Recientemente y como parte del programa de la Semana de la Cultura Balear, fue presentada en La Habana la novela histórica Las cendres del rabí (Las cenizas del rabino), del periodista, investigador y escritor mallorquín Miguel Segura Aguiló.
El autor, nacido en Sa Pobla, en las Islas Baleares, en 1945, es además, desde el año 2007, presidente en Palma de Mallorca de Tarbut Sefarad, una red para la promoción de la cultura judía en España, y vicepresidente de la Comunidad Judía de las Islas Baleares. Colabora sistemáticamente con la prensa local de Mallorca y mantiene una columna periódica en el diario Última Hora.
Segura es de origen chueta, que son los descendientes de judíos de las Islas Baleares que por causa de las persecuciones de la Iglesia Católica, y su posterior estigmatización a fines del siglo XVII, se vieron obligados a convertirse al catolicismo. A la investigación, reivindicación y difusión de la identidad judía ha dedicado este hombre parte de su vida y otra buena parte también, a Cuba.
El escritor tuvo la gentileza de conversar con el Blog Cubarte al final de la presentación del volumen para lo cual declaró amablemente «no tener ningún apuro».
¿A qué se debe que sus inicios como escritor tengan como protagonista a Cuba?
Cuba formaba parte de mi fascinación literaria, no diría juvenil, porque yo empecé a escribir un poco tarde, pero esta Isla siempre fue algo mágico debido a las leyendas de un tío mío que emigró hacia acá entre 1913 y 1917, al que mi familia llamaba «el tío de Cuba» y que vivía en Santiago, donde está enterrado, en el Cementerio Santa Ifigenia.
Él era una referencia fascinante, como de cuento o de novela; nos mandaba unas fotos preciosas en blanco y negro. Lo que llegaba de Cuba era extraordinario para la Mallorca franquista que era atrasada, y en 1953 el tío nos visitó y recuerdo que llevaba una guayabera blanca; desde entonces tengo una gran fascinación por las guayaberas.
Como buen chueta, mi tío era ultracatólico, porque los descendientes de los judíos que habían padecido mucho, así se comportaban, para demostrar que no eran más judíos. Los chuetas que emigraban a Cuba al llegar aquí cerraban bajo siete llaves su origen; ellos lo sabían, pero sus hijos no y vivían y morían como católicos.
Mi fascinación sobre Cuba se cumplió porque mi hijo se enamoró y casó con una nieta de este tío en 1995. Ella entonces me convenció de venir y ver a la familia que tenía aquí.
Fue un reencuentro muy conmovedor porque ellos tenían, y pude ver, fotos que mis padres les mandaban de cuando mi hermana y yo éramos pequeños, de nuestra tienda…, por eso escribí en ese mismo año Cuba en el corazón. Crónicas de emigrantes, en castellano y en catalán, porque ese encuentro fue como una lazo que se anudó de un lugar al otro del Atlántico y a partir de ahí ya me quedó la seducción de Cuba.
Yo vine aquí a recoger las crónicas de los emigrantes mallorquines. Es un libro más periodístico que literario, porque es de entrevistas, pero marcó de algún modo mi atracción narrativa por Cuba.
¿Cómo fue el proceso de conformación de este libro?
Este libro fue un encargo de la vicepresidenta del Gobierno Regional, como parte de una serie que recogería las memorias de los descendientes de mallorquines en distintos países del mundo; de esta suerte ya yo había escrito el de los emigrados a Argentina, luego hice los libros de Cuba, Puerto Rico y República Dominicana.
Para el de aquí obtuve la ayuda de la Casa Balear en Cuba; me dieron una furgoneta con un señor que nos acompañó, a mi esposa y a mí, a buscar por todo el país durante quinces días a los integrantes de una gran lista que ellos tenían de descendientes de mallorquines residentes en Cuba; los tenían censados pero no controlados, por tanto me encontré que muchos habían muerto, que a otros no les interesaba hablar, otros no tenían qué decir o no recordaban nada, pero algunos, por suerte, fueron un testimonio inagotable.
