Palabras de Abel Prieto en la inauguración del Simposio “Prohibir libros negros, silenciar voces negras. El Apartheid en los Estados Unidos”, el 5 de diciembre de 2024, Sala Che Guevara de la Casa de las Américas.
Bienvenidas y bienvenidos a la Casa de las Américas. Les agradecemos mucho que hayan pensado en nuestra institución para trabajar juntos en este evento tan importante. Y les agradecemos en particular que nos visiten en estos momentos.
Nuestro pueblo vive tiempos muy difíciles, y el hecho de que ustedes hayan venido ahora a Cuba tiene un gran significado y un gran valor para nosotros.
El querido amigo DeWayne Wickham me comentó que, mientras ustedes esperaban en el aeropuerto para salir hacia La Habana, vieron la noticia en CNN de que Cuba estaba en apagón total. Entonces DeWayne les preguntó qué debemos hacer, y todos ustedes respondieron de manera unánime: “vamos para allá”.
Gracias de nuevo por su confianza y por su solidaridad.
En Cuba aprendimos a diferenciar muy pronto los auténticos sentimientos del pueblo estadounidense de la hostilidad de los sucesivos gobiernos de EE.UU.
El 4 de julio de 1959, Día de la Independencia de los EE.UU., la Casa de las Américas hizo su primera actividad pública con un concierto donde participaron músicos cubanos y uno estadounidense. Y donde también actuó un barítono afroamericano, William Warfield, una figura muy reconocida.
Ese acto inaugural refleja cómo se ha visto desde esta institución el vínculo con la auténtica cultura de los EE.UU., como algo que nos concierne profundamente.
Nuestro pueblo quiso y admiró mucho al Reverendo Lucius Walker y a los integrantes de los Pastores por la Paz. A grandes figuras de la cultura como Harry Belafonte, como Danny Glover, como la gran escritora Alice Walker, que estuvo en enero de este año aquí, en la Casa, y fue condecorada con la Medalla Haydee Santamaría.
Nunca en Cuba hemos confundido una política gubernamental agresiva, realmente implacable, con el pueblo de los Estados Unidos.
Cuando yo estudiaba en la Universidad, hace más de 50 años, mis compañeros y yo veíamos con mucha simpatía a la Brigada Venceremos, formada por jóvenes norteamericanos que venían a cortar caña y a traernos un mensaje de amistad y solidaridad.
La cineasta estadounidense Estela Bravo, que se hizo cubana, hondamente cubana, formó parte de la familia de la Casa. Al igual que otra gran artista estadounidense, Barbara Dane.
En la Editorial de la Casa se publicaron autores afrobrasileños y afrocolombianos a mediados de los sesentas. Del mismo modo, obras esenciales de autores caribeños se editaron y difundieron a partir de esos años.
Y en 1966 la revista Casa publicó un número especial dedicado a “Afroamérica” (como el programa de estudios que dirige la investigadora Zuleica Romay). Ahí aparece un texto de W.E.B. Du Bois, titulado “Los combates espirituales de los negros de Norteamérica”, que es un fragmento del libro Las almas del pueblo negro, que se publicaría en Cuba años después por la Fundación Fernando Ortiz. Du Bois visitó Cuba en la década de los años 40 del siglo XX y conoció, incluso, a Fernando Ortiz. Esa revista incluye fragmentos de un discurso de 1965 de Malcolm X y textos de autores como Fanon, Aimée Cesaire y Jacques Roumain.
La Casa organizó, además, en 1981 y 1984, dos eventos dedicados a analizar las comunidades afroamericanas, chicanas, puertorriqueñas, cubanas, en los EE.UU. A esos eventos vinieron representantes de estas comunidades y estudiosos de sus culturas.
El Centro de Estudios del Caribe se creó en 1979, y está dirigido por la doctora Camila Valdés León. En 2009, nació el Programa de Estudios sobre Latinos en EE.UU., que dirige el doctor Antonio Aja. Y, en 2015, el ya mencionado sobre Afroamérica.
Todos estos antecedentes explican la acogida que dimos de inmediato a la propuesta que nos hizo el querido amigo De Wayne de realizar aquí este Simposio.
Como les expliqué a De Wayne y a la decana Jackie Jones en nuestros encuentros preparatorios, en Cuba luchamos permanentemente contra todo vestigio de racismo y de discriminación racial, contra el machismo, contra la violencia que se ensaña en la mujer, contra la homofobia.
Hay programas que se chequean periódicamente por el presidente de la República para debatir este tipo de fenómenos, que están, sin dudas, en las antípodas de los valores que defendemos.
En estos días hemos estado presentando en Cuba un libro muy valioso, Fidel y la Cultura, compilado por Luis Morlote y Elier Ramírez, que recoge intervenciones de Fidel ante escritores, artistas e instructores de arte. Ahí están las valoraciones que hizo Fidel sobre el tema del racismo cuando, en un Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, varios actores negros le hablaron del tema.
