ambas muestras y marcando desde el inicio de su carrera, el interés por el drama humano, la capacidad de convertir las experiencias personales en motivo de su creación y la facultad de crear su obra a partir de una clara intensidad emocional que resalta la fuerza simbólica de los personajes.

Gran parte de su quehacer depende de la expresividad de la línea, los elementos lineales crean una estructura y sobre esta coloca las manchas de color, ambos elementos se relacionan en una dinámica eficaz y orgánica, complementándose y creando  espacios de ocultamiento y protagonismo de cada uno de ellos. La complejidad de las composiciones y la intrincada trama de líneas y colores que se superponen ha provocado que se hable de “barroquismo” en su obra, especialmente en su pintura; pero esta no ha sido su único lenguaje plástico.

La abundancia de formas entrelazadas puede asumir o no el color, especialmente muchos de sus grabados muestran una sobriedad en este aspecto[2]. La referencia utilizada por David Mateo Núñez en el libro Incursión en el grabado cubano. 1949-1997, ofrece una litografía del año 1999; la estampa está solucionada sobriamente en blanco, negro y gris y ya aparecen junto a una cabeza profusamente decorada, las reconocibles mujeres-pájaros, emergiendo en medio de la vegetación[3].

La tan citada solución “barroca” de sus pinturas y dibujos convive con un exclusivo sentido de la sobriedad, figuras solitarias en medio de fondos apenas trabajados o conjunción de figuras tratadas apenas sin color,  definidas a partir del discurso lineal y  la propia dinámica de las líneas. En esta zona de su arte ubico un par de dibujos cuyos recuerdos me acompañan persistentemente: “Pájaro solitario”, una excelente acuarela que ocupaba el austero dormitorio de la diseñadora Marielena Molinet. En esta un pequeño pájaro (creo recordar un colibrí) se sostenía en pleno vuelo, delicadamente solucionado en tonalidades rojas y negras, el color parecía posarse sobre las líneas y el ave volaba incansablemente, rodeado de todo el espacio en blanco. Siempre supuse que sería una especie de retrato de Marielena y a la vez la simbolización de la resistencia y el esfuerzo. La segunda imagen se refiere al dibujo “A veces se hace muy pesado”, donde una mujer inclinada sobre el peso de un gran corazón, arrastra  o quizás soporta el órgano – símbolo del amor- a manera de piedra de Sísifo. La intensidad del dibujo radica en la ejecución del mismo a partir de mínimos recursos, la figura, aparentemente abrumada, se sostiene en medio de la nada en blanco del soporte; desnuda e insistente. Ambos dibujos hablan de la capacidad de resiliencia, de la búsqueda personal y la facultad de resurgir, aspectos que forman parte de la vida Zaida del Río y que han servido como símbolos e iconografía en toda su obra.

La artista ha incursionado en múltiples temas, entre los que se destacan el entorno rural, los personajes circenses y de la Comedia del Arte[4], los caballos,  la simbología del Tarot y los signos zodiacales, a los que se hace referencia en la muestra Conversaciones, del año 1985, realizada en Galería Habana, y al que ha vuelto en diferentes ocasiones. A inicios de los 2000, se imprimieron las serigrafías sobre los signos zodiacales, entre estas se destaca la referida al signo Acuario, exquisita síntesis entre dibujo y color e inclusión de la figura masculina como protagonista; representa a Acuario como una figura masculina que vierte el agua contenida en dos ánforas, undécimo arquetipo zodiacal que encarna la cooperación, la fraternidad y el desapego a lo material.  

Las mujeres-pájaro, quizás  es la zona más conocida y promocionada de su obra, además puede añadirse la inclusión de figuras y temas referentes a la cultura árabe e hindú, la presencia del pavo real[5] como elemento protagonista y las temáticas referidas a la religiosidad, donde se destaca el tratamiento de las religiones sincréticas cubanas, especialmente la santería o Regla de Ocha y lo que pudiera constituir un macro tema que atraviesa toda su producción, el tratamiento de la figura humana como centro de su obra, la representación de mujeres y hombres captados desde su sensibilidad y expresados en su intimidad provocadora, sensual y erótica.

Estas zonas temáticas no constituyen camisas de fuerza, conviven, se mezclan e interactúan según los intereses de la artista y la necesidad de expresar determinados mensajes en las obras.

Son las mujeres-pájaros la temática más conocida de Zaida del Río. Esta zona de su creación ofrece una visión de la mujer en simbiosis con las aves y se ha convertido en su tema recurrente, aunque vale apuntar que el recurso del uso de las cabezas o máscaras de pájaros puede también relacionarlos con cuerpos masculinos, como da fe la pieza  El Cielo de 1997[6], obra expuesta en Galería Espacios, producción de Proyecto Espacios, Madrid, España, 2005.