Cuba en el corazón le dio mucho sentido a mi trabajo. Fue el germen de mi pasión literaria por Cuba.
¿Qué títulos le sucedieron?
Luego vino la novela La casa del pare (La casa el padre), de 1997; Cuba i Mallorca. Pasión en blanco y negro (1999), un libro de fotografías, y en el año 2003 I de tot d'una fosca (Y de repente la oscuridad), a la que yo le tengo un especial cariño. Creo que es mi mejor novela…
En esta novela aparece un hecho histórico del que se ha hablado muy poco en España, apenas se conoce este tema; me refiero a la denominada Operación Peter Pan, (26 de diciembre de 1960-23 de octubre de 1962) montada por el sector más integrista del catolicismo cubano apoyado por el gobierno de los Estados Unidos.
Esta operación separó a más de 14 mil niños y adolescentes cubanos de sus familias y fueron enviados hacia ese país con el fin presuntamente de liberarlos del comunismo, y acabó con escándalos de pederastia y otros, causando sufrimiento a los pequeños y a sus padres.
En la novela yo convierto al personaje que el protagonista busca, en una niña Peter Pan, y me adentro en la problemática que causó en Cuba este tema.
Luego de este libro no había vuelto a Cuba ni a escribir sobre el país…
Yo busqué muchos testimonios que me sirvieran para esa novela que me dolió; yo sufrí, sufrí de manera muy personal con la gente aquí en Cuba, y esta escritura me dejó un sabor amargo.
No había vuelto hasta ahora, en que de nuevo me han abierto las puertas.
En su trayectoria literaria se aprecia un giro a partir de este momento en el que se introduce en el tema chueta.
Sí. Mi condición de chueta ha marcado mi vida y mi obra y me ha hecho profundizar en mi cultura e identidad judías.
Yo siempre había estado obsesionado por los judíos conversos como yo y como toda mi familia; cuando se busca en mi árbol genealógico se llega a 1705 y salen los quince apellidos, no falta ni uno, de los estigmatizados por la Iglesia a fines del siglo XVII.
Es por eso que decido escribir Memòria xueta (Memoria chueta), en 1994; Arrels xuetes, ales jueves (Raíces chuetas, alas judías), en el 2006 y La història som nosaltres (La historia somos nosotros), en el año 2012.
La publicación de Memòria xueta (Memoria chueta), provocó una gran polémica que lo obligó a usted a recibir protección policial. ¿Podría comentarnos sobre estos sucesos?
Este libro también fue un encargo, en este caso de mi editor de entonces, de una casa editorial que hacía pocas publicaciones pero muy pulcras y cuidadas.
Es un libro muy pequeño, de 120 páginas, que se encuentra agotado; la idea era entrevistar chuetas mayores que me contaran lo que les había pasado a sus padres y a ellos mismos porque nadie quería hablar, por lo que fue un proceso muy costoso, pero logré obtener testimonios.
Ya a punto de salir el volumen a la luz, el editor organizó una mesa redonda en la radio para hablar del texto y del tema y entonces en el programa se comentó el fenómeno, se contaron anécdotas de malos tratos, humillaciones y vejaciones muy lejanos en el tiempo, nada actual.
Pero el cura de mi pueblo se sintió aludido e inició una tremenda polémica en los periódicos y desde el púlpito gritaba a los feligreses que no fueran a nuestro negocio familiar de platería porque yo estaba calumniando a la Santa Iglesia.
Yo no contesté. Todo lo que se publicaba era lo que el párroco escribía y lo que otras personas argumentaban para defenderme, pero él hacía casi omiso de esos escritos y seguía y seguía…
Esta polémica duró cuatro meses hasta que el Obispo le paró los pies, pero ya había fanáticos en el pueblo que exaltados por sus sermones querían venir a darme una paliza, incluso tiraron mierda de vaca a la puerta de mi casa y entonces nos pusieron protección policial.
