La Primera Guerra Mundial tuvo importantes consecuencias políticas y económicas, así como grandes cambios sociales, lo que conllevó a un período de liberalismo social en casi todo el orbe. Después de la contienda, los estadounidenses, particularmente, estaban buscando un poco de diversión en la década del veinte. El auge económico de estos años hizo posible que surgiera el gusto por nuevas actividades que se hicieron habituales en esa época como bailar en fiestas, asistir al cine y a eventos deportivos, entre otros. Fueron rasgos característicos de esta década: el progreso, expresado en los avances tecnológicos que impulsaron la supuesta prosperidad económica del país, la lucha contra el racismo y la corrupción y el surgimiento de un nuevo tipo de mujer, la llamada Nueva Mujer o flapper.
En esta década, tan relevante en la historia de los Estados Unidos, la mujer consiguió el derecho al voto mediante la aprobación de la XIX Enmienda a la Constitución en 1920. A partir de entonces, una brecha generacional comenzó a gestarse entre la Nueva Mujer de los años veinte y las generaciones de mujeres anteriores. Menos ceñida a las rígidas normas de la época victoriana, la Nueva Mujer tenía una mayor libertad a todos los niveles. La nueva generación de mujeres despreció cualquier comportamiento “moralmente aceptable”. Se vestían con faldas cortas, bailaban y escuchaban jazz, fumaban y consumían alcohol, disfrutaban abiertamente del sexo y despreciaban las normas sexuales y sociales impuestas por la moral victoriana.
Aunque pareció que la Nueva Mujer alcanzó una mayor igualdad social, seguían estando por debajo de los hombres en muchos ámbitos, por ejemplo en cuestiones de trabajo y política, por lo que no tuvieron ningún peso en cualquier decisión relevante. Sin embargo, en estos años se redefinió la condición de la Nueva Mujer y sobre todo, su actitud ante su tiempo libre y la sociedad. Fumaban y bebían en público, asistían a espectáculos deportivos de masas, practicaban deportes en espacios abiertos, asistían a bares donde se entregaban al baile del jazz desenfrenadamente, llevaban el pelo corto, casi al estilo masculino, vestían a la moda y usaban una gran cantidad de maquillaje, el cual era mal visto porque fue usado por las prostitutas en épocas anteriores.
Por otro lado, la Nueva Mujer de los años veinte desafió los papeles convencionales de su género, lo que provocó una abierta hostilidad por parte de los hombres, los cuales se negaban a la presencia pública de la mujer y a la supuesta disminución de su moralidad. La emergencia de esta figura que rehusó permanecer restringida por el anterior papel del género femenino resultó tan amenazadora para algunos hombres que algunos médicos trataron de neutralizar esta amenaza identificando a esta mujer como la fuente del desorden social.
La Nueva Mujer o flapper fue la manifestación extrema de los cambios sociales en el estilo de vida de las mujeres norteamericanas. Este espíritu de rebeldía produjo cambios en el ideal femenino y se extendió desde Estados Unidos a Europa. Fue una auténtica revolución social, puesto que antes de la Primera Guerra Mundial una mujer no podía entrar a un bar, mientras que por el contrario en la década del veinte asistían a bares clandestinos, hablaban de sexo extramatrimonial y del uso de anticonceptivos y en muchos casos estas mujeres eran económicamente independientes de los hombres.
Este movimiento causó un gran impacto en la moral tradicional de los Estados Unidos. Con el tiempo comenzaron a hablar de una progresiva pérdida de los valores éticos y morales del país. En la década del treinta las flappers o Nueva Mujer fueron desapareciendo. Tras el crack del 29 y la Gran Depresión, la sociedad se volvió más conservadora y el comportamiento liberal y alegre de la década precedente fue disminuyendo ante la situación que estaba atravesando el país. Aunque el movimiento flapper desapareció algunos años más tarde, fue más que un estilo de moda, pues tuvo una influencia decisiva en los avances sociales de las mujeres de las siguientes décadas. También su influencia se extendió al cine y a la literatura, tanto fue así que autores de la talla de Francis Scott Fitzgerald, Anita Loos y Ernest Hemingway las representaron en algunas de sus obras.
Ernest Hemingway, en particular, a través de Brett Ashley y Catherine Barkley representó a la Nueva Mujer en sus dos novelas de la década del veinte: Fiesta, y Adiós a las armas respectivamente.
Brett Ashley y Catherine Barkley resultan ejemplos interesantes, ambas sirvieron como enfermeras del V.A.D. durante la Primera Guerra Mundial. De origen inglés las dos, abandonaron su país natal para ir a trabajar y prestar sus servicios en una tierra extranjera. Con esta actitud, estas mujeres se alejaron de las costumbres de la Inglaterra victoriana donde la mujer debía ser ante todo una mujer doméstica, religiosa y sexualmente pura. Americanas y europeas, como Brett y Catherine ganaron libertad sexual durante este periodo de transición, pero todavía tuvieron que enfrentar ser estigmatizadas por algunos hombres por su sexualidad abierta.
Tanto Brett como Catherine disfrutaron de sus relaciones sexuales abiertas. Mientras que Catherine Barkley mantuvo durante seis meses relaciones extramatrimoniales con Frederic Henry en el hospital de Milán y luego se marcha con él a Suiza, Brett se dedicó a tener varios noviazgos durante la celebración de la fiesta en Pamplona. Ninguna de las dos aceptó las propuestas de matrimonio que les fueron hechas y ambas carecían de religión, manifestando en varias ocasiones la no pertenencia a alguna. Por otra parte, disfrutaban de asistir a lugares públicos, tales como: carreras de caballos, corridas de toros o bares. Bebían alcohol y en el caso de Brett era una bebedora empedernida. En relación con su aspecto físico, Catherine apenas es descrita en la obra, y cuando Hemingway hace referencia a su cabello pone en boca de la protagonista su deseo de cortarlo para parecer más masculina. En tanto, Brett Ashley desde el primer momento es descrita como una de las que puso ese estilo de moda: una flapper con su cabello corto, casi al macho, y sus curvas representan lo andrógino de diferentes maneras.
Brett Ashley y Catherine Barkley ya no se definieron ellas mismas como seres domésticos. Abiertamente rebeladas contra las prioridades burguesas del siglo XIX, rechazaron las ideas tradicionalmente femeninas de pureza, piedad y sumisión. A su vez, insistieron sobre la libertad reproductiva, la expresión propia y una voz en la vida pública. En resumen, Catherine Barkley y BrettAshley como representación de la Nueva Mujer se rebelaron contra el matrimonio patriarcal, y protestaron contra el orden social que se había arraigado en la biología femenina, ellas se negaron a desempeñar el papel etéreo del otro. Al rechazar estos cánones que estaban establecidos ellas se reafirmaron ambas como mujeres liberales y liberadas.
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