Ciertas referencias críticas colocan las creaciones de las mujeres-pájaros relacionadas con las figuraciones religiosas sincréticas cubanas, específicamente la santería, pero más allá de la simbología religiosa, estas creaciones de mujeres con cabeza de pájaro, largos picos y ojos almendrados, dialogan con la esencia más ancestral del símbolo del ave; el vuelo como evocación del alma, la facultad de comunicarse con los dioses, el ascenso a los cielos a través de la espiritualidad y la imaginación. Las cabezas de pájaro superan el acto de colocación de una máscara, para trasmutar  sus figuras en guías espirituales, espíritus tutelares de protección y trascendencia.

Por más de veinte años ha podido percibirse la imbricación de todas estas zonas de creación, la presencia del pavo real puede estar plasmada en piezas que denotan su interés por la cultura de la India y  las figuras religiosas emergen del paisaje, las aguas, las ramas y conviven con las mujeres pájaros como se puede apreciar en los trípticos Ochún, 1997, Santa Bárbara, 1995 y San José, 1995.[7]

En estas producciones referidas al tema religioso, desarrolla una técnica que permite descubrir ese llamado “barroquismo”, presente en muchos de sus dibujos y pinturas. Cubre todo el espacio del soporte, convirtiéndolo no en una superficie pintada, sino en una extensión cubierta de formas y tonalidades, trasmuta la obra en un perímetro dotado de textura, color y líneas, provocando la sensación de un estampado que convierte la extensión de la cartulina en una especie de “superficie enriquecida”, de aspecto recargado y fondos intrincados. Esta técnica le permite trabajar la obra profusamente y colocar las manchas de color extendidas, conviviendo con el dibujo, complementándolo, pero nunca contenidas por la línea.

El siglo XXI recibe a una artista madura, con una obra consagrada y sólida,  sobre ella inciden una amalgama de influencias espirituales, los santos católicos, la religión budista, la religiones afrocubanas,  su paso por Egipto, sus viajes a Europa y su pasión por artistas de Latinoamérica  como Frida Kahlo. La tradición del campo cubano, sus leyendas, la mística católica y la veneración al cuerpo humano se funden en su narrativa pictórica y se expresan a través de criaturas enigmáticas de delicadeza mágica.

En sus más recientes pinturas prevalecen los entramados lineales y el estallido del color. Su obra se vuelve cada vez más personal, una manera de abordar retratos interiores que captan su intimidad y se desplazan en un registro entre dramático y tierno. Aunque ha preferido el  fluir de la pintura y la línea gestual y libre no desecha la esmerada atención en los detalles y el dibujo exquisito. En estas piezas todo está en movimiento, incluso si las figuras parecen estáticas. Las mujeres-pájaros y otras imágenes de cuerpos o fragmentos de cuerpos femeninos se solucionan a partir de una verticalidad enfática y vigorosa.

Cuando parecía que todo estaba dicho, en 2018, Zaida del Río sorprende con nuevos intereses temáticos y técnicos. La exposición “Todo empezó en la sorpresa”, realizada en la Galería Orígenes del Gran Teatro de La Habana, Alicia Alonso; mostró un giro temático en la producción de la artista. Si bien había incursionado con anterioridad en la figura masculina, por primera vez dedicó una muestra a la temática del homoerotismo. Las veintiuna pinturas realizadas al óleo, acrílico y con técnicas mixtas experimentaban en el universo del amor y la sensualidad masculinos. De vuelta a los grandes formatos y la prevalencia de la línea aguda y penetrante, ofrece su versión más personal del amor masculino y su solidaridad con la comunidad LGTB cubana.

Esta creadora incansable comparte su tiempo de creación entre la pintura y el dibujo, manifestaciones a las que añade su interés por la escultura. La decoración de cerámica, la incursión en el diseño escénico, el paso por el body art y las propuestas performáticas han demostrado su interés en la tridimensionalidad, que ahora explora en sus obras escultóricas. Los bronces producidos por R.U.N. Art Foundry, Miami, Estados Unidos, factoría de arte especializada, entre otros rubros, en la producción de esculturas de bronce; vuelven a colocar a las mujeres-pájaros en el centro de su quehacer. En pie, dispuesta a alzar el vuelo o sedente, casi reclinada sobre una  hoja a manera de barca, estas criaturas se rodean de la naturaleza y se insertan en ella. Con sus recientes esculturas - como lo hizo antes con las piezas de cristal de murano- sensuales y exquisitas, Zaida del Río demuestra que siempre regresa a la vida, al vuelo y a la belleza.

