De Orbe Novo Decades, Pedro Mártir de Anglería. Ilustraciones de Oswaldo Guayasamín.
La Casa de las Américas, centro aglutinador por excelencia de las más variadas manifestaciones del arte latinoamericano y caribeño, dispone en su Colección[I] de valiosas obras que nutren el conocimiento de todo aquel interesado en las producciones artísticas del área. Entre los elementos atesorados por dicha institución cultural, adquieren alto valor los conocidos “libros de artista” o “libros objeto”, aquellos concebidos desde un principio como obras de arte y que pueden ser autopublicados o producidos por imprentas; individuales o realizados por grupos de artistas, usualmente en ediciones limitadas, pudiendo incluso llegar a ser obras únicas[II]. Ejemplo fehaciente de ello lo constituyen los libros de artista de Roberto Matta (Chile), León Ferrari (Argentina), Carlos Estévez (Cuba), José Guadalupe Posada (México), Ricardo Carpani (Argentina) o Luis Tomasello (Argentina), resguardados en la Colección Arte de Nuestra América Haydee Santamaría.
En este sentido, y en concordancia con el método de obtención de piezas de la Casa, fue recibido el pasado mes de noviembre, un libro de artista donado por el escritor jamaicano Keith Ellis[III]. Su gesto devino en la adquisición de De Orbe Novo Decades (Décadas del Nuevo Mundo), un texto facsímil que, allende al valor intrínseco de su contenido, ha sido enriquecido con ilustraciones del respetado artista ecuatoriano Oswaldo Guayasamín, conformado por 17 litografías y 40 aguafuertes numeradas y firmadas por el autor. Se trata de una obra escrita en latín por el italiano Pedro Mártir de Anglería, la cual se compone de ocho partes que abarcan de forma independiente una década en particular, divididas en diez libros. La bibliografía refiere que debido a que Mártir de Anglería nunca conoció América, las historias que comprende fueron nutridas a partir de los relatos y comentarios de importantes descubridores españoles como: Cristóbal Colón, Alonso de Ojeda, Américo Vespucio, Fernando de Magallanes y Hernán Cortés.
La edición recién llegada a la Casa cuenta con un total de 410 ejemplares impresos, de los cuales 350 se destinaron a la venta (numerados del 1-350); 17 de Colaborador (numerados del I-XVII); 35 de Colaborador (numerados del XVIII-LII) asignados a la Fundación Oswaldo Guayasamín y 8 sin numerar para trámites legales (reseñados de la A-H)[IV]. La obra se acompaña de un acta notarial dando fe de la destrucción de las planchas para evitar la reproducción ilegal de la misma. El libro fue impreso en CIRILO, Industrias Gráficas, S.L. y contó con la colaboración de Galería y Ediciones Rembrandt, S.A. Al interior de sus páginas se experimenta un “viaje en el tiempo” desde el justo momento en que el lector conoce -o reconoce- la manera en que eran concebidos los manuscritos medievales. Saltan a la vista letras romanas muy claras detallando las informaciones relacionadas con folios, nombre o número de la década (páginas pares) y del libro (páginas impares), así como apostillas sobre el contenido para facilitar la localización de los pasajes. Es posible encontrar una dedicatoria al Rey Carlos con fecha del 30 de septiembre de 1516 y un prólogo de Nebrija en el que se advierte sobre la multitud de libros impresos, que circulaban desde entonces por la universidad, la corte y la aldea.
Sin embargo, la genialidad de los textos coexiste de forma equilibrada con las ilustraciones de Oswaldo Guayasamín, quien empleó su depurada técnica con pericia al recrear cada uno de los pasajes citados por Mártir de Anglería en sus escritos. Sin lugar a dudas “Las Décadas” funcionan como escenario para conocer a un Guayasamín que, en esta ocasión, no aborda temas sensibles para la humanidad como la crueldad, la injusticia o el dolor, con la misma fuerza de impacto. Se deja permear por las descripciones paisajísticas, el encuentro entre culturas diferentes, la belleza de lo vernáculo, la naturaleza en ocasiones hiperbolizada, la complejidad de una cosmovisión tan distinta a la conocida en el “viejo continente”, las tradiciones ancestrales, los símbolos de las “comunidades primitivas”, y en algún momento, las consecuencias del proceso de conquista y colonización.
Como resultado de toda esa amalgama de ideas surgidas desde una perspectiva foránea, el artista ha dado vida a diecisiete litografías de una riqueza cromática notable y despliegue de recursos técnicos. Por otro lado, “el hombre que pinta las manos” supo apoderarse de cada detalle redactado extrayendo letras, frases y semejantes para convertirlas en imágenes de impecable factura en cuarenta aguafuertes. Los colores quedaron preteridos al preferir jugar con escalas de sepia y grises, en la confección de retratos estilizados de los conquistadores españoles. Las ciudades, catedrales, reminiscencias de la religión católica practicada por los colonizadores, escenas poetizadas de canibalismo y sacrificios humanos, así como retratos de reyes o animales en escorzo que anteceden al rostro decadente de un Cristo en la cruz, conducen al lector durante su peregrinaje en la medida en que se adentran en cada pasaje relatado.
[I] Colección Arte de Nuestra América Haydee Santamaría.
[II] Cfr. Libro de artista. Museo Nacional de Bellas Artes, Artistas Visuales Chilenos, Glosario en https://www.artistasvisualeschilenos.cl/658/w3-article-54881.html
[III] Profesor Emérito de la Universidad de Toronto, Canadá. Galardonado con el Premio Internacional Dulce María Loynaz, que otorga la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, durante el VII Coloquio y Festival Nicolás Guillén, de manos del presidente de la organización, Miguel Barnet.
[IV] Datos de edición del texto.
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