Marta Valdés ha muerto… decirlo así no más, resulta imposible de creer porque es de esos nombres que se inscribieron para siempre en ese imaginario de vida de cubano y cubana donde quiera que esté.
Rigor fue la esencia de un quehacer que vivió para y por la canción. La autora de “Palabras”, “Aunque no te vi llegar”, “Hay todavía una canción”, “José Jacinto”, logró que sus temas transitaran sin temor por entre las almas de enamorados; así le cantó al amor, al desamor, al desencuentro, al olvido… y lo hizo desde la natural compensación que la verdad inscribe.
Filin, trova, canción, balada, todas estas expresiones tuvieron cabida en su expresión genuina. Dueña de armonías adelantadas a su tiempo, sus letras defendieron una palabra abierta y libre como su propia visión de la vida. Su palabra crítica elevó su pensamiento a discernir por entre los más variados temas relacionados con la cultura. Esa fue la Marta, a la que no faltó oportunidad alguna para relacionarse con los más jóvenes. Su consejo —a veces casi regaño— en más de una oportunidad, se convirtió en la palabra atinada para hacer crecer a los nuevos que llegaron con la intención de ser por sí mismos, aun cuando referirla era obligada cuestión de honor.
Cubana en toda la extensión de la palabra, esta tierra orgullosa hoy la recibe entre sus más grandes cultores. Una y otra vez habrá que renombrarla cada vez que se busque más de una explicación, incluso, a los fenómenos del día a día.
Ahora pienso en su gran amigo y compañero de aventuras musicales, Ñico Rojas, que hoy lloraría su pérdida, pero al mismo tiempo diría con su extrema sencillez, siempre estaremos cerca, Marta, sencillamente porque ella no sabe estar ausente.
En su honor que la música cubana, especialmente la canción, viva, genuina, auténtica, libre aunque en este instante falten "Palabras", cuando el sentimiento hable.
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