Para el miembro del Consejo Nacional de la UNEAC la cultura pertenece al creador, pero también a quién la disfruta (Foto tomada de la Red en Defensa de la Humanidad REDH-Cuba).
Si Pedro Pablo Rodríguez hubiera vivido entre 1853 y 1895, o José Martí fuera un lúcido anciano de 168 años, no sería extraño encontrarlos, como dos amigos, en una tertulia interminable. A Pedro Pablo le hubiera gustado, con su sagacidad de periodista, hacerle todas las preguntas incómodas que 27 tomos de obras completas no alcanzan a responder:
¿Fue Carmen Zayas-Bazán el amor de su vida? ¿Cómo recuperarse rápidamente de la derrota de la Fernandina? ¿Cómo logró subir y bajar lomas junto a Máximo Gómez sin quejarse una sola vez? ¿Por qué no se mantuvo la relación con Mendive?
José Martí, sin embargo, no es un anciano lúcido de 168 años, y Pedro Pablo Rodríguez nació un 29 de junio de 1946. Al Doctor en Ciencias Históricas lo obsesiona el Apóstol desde aquel curso de Pensamiento Revolucionario Cubano en el Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana. El tiempo breve que tuvo para estudiarlo, se convirtió en una vida dedicada a las más de 12 mil páginas escritas por el Héroe Nacional.
Su primer artículo José Martí y la idea de liberación nacional, en la revista Pensamiento Crítico, fue el inicio de una travesía investigativa que en 1990 lo llevó a trabajar en el Centro de Estudios Martianos.
Lo que no imaginaba el pequeño Pedro Pablo Rodríguez, alumno de la escuela privada Amigos de San Juan de Bosco, donde su mamá impartía inglés, era la responsabilidad que tendría mucho después como director general de la Edición Crítica de las Obras completas del Apóstol. A edad temprana leía sus libros y asistía a los actos en la Fragua Martiana, donde el Martí de 17 años cumplió una condena de trabajo forzado de más de 12 horas diarias.
Pedro Pablo Rodríguez junto a la estatua del joven Pepe, preso 113, realizada por José Villa Soberón (Fotos de David Gómez Ávila publicada en Juventud Rebelde)
«Martí era un psicólogo nato: en conocer las bajezas y las alturas, los defectos y las virtudes, y a la vez siendo una persona muy crítica hacia el ser humano fue también una persona que supo comprender que había algo valioso en el ser humano, que era su capacidad de crecer y su capacidad de transformarse. Eso ha sido importante para la cultura cubana, porque Martí ha creado un sentido de dignidad, de ética, de sacrificio y de entrega por encima de lo personal, pero sin olvidar lo personal», afirmó en un artículo publicado en el portal Cubarte.
Su afición por la Historia lo hizo dirigir una sección temática en la revista Bohemia. Fue divulgador de la Dirección Provincial de Cultura de La Habana y trabajó en CMBF, Radio Musical Nacional, como jefe de información y, luego, como director.
Cursó posgrados sobre temas latinoamericanos, del Caribe, pensamiento revolucionario cubano, marxismo del siglo XX, Teoría de la Comunicación, métodos matemáticos aplicados a las ciencias sociales, corrientes historiográficas contemporáneas e Historia de Cuba.
La identificación con el fundador del Periódico Patria viene también de lo que el estudioso define como autoctonía: «Es tener conciencia de lo propio. Las identidades son diversas y variadas, producto de una construcción social, y se van transformando y adaptando al devenir histórico. La autoctonía es el núcleo duro de las identidades sociales, nacionales, individuales y grupales», explicó en una entrevista para el periódico Juventud Rebelde.
Aunque el Apóstol colma gran parte de su obra, el Premio Nacional de Historia 2010 ha hecho valiosos aportes sobre el movimiento patriótico del siglo XIX, la vida de Máximo Gómez, el pensamiento económico cubano y las relaciones Cuba-Estados Unidos.
Para el miembro del Consejo Nacional de la UNEAC y de la Academia de Ciencias de la Isla, la cultura pertenece al creador, pero también a quién la disfruta. El valor de esta radica en la capacidad que tiene para provocar sentimientos, enaltecer la espiritualidad y compartir las diferencias que nos hacen humanos.
Su espiritualidad está conectada con José Martí. La existencia de Pedro Pablo Rodríguez se entrecruza con la del Apóstol, como una suerte de relato paralelo. Son 75 años de tiempos compartidos, en el que el investigador habita en el siglo XXI, pero también en el XIX. El Premio Nacional de Investigación Cultural 2017, incapaz de encontrarlo físicamente, busca a Martí en sus 27 tomos de más de 12 mil páginas, en ciertos lugares, en las memorias que ha ido construyendo.
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