Después, cuando salió el libro, causó mucho impacto porque nadie hablaba en esa época de los chuetas vivos, solo de los muertos y de las historias del pasado. Yo quería historias del presente, pero nadie decía que en aquel entonces, hace 23 años, se perpetuaba la discriminación a los chuetas.
Usted ha considerado que este volumen supone un antes y un después en el tratamiento de la cuestión judía en Mallorca…
Sí, porque cuando se publica la gente pierde el miedo a hablar de este tema; empezaron a organizarse mesas redondas, conferencias, luego el Instituto de Relaciones Culturales Baleares-Israel, patrocinaba publicaciones y el asunto comenzó a ensancharse.
Todavía queda un pozo de rechazo, pero es intrascendente.
Su volumen Arrels xuetes, ales jueves (Raíces chuetas, alas judías) fue publicado por la Casa Calambur en una tercera edición revisada y actualizada en marzo-abril de este año. ¿Cómo fue recibido por los lectores y la crítica?
Cuando este libro salió en 2006 tuvo un gran éxito, porque es un texto ya de madurez, mucho más sosegado, que no hubiera podido escribir en el 94, y para el que ya tuve el tiempo y la posibilidad de reflexionar sobre toda la información que había recopilado.
Por el interés que despertó, en el 95 fue editado en castellano y este año apareció la posibilidad de una nueva edición que yo quise revisar y actualizar porque ha pasado mucho tiempo y también muchas cosas.
Se presentó, luego de su salida, en la Feria del Libro de Madrid en junio, con muy buena acogida. Es un libro que ha leído mucha gente.
El título que recientemente presentó en Cuba Las cendres del rabí (Las cenizas del rabino), del 2015, fue acreedor del XIV Premio Alexandre Ballester de narrativa y es su primera incursión en la novela histórica. ¿De dónde parte la idea de esta obra?
Yo conocí en Israel a un señor mayor, un rabino, poderoso, con una personalidad potente: Joseph Wallis, quien me contó los amargos sucesos de la vida de su antepasado, el también rabino Rafael Valls, quien el 5 de mayo del año 1691 en Palma fue quemado vivo en la hoguera por no abdicar del judaísmo.
También me contó que su padre había estado en los campos de concentración y exterminio Auschwitz y Dachau, de la Alemania nazi y que tenía un devocionario o libro de oración que perdió en Auschwitz, en cuya solapa estaban apuntados todos los descendientes de Rafael Valls hasta Joseph Wallis, apellido que es una derivación de Valls.
¿Hasta dónde llega la historia y dónde comienza la ficción en esta novela?
Las peripecias de los antepasados de Wallis son totalmente fidedignas pero claro, él me contó hechos aislados, como en compartimentos estancos, no me refirió por ejemplo cómo pasaron sus antepasados de Ámsterdam a Polonia o a Ucrania, y entonces esto fue lo que tuve que novelar. Así, me propuse relatar la historia verdadera de Rafael Valls pero fundamentalmente narrar la historia de los chuetas.
Yo siempre he pensado que la mejor manera de contar la historia es a través de la ficción porque en la ficción se pueden decir algunas cosas que la realidad no admite, y contrapuse dos personajes, el propio Joseph Wallis y Rafael Valls, y en el medio coloqué una periodista que investiga las dos historias y es el nexo entre ellas.
Tampoco pude unificarla toda porque me hubiera salido una novela de mil páginas y en España para los escritores que no somos Vargas Llosa y tal, publicar un libro de más de doscientas páginas es considerado un tocho, como decimos allá.
Cuando el rabino Wallis le contó las historias, ¿qué elementos específicos le llevaron a escribir la novela?
La idea fascinante de que pudo haber un descendiente de Rafael Valls —que para nosotros era un mito porque sabíamos muy poco de él— que se salvó de Auschwitz y la existencia del devocionario perdido que nunca se encontró…, realmente era de por sí una historia muy novelada y me propuse unir una historia del siglo XVI con una del siglo XX y con otra del XXI. Es una historia que juega con el tiempo y con los personajes.
