El centro cultural “Félix Varona Sicilia”, también conocido como Casa de Cultura de Velasco, se localiza en esa comunidad perteneciente al municipio Gibara, en la provincia, Holguín. Es una de las instituciones culturales más atractivas del país, debido, sobre todo, a su valor arquitectónico, y las personalidades que se vieron involucradas en su realización. Hoy, los pobladores de la zona se enorgullecen con el hecho de que la Casa fuera declarada Monumento Nacional en la Resolución Nro. 07 del 2013 por la Comisión Nacional de Monumentos de la República de Cuba.
La Casa de Cultura de Velasco constituye el principal patrimonio visual de esa comunidad y es su símbolo cultural. De singular posición territorial, al estar situada en la entrada de ese territorio, se erige entre las viviendas de los pobladores, integrándose en el ambiente urbanístico y en la historia de su gente. No es para menos que la materialización de esta significativa obra haya significado para la época uno de los más portentosos monumentos a la cultura cubana.
Su creador y principal impulsor, Félix Varona Sicilia – en ese entonces promotor cultural de Velasco – no desechó la idea de visualizar en la zona una institución artística al servicio de la comunidad. A él, se le sumaron otros seguidores que lo apoyaron con el proyecto. Su encuentro con el arquitecto norteamericano, residente entonces en Santiago de Cuba, Walter Betancourt Fernández, fue crucial en la materialización de ese importante Centro Cultural.
A cargo del distinguido arquitecto estuvo la construcción del inmueble. Su muerte en 1978 le impidió continuar trabajando en ello: sin lugar a dudas, el apego que sintió desde el principio por la conclusión de la obra dejó una gran huella para la cultura nacional. Trece años después del fallecimiento de Walter, la Casa de Cultura fue inaugurada felizmente el 2 de marzo por el entonces Ministro de Cultura Armando Hart Dávalos.
Características constructivas, estilo y valores de la Casa de Cultura de Velasco
Concibió su arquitecto que la obra revelase su forma original, exhibiendo a los pobladores y a quienes visitan la comunidad, los materiales con que fue edificada: sobresale el ladrillo, pero no dejó de emplearse el metal, la madera o la roca. Mientras que en solo los casos considerados como necesarios, se utilizó la pintura, y fueron repelladas algunas de sus partes. Se emplearon también en su construcción materiales cerámicos para propiciarle mayor belleza. De igual modo, se utilizaron las vidrieras como elemento decorativo singular. Por su parte, las cubiertas, en forma de triángulos, son de tejas francesas inclinadas, otorgándole a la Casa un gran atractivo visual. Sin dudas estos elementos arquitectónicos responden a la excelencia de su concepción, lo cual revela el empeño y profesionalismo del prestigioso arquitecto norteamericano.
CUBIERTAS INCLINADAS DE TEJAS FRANCESAS
Al analizar con detenimiento la arquitectura del inmueble, se evidencia una imagen verdaderamente magnífica. A vista de buen observador, el diseño constructivo de sus distintas plantas y salones anuncia cuán complejo fue su edificación. Se aprecia la combinación de rectángulos, cuadrados, trapecios, y en esa composición de formas diversas, sobresale, en lo alto, el espacio dedicado al teatro. Sin dudas, las figuras geométricas le conceden una apariencia atractiva y acogedora, cada una de ellas segmentan la cohesión de las técnicas empleadas por Betancourt, de forma tal que la estructura general se sedimente en una unión perfecta.
PAREDES CON FORMAS GEOMÉTRICAS
Desafiando las inclemencias del viento se destaca en la cúspide la torre de tramoya, toda de ladrillos expuestos y con un rosetón que, con vista a la entrada de la localidad, parece darle la bienvenida a quienes llegan al pueblo. A través de él se iluminan los locales interiores al incidir los rayos filtrados por las multicolores vidrieras. Los detalles figurativos bien marcados y definidos del local, en consonancia con la diversidad de colores de la cristalera, reflejan la precisión y originalidad con que fue diseñado.
EL ROSETÓN
Su estilo arquitectónico es considerado ecléctico porque coinciden formas de las construcciones militares coloniales: aleros asiáticos, terrazas incas, detalles precolombinos mesoamericanos y vitrales góticos. A decir de John Loomis (1995), en él se representa la cultura del continente americano y de manera especial, la nuestra: nutrida de una mezcla española y cubana. Ello refleja la influencia de otras culturas del mundo en la definición de un modelo constructivo cubano sui generis.
Ferviente ejemplo de cómo arquitectura y estilo se conjugan para otorgarle a la Casa de Cultura de Velasco un valor artístico inigualable. Así, la obra de Walter responde a un modelo clásico, casi único, cuya compleja composición arquitectónica denota gran diversidad de conceptos y abstracciones. Ante esta forma de construcción, la edificación revela cada día su historia y su impresionante ornamento natural y, a la misma vez, privilegiada del más gratificante aplauso.
Los valores culturales inherentes a este bien inmueble responden, en gran medida, a la fusión, en un tono armónico, de la diversidad de líneas y formas que expresan la cubanía y la identidad, en intrínseca relación con el continente americano y universal. Ello lo convierte en uno de los monumentos cubanos más particular, bello, y digno de que mantenga y sea respetada su morfología constructiva. Es un esfuerzo verdaderamente humano por colocar a la cultura cubana de la naciente Revolución como parte insigne del mundo. Por lo cual no debe considerarse infructífero la inversión en una obra de tal envergadura, en función de su íntegra restauración; sino como un proceso de revitalización del espíritu de quienes, en su momento, se vieron involucrados en su concepción. A ellos se les debe la declaratoria de Monumento Nacional, y los decorosos honores que se les puedan realizar, por medio de la revitalización nuevamente de esos espacios.
Se puede afirmar que la Casa de Cultura de Velasco ha influido en cada uno de los pobladores de la zona: marca la belleza de una región eminentemente agrícola y ganadera. Su edificación es reflejo de una urbanización en la que no es de interés la relevancia de una comunidad para la ejecución de un proyecto como el que se presenta. Por tanto, se rompe con la tradición arcaica de edificar las obras más significativas en ciudades o lugares con importancia social. No obstante, ese pensamiento propio de la colonialidad europeizante, se deshace con la existencia de la Casa “Félix Varona Sicilia”: texto de múltiples lecturas, traducidas en cada uno de los valores presentados durante el desarrollo del presente escrito.
El Centro Cultural se define, entonces, a partir del reconocimiento que los habitantes de la comunidad hacen de él: una institución que tiene la digna misión de formar a niños y jóvenes en materias de las artes, y en los valores más exquisitos de nuestra cultura. En esa aprehensión subyace el grado de pertenencia y la función social de la Casa de Cultura, unido a la decorosa condición de Monumento Nacional. Así se aprecia su connotación y, por consiguiente, sus valores arquitectónicos, urbanísticos e históricos: anunciadores de un hecho indisoluble y siempre actual, que se perpetúa en la memoria de los hombres.
Referencia:
- Loomis, John (1995): “La arquitectura del Centro Cultural de Velasco”. Revista P.A. Cleveland. Estados Unidos.
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