Acudo a dos recuerdos más sobre la huella de Zaida del Río en mi memoria, estas confidencias compartidas son el testimonio de su paso en mí. Rememoro una entrevista que leí en la década del ochenta en la revista cubana Somos Jóvenes, la pintora contaba como a los veinte años pensaba que la felicidad consistía en montar la montaña rusa, pero en ese entonces – la recuerdo como una hermosa mujer de treinta y tantos- creía que la felicidad era poder comprar flores sin tener que hacer cola. Hoy día, mucho mayor que Zaida en aquella época, recuerdo este pasaje de mis lecturas de estudiante cada sábado, cuando al amanecer acudo a la misma florera, para colocar en mi casa –donde he compartido vecindad con Zaida por más de dos décadas – girasoles, azucenas y lirios, convencida que llevo la felicidad entre las manos.

En 1994, acudí al estreno de Terriblemente Inocente con la doctora Adelaida de Juan; en el primer balcón del Gran Teatro de La Habana, sentada junto a quien fuera  una de las más reconocidas críticas e historiadoras del arte en Cuba, disfruté de la danza de las mujeres-pájaros, las que encontré años más tarde en las palabras de mi profesora, plasmadas en su decir sobre Zaida del Río, como quien conoce y comprende, valora y acompaña:

       “(…) Sentir en y a través del cuerpo se ha convertido en el hilo conductor de la obra de Zaida del Río. Representa el cuerpo como la forma que contiene y ofrece la potencialidad de la expresión. Su fuerza no es de superficie sino que exige una sostenida y reflexiva contemplación que ha de convertirse en aprehensión de sus potencialidades. En sus obras más logradas, tal exigencia se hace imperativa sin aparentarlo. El elemento telúrico que late en Zaida aflora en sus momentos de mayor intensidad: ellos constituyen, para bienaventuranza nuestra, una profunda ganancia espiritual. [8]

Como quien supo conocerla y comprenderla, Adelaida de Juan dejó plasmada la esencia de la obra de Zaida, y la propia sensibilidad de esta mujer, ligada a la vida, puente permanente entre la tierra y el aire, vehículo para el vuelo e inspiración para los sueños.

 

[1] Diseños de escenografía, vestuario y  maquillaje para el ballet “Terriblemente inocente”, coreografía de Lídice Núñez, Gran Teatro de La Habana, 1994 y diseño del telón para el ballet “Umbral”, 2000, coreografía de Alicia Alonso, La Habana.

[2] La obra de Zaida del Río forma parte de importantes colecciones cubanas e internacionales, el Museo Nacional de Bellas Artes, El Consejo Nacional de las Artes Plásticas y La Casa de las Américas, en Cuba, se encuentran entre los más importantes  coleccionistas institucionales de su obra. Casa de las Américas atesora tres grabados de la artista que evidencian su paso por el premio La Joven Estampa y su voluntad de donación la colección Arte de Nuestra América Haydee Santamaría; “Sueño”, 1983, Litografía y “Ángel”, 1983, Litografía y “La dueña del viento”, Serigrafía, 2000.

[3] Zaida del Río, S/T, 1999, litografía, 72x50,2 cm. Ver en David Mateo. Incursión en el grabado cubano. 1949-1997. Artecubano Ediciones, La Habana, 2001, p. 80 y p.92.

[4] Sobre el tema de los personajes circenses y la Comedia del Arte, rememoro otra de las piezas que pertenecieron a la colección de Marielena Molinet. Dos obras sobre soporte de cartulina, realizadas a la manera de friso - ¡nunca deja de asombrarme la capacidad de Zaida del Río para aprovechar al máximo el soporte!,- mostraban una serie de figuras ataviadas con imaginativos trajes y colocadas en actitud de marcha. En estas piezas la línea se perdía bajo el peso de la tempera, las manchas lograban  estructurar los cuerpos y los atavíos evidenciaban una aguda observación del vestuario escénico, conjugando colores, texturas y accesorios, plenos de imaginación y belleza.

[5] Zaida del Río, Mujer pájaro y Sarawasti, 2008. Serie Pavo Real, mixta sobre tela, 50,7x38,4 pulgadas, catálogo Mujeres con alas, exposición bipersonal Zaida del Río y Alicia Leal, Barrio Workshop, Miami, Estados Unidos.

[6] Zaida del Río, El Cielo, 1997, técnica mixta sobre cartulina, 76x 55 cm en el catálogo Zaida del Río, Estudio Zaida del Rio, Oficios no. 6, La Habana, Cuba y en catálogo de la exposición inaugural de  Galería Espacios, Madrid, España, 2005 de Proyecto Espacios (PE), La Habana, Cuba.

[7] Zaida del Río, Ochún, 1997, tríptico, técnica mixta sobre cartulina, 210x90 cm, Santa Bárbara, 1995, tríptico, técnica mixta sobre cartulina, 210x53 cm y San José, 1995, tríptico, técnica mixta sobre cartulina, 210x53 cm en el catálogo Zaida del Río, Estudio Zaida del Rio, Oficios no. 6, La Habana, Cuba.

[8] Adelaida de Juan en catálogo Zaida del Río, Estudio Zaida del Rio, Oficios no. 6, La Habana, Cuba.

 

 


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