¿Cómo fue la reacción de los chuetas ante esta novela?
Ya yo había escrito los libros que te mencioné sobre los chuetas y los chuetas no los querían leer ni querían saber por qué los había escrito; les chocaban, les dolían, pero a la salida de esta novela algunos chuetas me dijeron que ya era hora de que alguien escribiera esa historia desde dentro.
En Mallorca en la actualidad hay 22 mil personas que llevan uno o dos de los apellidos que fueron estigmatizados por la Iglesia; son descendientes de estos hombres y mujeres que fueron condenados por mantener la práctica judaica, pero sucede que en el presente una cifra ínfima, pero notable, de estos herederos ha recuperado el orgullo de ser chueta; la otra parte trabaja en cuanto a este tema en su difusión, en actos, conferencias y conmemoraciones y una parte muy pequeña, entre la que me cuento, hemos regresado al judaísmo.
Creo que de alguna manera hemos vencido a la Inquisición; la literatura es un arma muy poderosa; muchos hemos ayudado a que lo que eran estigmas, hoy sean signos de identidad; a que los que vengan a Cuba lo hagan porque les encante este país, no porque tengan que venir huyendo, porque el hecho de ser chuetas los condenaba a la pobreza y tenían que huir de Mallorca.
Yo me siento muy orgulloso de que a lo largo de mi vida haya podido contribuir en una pequeña parte a que esto ya no ocurra.
El 17 de diciembre del año 2009, en una ceremonia celebrada en la Congregation Sherith Israel, de Nueva York, Miquel Segura Aguiló retornó a la fe de sus antepasados judíos y adoptó el nombre hebreo de Mihael Bar Haim. Era la primera vez que una alta institución rabínica admitía el estatus judío de un chueta y, consecuentemente, su Retorno al Pueblo Judío sin tener que pasar por la conversión.
Segura nos explicó al respecto.
No fue conversión, fue retorno porque los antecedentes míos están directamente conectados con condenados, dentro de lo que la halachá (ley judía) estipula; yo desciendo fundamentalmente de una señora que había sido forzada a convertirse, por lo que la conversión suya era nula y por tanto yo era judío. Este proceso solo puede realizarse si el apellido materno es judío porque la halachá dice que la descendencia viene de la madre.
Yo no sabía muy bien dónde me metía; yo quería investigar, conocer, vivir esto más intensamente dentro de la libertad y tal, pero el tema espiritual yo lo había abandonado porque había abandonado el catolicismo de muy joven, aunque nunca quise decir que era ateo porque no lo era; era algo…, no sé qué era, pero no ateo.
Entonces en un momento del proceso de reconquistar y recuperar lo que era el mundo judío venía la religión dentro; yo buscaba mi identidad y encontré a Dios.
En una carta que escribiera en el año 2007, a raíz de su nombramiento como presidente de Tarbut Sefarad, red para la promoción de la cultura judía en España, usted confesó: « Tengo fama de polemista, aunque en el fondo soy un ingenuo idealista». ¿Mantiene hoy esta apreciación de sí mismo?
Sí, porque siempre pienso que lo que voy a contar no tiene importancia y además siento una absoluta necesidad de que lo que he vivido la gente lo sepa. Mi hijo me dijo un día, «eres un impúdico, es como si anduvieras desnudo por la calle», y yo lo que pienso es que eso es lo normal y por eso digo que soy un ingenuo porque, por ejemplo, tú misma no me conocías de nada y mira todo lo que has pillado mío.
Yo solo hago esto por un afán de difundir la cultura chueta, no por el interés de que me den un Nobel (risas) porque soy un escritor normal y corriente, pero no me doy cuenta y me pongo a tiro de la gente; yo he sufrido mucho por esto… pero al final, la vida te va devolviendo lo bueno que haces.
25 de Septiembre de 2018 a las 17:19
muy buena entrevista... enhorabuena...
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