El 24 de septiembre de 2019 entró en vigor el Decreto Ley 373 Del Creador Audiovisual y Cinematográfico Independiente, producto de años de trabajo entre el ICAIC y los cineastas. Antiguas necesidades de los artistas fueron atendidas, entre las más importantes, su reconocimiento legal como creadores independientes y la creación del Fondo de Fomento del Cine Cubano.
Lo anterior se traduce en un vínculo entre la institución y los creadores que, si bien existió siempre, hoy está formalizado a través de la Oficina de Atención a la Producción.
Un año y medio después de adoptadas estas medidas, el cambio en el panorama cinematográfico es evidente. Incluso con los estragos causados a la industria por la pandemia de COVID-19, se perciben el fortalecimiento de las sinergias entre las instituciones del Estado y los creadores, y la inyección al séptimo arte en Cuba de toda esa sangre nueva formada durante años en las academias del país y que no siempre encontraba la vía para insertarse y asentarse en la producción audiovisual.
Solo una mirada somera a los resultados del pasado año bastaría para percatarse de que el potencial existía y solo necesitaba que se le pusiera debajo del foco. Las convocatorias del Fondo de Fomento de 2020 demostraron que existían decenas de proyectos en el país en espera del apoyo necesario para llegar a las pantallas.
Cerca de medio centenar de futuras películas fue beneficiado. Algunasde estas eran solo una idea en una cuartilla que requerirá todavía años de trabajo, pero desde ahora ya tienen la certeza de que cuentan con los recursos indispensables para comenzar a soñar con sus estrenos; otras necesitaban un último empujón que costaba demasiado trabajo. La mayoría estaba en estados de incertidumbre que hoy se parecen mucho más a la certeza.
Lo más esperanzador de todo, para quien ama el cine y aspira a una cinematografía nacional vibrante e influyente, es la variedad de nombres y generaciones que comienzan a tener un espacio en un podio que antes era demasiado pequeño. Jóvenes, mujeres, personas vinculadas al cine pero que nunca habían tenido la capacidad de llevar las riendas de proyectos grandes, gente en la que nadie hubiera pensado a priori y que hoy demuestra que este arte en Cuba está vivo y que su salud se fortalece.
Los primeros resultados se verán muy pronto, pero solo las convocatorias del Fondo de Fomento de 2020 anuncian el estreno estable de cine cubano durante los próximos años. La libertad creativa con que se realizan esas películas y el rigor artístico con que son evaluadas garantizan una variedad temática y estética que no se ha visto en las salas de cine de la isla en mucho tiempo.
Ya con los resultados del Fondo de Fomento y la promesa de multiplicar el número de películas que se hacen cada año bastaría para darse, de momento, por satisfecho. Sin embargo, esto no es lo único que ha sucedido.
El cine que se realiza en Cuba va más allá de las películas beneficiadas por el Fondo. En los últimos 18 meses, el ICAIC ha trabajado estrechamente con los realizadores para que sus proyectos vean la luz.
A través de la Oficina de Atención a la Producción se ha apoyado a decenas de jóvenes cineastas que necesitaban apoyo material o financiero para terminar sus obras. A través de los nuevos mecanismos han sido encontrados creadores talentosos en varias provincias del país para los que una modesta ayuda significa mucho, y cuyas primeras películas también significan mucho para la institución, puesto que es una vía expedita para encontrar y estimular el talento.
Decenas de cortometrajes de ficción, documentales y de animación se han logrado terminar gracias a este modo de producción, que flexibiliza las vías por las cuales se realiza la obra y facilita el acceso a los recursos destinados para ello.
Lo dicho hasta ahora es la demostración de lo provechoso que ha sido el Decreto Ley 373 para los creadores. A eso se añaden los beneficios que tiene para la producción cinematográfica del ICAIC.
Sin entrar en tecnicismos, las facilidades para quienes hacen el cine en el set se traducen en beneficios para las instituciones que lo producen. El dinamismo que imprime el reconocimiento legal del creador audiovisual y cinematográfico independiente también se filtra a la producción estatal.
