“No hay nada como la casa”


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(Foto: cortesía del entrevistado)

 

No hay nada como la casa, y si no me cree pregúntele al joven realizador Manuel Alejandro Rodríguez Yong, quien lideró una tropa de holguineros ―mayoritariamente― en la realización del largometraje documental Romerías, la utopía.

Dicho audiovisual se exhibirá en los próximos días durante el 42 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano como parte del apartado “Cultura”. Sobre el filme Cubacine conversó con Rodríguez Yong.

¿Cómo surgió la idea de rodar Romerías, la utopía?

Romerías, la utopía surgió de la idea original de uno de nuestros productores ejecutivos, Reymel Delgado, y nuestra motivación principal con el proyecto era homenajear las Romerías de Mayo, a las cuales les debemos muchos jóvenes escritores, artistas e intelectuales cubanos.

Desde el principio pensamos en un proyecto que sirviera como tributo de holguineros que, aunque ya no vivan en Holguín, querían agasajar este evento que se extiende más allá de las fronteras de la Ciudad de los Parques y es el más importante desde el punto de vista artístico y cultural en Cuba.

Son muchos los profesionales del audiovisual holguineros (como yo) que, por una razón u otra, ya no viven en la provincia. Por ello queríamos que nuestro equipo fuera puramente holguinero. Sin embargo, por cuestiones de la vida y compromisos laborales de unos u otros, no todos pudieron ser parte del staff de Romerías, la utopía.

No obstante, muchos somos de allá, como es el caso de uno de nuestros productores ejecutivos, Reymel, y Ana Beatriz Rojas, también el de Yamila Marrero, Ana María González (fotografía), Emmanuel Peña (montajista). Además, algunos camarógrafos también son holguineros.

Romerías, la utopía es mi primer largometraje documental y, sin dudas, fue un reto, una experiencia a la cual temía porque significaba toda una aventura. Asimismo, hacerlo denotaba una gran responsabilidad, pues sería el primer largo que se le dedica, íntegramente, a las Romerías. Se habían realizado, anteriormente, muchísimos reportajes, pero ninguno de tanta duración (68').

Por otra parte, hablar de la historia del evento me asustaba un poco ya que, a su vez, era dialogar sobre la labor de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) y también acerca de la política cultural del país en los últimos 25 años.

¿Qué tal compartir la dirección con Carlos Gómez Ramírez? ¿Y el trabajo con los profesionales de las otras especialidades?

Carlos no es holguinero ―sonríe―, pero sí un joven bayamés que vive hoy acá en La Habana y conoce bastante del evento porque ha participado del mismo, primero como periodista y luego como creador. Además, como orientales que somos ambos las Romerías fueron nuestro punto de encuentro durante mucho tiempo, al igual que lo es FIC Gibara.

Somos amigos y compañeros de trabajo en Wajiros Films, la cual junto a i4films asumió la producción de nuestra película, y nuestro vínculo siempre ha sido perfecto. De hecho, desde un principio no tuvimos ningún problema a la hora de definir qué haría cada quien, algo que nos facilitó mucho el trabajo.

Y es que la producción de Romerías, la utopía resultó muy compleja al tratarse de un macro evento donde suceden varias actividades al unísono y en los mismos espacios. Son muchas acciones que acontecen en las plazas públicas y debíamos contar, por lo menos, con dos unidades de filmación, inclusive, en algunas ocasiones requerimos de más para poder documentar todo lo que sucedía durante la edición número 25 de este evento.

En resumen, quisimos trascender con esta especie de road movie el mero reportaje sobre las Romerías para abordar otras experiencias que se viven en ellas e, igualmente, narrar lo que ha sido ese recorrido de más de dos décadas.

¿Cuáles fueron los principales retos al trabajar en este largometraje documental?

Primero, el argumento de la película fue escrito a ocho manos a partir de una profunda investigación histórica. Teníamos el reto de ser fieles a la historia y no dejar a nadie fuera, y esto último es muy difícil de conseguir.

En tal sentido queríamos que todo el mundo se viese reflejado y tuviera su momento de protagonismo, es decir, que todas las generaciones que han tenido que ver con este evento a lo largo de sus 25 años aparecierano, al menos, fueran mencionadas en Romerías, la utopía. Esto no pudimos lograrlo a cabalidad porque para eso necesitamos no un largometraje, sino una serie documental.

Otro de los retos a los que nos enfrentamos fue el proceso de rodaje, a partir del cual debíamos captar lo que pasaba, lo mismo en una conferencia que al interior de una guagua en movimiento. Tuvimos que tener presentes cuestiones tan básicas como el nivel de carga de las baterías, si usar luces o no, en fin, cómo nos organizábamos para cada toma.

Prácticamente casi no dormíamos debido a que no queríamos perdernos nada antes de arribar a Holguín y, una vez allá, tuvimos que estar muy atentos a otros elementos. Esto requirió de un gran esfuerzo físico por parte de todos.

Asimismo, tuvimos que tocar muchas puertas en busca de financiamiento. Pedimos ayuda al ICAIC, la AHS, el Mincult, entre otras instituciones. Y además necesitábamos ese dinero en muy poco tiempo. Recibimos el apoyo de las mismas, así como de la Dirección Provincial de Cultura de Holguín, Havana Club y algunos negocios locales. La ayuda económica vino por la vía institucional, pero también por la privada. Gracias a Dios.

¿Por qué eligieron las Romerías de Mayo de entre tantos eventos culturales que se realizan en Cuba?

Las Romerías han sido escuela y plataforma de lanzamiento para muchos artistas de este país, incluidos nosotros. Allí tuvimos la oportunidad de hacer amistades, de interactuar con creadores nacionales e internacionales. Por ejemplo, hemos compartido con el maestro Fernando Pérez y otros excelentes profesionales del cine, la televisión, el teatro, la música, entre otras manifestaciones, con quienes hemos podido intercambiar ideas desde nuestras edades, respetando la diferencia.

Las Romerías de Mayo nos ayudan a pensar de forma más crítica y a colocar a Cuba como protagonista cultural a nivel mundial, y a Holguín, como la capital del arte joven en la Isla.

Cuando recibiste la noticia de la participación de tu obra en el apartado “Cultura” del 42 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano (FINCL), ¿qué sentiste?

No hay nada como la casa, y para mí, que siempre disfruto muchísimo de las muestras colaterales del Festival, pertenecer a estas es un regalo hermoso. Tener nuestra premier nacional dentro del FINCL es otro obsequio, pues no hay mejor lugar. Solo lamento que el contexto actual no permita que los cines se abarroten, pero me alegro muchísimo de participar y más que eso de que la gente pueda ver Romerías, la utopía, lo disfruten y disientan con nosotros sobre nuestra visión acerca de un evento que casi todos conocen, pero que aun así continua siendo un misterio que debemos cuidar, por lo que significa dentro del acontecer artístico y cultural cubano.

 


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