Fidel explica cómo él y los demás compañeros de la dirección de la Revolución pensaban que, eliminando las bases institucionales del racismo, abriendo a todo el pueblo las playas exclusivas, y dando a todos por igual las mismas oportunidades, acceso a empleos dignos, educación, acceso a las universidades, el problema del racismo se iría solucionando. Sin embargo, había desventajas históricas, diferencias entre los niños negros de familias pobres y los hijos de profesionales, que habitaban en viviendas de mejores condiciones, que tenían repasadores que los ayudaban en la preparación para los exámenes, y estas circunstancias no favorecían una verdadera igualdad de oportunidades.
A partir de ahí, Fidel empezó a pedir el dato del color de la piel en todos los programas de lo que él llamó Batalla de Ideas, para los instructores de arte, para los trabajadores sociales, y emprendió planes específicos para esa zona de la población más necesitada de ayuda. Planes que hoy, en medio de todas las dificultades cotidianas, continúan con el trabajo que se viene haciendo en la restauración material y espiritual de barrios y comunidades.
Como les dije a DeWayne y a la decana Jones, en Cuba hemos alcanzado una madurez de nuestra política cultural que nos permite abordar todos los temas de una manera muy transparente. Temas, que, en otras épocas fueron como tabúes.
Uno de ellos es el tema de los creadores emigrados. Ya hemos hablado de esto en los eventos de Nación y Emigración que se organizan cada cierto tiempo, y hoy defendemos la tesis de que la cultura cubana es una sola, dondequiera que vivan sus creadores. Hoy vienen a nuestros eventos escritores y artistas emigrados que saben que su público natural está en Cuba.
Hemos aprendido a separar la contribución de un creador a nuestra cultura de sus posiciones políticas.
Cabrera Infante y Reinaldo Arenas son dos casos muy notables de escritores significativos con posiciones duramente contrarrevolucionarias. A Arenas le rendimos homenaje todos los años a través de un concurso y de un evento nacional. En todas las antologías de narrativa cubana y en todos los estudios se tiene en cuenta la obra de Cabrera Infante. La obra literaria de estos dos creadores pertenece a nuestra cultura.
El tema de la homosexualidad, que se ha manipulado mucho en torno a Reinaldo Arenas y a su decisión de emigrar, quedó resuelto definitivamente en Cuba con el referéndum donde se aprobó, por la mayoría de este pueblo, el Código de las Familias. En esa norma este pueblo aprobó el matrimonio igualitario, el derecho de las parejas del mismo sexo a adoptar niños y un concepto de las familias (en plural) muy avanzado, muy de vanguardia. Y, obviamente, estos conceptos se reflejan en el arte y en la literatura en un clima antidogmático, gracias a una política cultural que ve el papel crítico del arte no como algo que se tolera, sino como algo muy necesario, como algo imprescindible.
En cuanto al tema racial, todos los aportes de nuestros escritores y artistas contra esa plaga terrible del racismo van a encontrar un respaldo de las instituciones.
Nos gustaría que, como resultado de este Simposio, pudiéramos recibir algunos libros de ustedes para publicarlos en Cuba. La cultura es el mejor antídoto contra las prohibiciones, las exclusiones, el odio al “otro”, al que es diferente.
Solo la cultura libre, abierta, ecuménica, puede salvar a la Humanidad de este clima de odio que se ha ido creando a escala global, de las pretensiones de borrar la memoria de las comunidades y de las naciones. Como recordó la Rectora Miriam Nicado, tenemos que defender “el derecho a la memoria”.
Tengo que decir que hubo etapas en que la política cultural que se aplicó no fue fiel al legado de las “Palabras a los intelectuales” de Fidel, de junio de 1961, caracterizadas por su apertura, ajenas a todo tipo de dogmas. Hubo una etapa en particular, que Jorge Fornet (director de la revista Casa y de nuestro Centro de Investigaciones Literarias) la estudió a fondo en un libro memorable, El 71, cuando gente muy mediocre ocupó cargos en las instituciones culturales. En esa etapa predominó la homofobia y pretendió implantarse el “realismo socialista”, y hubo libros prohibidos, y hubo censura.
Con la creación del Ministerio de Cultura en 1976 y la presencia como ministro de un intelectual muy cercano a Fidel y muy martiano, Armando Hart, todos esos errores se rectificaron de manera definitiva.
Este viraje dogmático fue estudiado rigurosamente en un ciclo de conferencias que se iniciaron precisamente aquí, en esta Sala, con una charla de Ambrosio Fornet. Un ciclo que llevó adelante el Centro Teórico-Cultural Criterios, dirigido por Desiderio Navarro, y que se publicó íntegramente en un libro.
Con esto termino. Les reitero nuestra gratitud por su colaboración con Casa de las Américas y por venir a Cuba en este momento. Gracias otra vez.
Un abrazo muy fuerte a todos.
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