La luz, el color y el movimiento fueron puntos de partida para la obra Julio Le Parc. Este argentino universal devino a fuerza de empeño y talento un referente ineludible en el arte internacional en el momento en el que el arte latinoamericano protagonizaba tendencias y comenzaba a expandir su radio de acción en otras geografías. La corriente óptico-cinética no hubiera alcanzado el impacto mundial que tuvo sin el aporte de artistas latinoamericanos como Le Parc, Carlos Cruz Diez, Jesús Soto y Rogelio Polesello, entre otros.
En medio de contextos revulsivos de finales de los sesenta en sus países de origen, y ya residiendo algunos en Europa, se transitó de la abstracción a lo cinético orgánicamente. Y si bien sus búsquedas los llevaron desde el plano a lo tridimensional, fue el espacio, la arquitectura, los emplazamientos de muchas de sus propuestas lo que definió una relación otra con el espectador, en tanto implicaba que este experimentara, se relacionara con las obras, completándolas en cierta medida; ya sea de forma activa –desplazándose alrededor, ´´penetrando” a través de ellas- o por el movimiento óptico en nuestras retinas. Así, desde las pinturas y grabados, las esculturas, móviles continuos o los penetrables, Le Parc buscaba al espectador una y otra vez, para probar sus límites físicos, fundirlo en el arte.
Cuando en el 2009, la Casa de las Américas concibió su Año Cinético, Julio Le Parc fue elegido para cerrar las acciones de todo un año dedicado a la promoción y puesta en valor de la corriente óptico-cinética en la Isla. La muestra Le Parc. Lumière en la Galería Latinoamericana de la Casa fue pues el reencuentro de las nuevas generaciones de cubanos con la extraordinaria obra de este creador. Se mostraron en aquella ocasión instalaciones que no habían sido exhibidas en Cuba, en sus visitas anteriores en los años setenta y ochenta. Recordar que Le Parc no solo realizaría dos muestras en la Casa, la primera en 1970 y segunda en 1981, si no que participaría de forma activa como artista invitado a los Encuentros de Plástica Latinoamericana de 1972, 1973 y 1979, y ya luego en la Bienal de La Habana en los ochentas. Volver a la Casa de las Américas en 2009 fue entonces un reencuentro de Le Parc con nuevos públicos en la Isla como seguro, también ahora ha sucedido, catorce años después, en la muestra Regreso de Galería Continua en su sede de la calle Rayo, en La Habana.
Regreso incluye una treintena de piezas entre dibujos, grabados, pinturas e instalaciones que abarcan desde 1959 a 2023 lo cual constituye una oportunidad única de acceder como conjunto al quehacer sostenido de este creador. Destacan pues Esfera roja (2001-2013), una instalación de cerca de cinco metros de altura, suspendida en el centro de la galería, que sorprende por su impecable montaje y la iridiscencia de la luz al reflejarse en los fragmentos de plexiglás rojo. Asimismo, cerca de esta, encontramos tres conjuntos de obras en pequeño formato: los gouaches (1959); una carpeta de hojas coloreadas (1971) y un conjunto de serigrafías pertenecientes a la serie Alquimia (2022). La presentación de estos conjuntos pone de relieve cómo a lo largo de su carrera Le Parc muchas veces ha realizado apuntes, suerte de estudios o proyectos que luego pueden o no trasmutar al lienzo o lo escultórico, y que tienen igualmente gran importancia. De hecho, en la segunda planta de la galería se incluyen varias pinturas recientes, en acrílico y de gran tamaño, de la serie Alquimia (2023). Esta serie que comenzó en 1988, “a partir de pequeños bocetos inspirados en observaciones fortuitas y casuales que, poco a poco, se fueron materializando”, sigue hasta hoy como parte de un ejercicio de investigación constante, de búsqueda en lo formal, las variaciones cromáticas, su impacto en la percepción humanas.
A sus 95 años, Le Parc mantiene sus ojos abiertos a la sorpresa y nos brinda la posibilidad de participar, de ser a un tiempo espectador y co-autor de sus obras. Y si Le Parc está de regreso otra vez en La Habana, solo nos queda disfrutar de la experiencia.
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