Aniversario 65 de la Casa de las Américas


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«Fe de erratas. Donde dice: 12 de octubre de 1492, debe decir: 28 de abril de 1959». Estas palabras pronunciadas por el escritor uruguayo Eduardo Galeano en ocasión del Premio Literario Casa de las Américas 2012, se han convertido en una de las mejores síntesis del valor de Casa para el Continente. Un verdadero descubrimiento tuvo lugar en esa fecha que hoy, 65 años más tarde, celebramos con igual ímpetu, pues con ella se inauguró el espacio por excelencia de relación, amistad y visibilidad entre los pueblos y culturas de la América Latina y el Caribe.

En la jornada del sábado 27 de abril, la sala Che Guevara acogió el acto conmemorativo por el aniversario 65 de la institución, en el cual se rindió homenaje a Haydee Santamaría, heroína de la Patria y fundadora de la Casa; así como al pintor Mariano Rodríguez y al poeta y ensayista Roberto Fernández Retamar, figuras esenciales de nuestra cultura que dejaron una huella imperecedera en la misma.

En el acto estuvieron presentes dirigentes del partido, el gobierno y otras organizaciones del país, encabezados por el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, junto a los miembros del Buró Político Roberto Morales Ojeda, secretario de Organización del Comité Central del Partido y Bruno Rodríguez Parrilla, ministro de Relaciones Exteriores.

Fueron entregadas las medallas Haydee Santamaría, Alejo Carpentier, y la Distinción por la Cultura Nacional, para celebrar y reconocer el quehacer de quienes sostienen un compromiso cotidiano con la cultura cubana y latinoamericana.

Otorgada por primera vez en el año 1989, la Medalla Haydee Santamaría se confiere a creadores y promotores vinculados al quehacer de la Casa y comprometidos con la difusión de lo más auténtico de la cultura latinoamericana y caribeña. En esta ocasión, de manos del presidente de la República, recibieron la condecoración el narrador y ensayista guatemalteco Arturo Arias, la artista de la plástica y curadora Lesbia Vent Dumois, el escritor y cineasta Víctor Casaus Sánchez, el músico y promotor Enio Alberto Faya Montano, el compositor y director de orquesta Guido López Gavilán y el trovador y escritor Amaury Pérez Vidal.

Por otra parte, la Medalla Alejo Carpentier, conferida a ciudadanos cubanos por la destacada labor realizada en la creación, interpretación, promoción y organización artística y cultural, a propuesta del ministro de cultura; fue entregada a dos fundadoras de la Casa de las Américas, así como a otros compañeros que han desplegado una labor excepcional al frente de sus áreas de trabajo: las entrañables Silvia Gil López y María Luisa Salsamendi Miranda, junto al sociólogo Aurelio Alonso Tejada, el ensayista e investigador Jorge Fornet Gil, la musicóloga María Elena Vinueza González, la teatróloga Vivian Martínez Tabares y el diseñador gráfico José A. Menéndez Sigarroa.

Asimismo, más de una veintena de trabajadores cuya labor en la institución se ha extendido durante años, recibieron la Distinción por la Cultura Nacional, el más alto estímulo que otorga el Ministerio de Cultura de la República de Cuba a ciudadanos cubanos y extranjeros en reconocimiento a los méritos alcanzados en la promoción del trabajo cultural y a la labor realizada en favor del enriquecimiento de la cultura nacional.

Como representante de los condecorados, Jorge Fornet Gil, director del Centro de Investigaciones Literarias, pronunció las palabras de agradecimiento en las que evocó la memoria de la Casa y de su lideresa Haydee Santamaría:

«Haber consolidado un proyecto y un equipo capaz de llevarlo adelante, mucho más allá de su propia desaparición física, es uno de los tantos méritos de Haydee. Las vidas de quienes hoy hemos sido galardonados están atravesadas en mayor o menor medida por su presencia y su pasión. Entre nosotros hay quienes tuvieron el privilegio de trabajar durante años a su lado; otros pudieron conocerla y llevar adelante encargos que la involucraban. Sin embargo, la mayoría de los presentes, incluso entre los condecorados, nunca la vieron en persona. No importa: a unos y otras los une la fidelidad a eso que Mariano solía llamar el espíritu de la Casa, esa vocación propia de quienes trabajan aquí, debida no a un feliz azar, sino a un compromiso heredado de generación en generación».

Fornet recordó también el devenir de la institución, las figuras y anécdotas que en ella se han reunido e inspiran la labor venidera:

«Para que esta institución llegara a ser lo que es, contó desde sus inicios con la participación entusiasta y la colaboración generosa de escritores, artistas y, más adelante, de instituciones de esta y de otras regiones. Unos y otras contribuyeron de manera decisiva al alto grado de excelencia y la repercusión internacional de este dinámico centro, tanto como a cimentar un patrimonio artístico, documental, sonoro, bibliográfico y editorial de enorme valor. A tal punto la Casa ha desarrollado una intensa labor en el campo de la literatura, la música, el teatro y las artes plásticas, por la que es reconocida internacionalmente, que a veces se olvida que ha sido también un punto de referencia para el pensamiento latinoamericano y caribeño; e incluso el producido en sitios lejanos y en otras lenguas».

En su discurso latían las palabras de quien siguiera a Haydee y Mariano en la labor orientadora del centro, el gran poeta cubano Roberto Fernández Retamar, cuya sapiencia supo expresar el mayor logro de la Casa de las Américas:

«Si alguna cualidad positiva tiene la Casa que Haydee hizo, la Casa de las Américas, es la de ofrecerse como sitio de encuentro de dos líneas poderosas que atraviesan la gran nación aún despedazada que somos: la línea que reclama nuestra plena independencia y nuestra integración (es la línea de Bolívar, Sandino, Fidel o el Che), y la que, con pareja energía, anda en busca de nuestra expresión, para usar términos clásicos de Pedro Henríquez Ureña: una expresión que ya empezó a ser nuestra en viejas piezas y músicas, en el Inca Garcilaso, en Sor Juana, en el Aleijadinho. Allí donde ambas líneas se fusionan, arden obras mayores, a la cabeza de las cuales se encuentra la de José Martí».

 


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