“Neoclasicismo, elegante reinterpretación de las culturas antiguas”

Lic. Esther de la C. Cabrera San Miguel

Foto: MSc. Yosvanis Fornaris

El Museo Nacional de Artes Decorativas de Cuba (MNAD) cuenta entre sus exposiciones permanentes con un Salón Neoclásico. En el mismo se muestran algunas de las piezas de su colección cuya datación y diseño se corresponden con las características de dicho estilo, también conocido como Luis XVI por desarrollarse principalmente durante el reinado de este monarca francés (1774-1789/92). El mismo fue adoptado y adaptado en otras regiones del mundo, extendiéndose hasta principios del siglo XIX. Este fue una reinterpretación moderna, en dicha época, del clasicismo greco-romano. En este sentido cobra importancia el hallazgo arqueológico de Pompeya y Herculano, cuyos descubrimientos marcaron las pautas de la decoración requerida por la burguesía naciente, retomándose, según críticos e historiadores de la época como J. J. Winckelman, el ideario de perfección de las formas clásicas que aun condiciona la percepción del arte en la actualidad.

Entre los motivos centrales de la decoración neoclasicista se pueden apreciar las formas geométricas. La austeridad y elegancia de estas figuras, en contraposición con la excesiva ornamentación del barroco y el rococó, se comprueba con creces en el mobiliario, los vasos decorativos, candelabros e imágenes pictóricas que ocupan este salón del Museo, cuya función originaria fue la de dormitorio. Incluso el diseño interior de la estancia hace gala de motivos neoclasicistas como las guirnaldas, se aprecia el codiciado equilibrio del estilo, visto en la colocación de puertas falsas, y se mantienen el empleo, al igual que en otros espacios del museo, de la boiserie y los dorados, los cuales en este caso responden a la estética neoclásica.

Entrando al salón, sobresale en su centro un juego de muebles compuesto por cuatro butacas y un sofá de madera dorada, realizados en Francia, en el siglo XIX, pero imitando fielmente el estilo Neoclásico; no obstante, la tapicería de estos fue realizada en la manufactura francesa Aubusson, en el siglo XVIII; las imágenes representan escenas pastoriles de la época. Estos son algunos de los muebles traídos a la residencia por la casa Jansen, la cual se encargó de la decoración interior de la mansión Gómez Mena en los años 20´ del pasado siglo. Al igual que en la mayoría de los muebles neoclásicos, desaparecen las marcadas curvas de los estilos precedentes y los espaldares de los mismos adquieren formas de medallón, nombre que se les dio a partir de entonces.

Al centro de la habitación, otrora Chambre de Madame de la mansión Gómez Mena, también se pueden apreciar una Mesa Pompeyana, realizada en Francia en el siglo XVIII, con madera, bronce y vidrio eglomizado, y sobre esta una pequeña ánfora de porcelana, hecha en Vincennes, una de las primeras manufacturas francesas. En la decoración de esta pieza sobresale una cartela con las siglas MA superpuestas, asumiéndose como el anagrama real de María Antonieta. Ambas se encuentran sobre una alfombra realizada en la manufactura Savonnerie, también en Francia, en el siglo XVIII, provenientes de la colección María Luisa Gómez Mena, Condesa Consorte de Revilla de Camargo.

Otras excelentes piezas son dos candelabros “Pareja de faunos” realizados por el broncista francés Claude Michel Clodion, en el siglo XVIII, y ubicados al fondo del salón sobre dos consolas francesas de madera y mármol del siglo XIX. Los candelabros son una alusión a la mitología griega clásica, otra de las características comunes del arte neoclásico que opta por estos motivos como tema central de las creaciones.

Sin embargo, el mueble Secretaire “Dit a la reine”, colocado en un costado de la habitación es la pieza más valiosa de toda la colección del Museo por haber pertenecido a la reina María Antonieta. Dicho mueble es de la autoría de Jean Henri Riesener, ebanista preferido en la corte de Luis XVI y María Antonieta, y cuenta con bronces de Piere Gouthiere. El extraordinario trabajo de la marquetería se aprecia en la decoración de flores paneladas, una de las preferencias de la reina, y en los atributos campestres ubicados al centro del mueble. Todo ello trabajado detalladamente en diversas maderas preciosas, con sus respectivas tonalidades, y los bronces dorados que hacen de este una verdadera obra de arte.

El grupo restante de las piezas del Salón está conformado por una pintura atribuida a Hubert Robert, seis miniaturas, dos pedestales de madera, un busto de biscuit que representa a María Antonieta, un reloj monumento o de chimenea, otros candelabros, cornucopias y vasos de porcelana, estos últimos de Europa y de China; siendo los de porcelana china adornados con bronces neoclásicos franceses.

Este salón alberga también una pieza realizada posterior al estilo y con características un tanto distantes a las del neoclasicismo pero que por las dimensiones del mueble es necesaria su exhibición en dicho espacio. Se trata de un buró de madera, bronce y piel. Está realizado a la manera de Charles Cressent, quien se caracterizaba por poner bustos femeninos en las patas de sus muebles. A estos se les conoce como españoletes y se dice fueron inspirados por el artista Watteau. Sobre el mueble se puede apreciar una escribanía francesa del siglo XVIII y una pareja de candelabros también de la misma época y región. Quien entra a este salón no deja de maravillarse con la riqueza artística del mismo, así como de las maravillas con que cuenta el Museo. Es un espacio que aporta, al igual que el resto de los salones, innumerables conocimientos sobre este estilo y la historia de la sociedad burguesa mundial y principalmente de la que existió en Cuba en las primeras cinco décadas del siglo XX.

Texto: Lic. Esther de la C. Cabrera San Miguel