Esto ha sido particularmente útil en el último año, pues la pandemia de COVID-19 obligó la movilización de la mayoría de los recursos para paliar la situación epidemiológica y el aislamiento social de la mayoría de la fuerza de trabajo.
En este contexto, empleando el modo de producción independiente, el ICAIC encargó audiovisuales de bien público para acompañar a la audiencia en tan difícil etapa. Estos materiales se exhibieron durante buena parte del año pasado en redes sociales y la televisión nacional y trataron temas como la salud mental, la convivencia familiar, la violencia de género, la supervivencia a la enfermedad, entre otros.
Además, se ha trabajado intensamente en varios largometrajes documentales sobre la historia reciente del país, la salud pública y la vida de los profesionales médicos que están en la primera línea de atención a los pacientes. Estarán listos muy prontos los documentales Caja negra, del director Enrique Álvarez, que narra desde el lirismo y la evocación personal los primeros años de la Revolución hasta la explosión del buque La Coubre; y Volverán los abrazos, de Jonal Cosculluela y Maritza Ceballos, quienes acompañaron durante meses a los profesionales de la salud que atendieron los primeros casos de coronavirus en Cuba.
Todos estos proyectos se comenzaron cuando el mundo tenía la esperanza de que, tal vez, la COVID-19 fuera algo pasajero. Pero su permanencia en el tiempo ha generado obstáculos cada vez más difíciles de sortear.
La crisis económica producto de la situación epidemiológica puso a las instituciones culturales en la difícil situación de no contar con los espacios tradicionales en los cuales los artistas desarrollaban su trabajo.
Ante esta situación, el ICAIC decidió aliarse con colectivos de creación audiovisual independientes, de reciente creación, para con sus saberes y recursos combinados lograr dar empleo a la mayor cantidad de artistas y técnicos posible, y dejar obras valiosas para el cine nacional.
Esta idea cuajó en la realización de una serie de conferencias magistrales con reconocidos cineastas para explicar cómo funciona el cine por dentro. Será muy útil no solo para los estudiantes de cine, sino para especialistas ya formados, aficionados y ese sector del público ávido por conocer las vías por las cuáles se realiza algo tan complejo como una película.
Al ser el cine tan abarcador, también se producirá una serie de documentales sobre su relación con distintas manifestaciones como la plástica, el diseño o la música. Será un lujo contar con los testimonios de primera mano de personas que han dedicado su vida a trabajar para el cine y a poner a disposición de él su talento desde otras artes.
Asimismo, se realizará un largometraje de ficción coral que contará con la participación de seis directores y sus historias, que se imbricarán para reflexionar sobre la condición humana en tiempos de crisis sin precedentes como la que atravesamos.
Todas estas obras serán terminadas este año. El diseño productivo que así lo permite es producto de las facilidades que brinda, tanto al ICAIC como a los realizadores independientes, la aprobación de normas jurídicas que se discutieron durante años y que entraron en vigor hace apenas dieciocho meses.
Nada de esto es motivo de conformidad festinado. Sin embargo, es esperanzador notar todo lo que se ha podido hacer en un contexto tan complejo y percatarse de que los creadores cubanos, dentro de su diversidad, apuestan por la soberanía artística y la resiliencia de la cultura nacional, máxime, cuando en buena parte del mundo las cinematografías nacionales languidecen ante los enfoques estrictamente economicistas, o se rinden ante la imposibilidad de competir con el mainstream que tiende a la estandarización de lo local para poder venderlo a nivel global.
Es esperanzador que 2020 y 2021 traigan el anuncio de más y mejor cine cubano. A riesgo de sonar optimista, creo que el porvenir del cine cubano es promisorio. Aquellos que hoy hacen grandes esfuerzos para dar pequeños pasos no son capaces de calcular en lo que puede convertirse, en un futuro no muy lejano, este arte-industria que es el cine en Cuba.
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