Dibujo a pincel y tinta de José Martí, 1972
Manuel López Oliva.
José Martí sembraba su amor en espera de que germinase en cada espacio fértil donde era depositado. (Fernando Medina Fernández / Cubahora)
José Martí es más que esa escultura de piedra que nos mira inherente, es más que el sustantivo que legitima cualquier discurso frío y calculador. Es más que el poeta e intelectual orgánico que algunos desean reducir...
Para mí… es padre. Qué cariño el de ese hombre –carne y hueso, hombre– para escribir: “Hijo, en tu busca/ Cruzo los mares:/ Las olas buenas/ A ti me traen:/ Los aires frescos/ Limpian mis carnes/ De los gusanos/ De las ciudades;/ Pero voy triste/ Porque en los mares/ Por nadie puedo/ Verter mi sangre”. ¹
Pero qué crudeza también la suya cuando dijo: “Mas si amar piensas/ El amarillo/ Rey de los hombres/ ¡Muere conmigo! / ¿Vivir impuro? / ¡No vivas, hijo!”. ²
José Martí no lanzaba su amor al aire para que este se lo llevara. José Martí sembraba su amor en espera de que germinase en cada espacio fértil donde era depositado. No se empeñaba en dar amor por dar, sino en dar amor para más amor. Los padres han de ser así: guía sobria del afecto, modelo de poema y rayo, para que los hijos aprendamos a saber que existe lo sencillo, lo hermoso, lo profundo… y para que nos avergoncemos por cada paso dado en una dirección no coincidente con la bondad.
A eso enseña el Martí padre, a ser buenos. Y ¿por qué serlo? “Se es bueno porque sí; y porque allá adentro se siente como un gusto cuando se ha hecho un bien o se ha dicho algo útil a los demás”.
El 28 de enero de 1960, el Che Guevara, padre de mañas similares, conversaba con niños y jóvenes cubanos. “De todas las frases de Martí –decía–, hay una que creo define como ninguna el espíritu del Apóstol. Es aquella que dice: ‘Todo hombre verdadero [y mujer, agregaríamos nosotros] debe sentir en la mejilla el golpe dado a cualquier mejilla de hombre’”.
El Che nos decía más: “Nos enseñó que un revolucionario y un gobernante no pueden tener ni goces ni vida privada, que deben destinarlo todo a su pueblo, al pueblo que lo eligió, y lo manda a una posición de responsabilidad y combate.
“Si de esta conversación entre ustedes y nosotros quedara algo, si no se esfumara, como se van las palabras, me gustaría que todos ustedes en el día de hoy… pensaran en Martí. Pensaran como en un ser vivo, no como un dios ni como una cosa muerta; como algo que está presente en cada manifestación de la vida cubana, como está presente en cada manifestación de la vida cubana la voz, el aire, los gestos de nuestro gran y nunca bien llorado compañero Camilo Cienfuegos. Porque a los héroes, compañeros, a los héroes del pueblo, no se les puede separar del pueblo, no se les puede convertir en estatuas, en algo que está fuera de la vida de ese pueblo para el cual la dieron. […]
“Esa es mi recomendación final –insistía el guerrillero–, que se acerquen a Martí sin pena, sin pensar que se acercan a un dios, sino a un hombre más grande que los demás hombres, más sabio y más sacrificado que los demás hombres, y pensar que lo reviven un poco cada vez que piensan en él, y lo reviven mucho cada vez que actúan como él quería que actuaran”.
Pero no podemos ser tan soberbios para enunciar: “Martí es…” y decir solo lo que nos viene a mente y pecho o seleccionar la voz fragmentada de un hombre del “pasado” y creer que con eso ya se ha dicho todo. Ni siquiera mucho, ni siquiera bastante. Por eso, Cubahora insiste en compartir la opinión de cuatro jóvenes, precisamente, sobre lo que hoy “Martí es…”
Leonardo Gómez Rodríguez, estudiante de Medicina, nos comenta que “José Martí es la mente más brillante del siglo XIX, un pensador adelantado a su época; educador, humanista, un líder con corazón y pensamiento. Un hombre no solo de Cuba, sino de toda la América. Martí hoy es Patria, es dignidad, es inspiración, es el más alto estandarte de Cuba y de la mismísima cubanía”.
Por su parte, Camilo Viana Castaño, médico colombiano residente en Cuba, alega que el Apóstol “hoy es Latinoamérica nuestra, con visión mundial. Es invitación a sentirnos pueblo y pensarnos desde las raíces. Es crear desde la mística propia y comunitaria. Martí recuerda al antimperialismo radical y a la soberanía nacional. Martí, con su ejemplo, demostró que aún en la enfermedad es posible la grandeza. También es rebeldía consecuente, estudio constante y libertad colectiva”.
Asimismo, Carlos Camilo Capote, estudiante de Biología de la Universidad de la Habana, certifica que “si nos apoyamos en el pensamiento martiano para intentar comprender estos tiempos difíciles, quizás seamos un poco más capaces de ver la calma que espera después de la tempestad. Nos muestra el camino hacia esa paz que tanto anhelamos, ayudando al que lo necesite, sin que ello sea visto como una obligación y sí como un acto de solidaridad”.
Por último, nuestra amiga Giselle Armas Pedraza, académica de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, nos ilumina con que “José Martí es más que esa escultura de piedra que nos mira inherente, es más que el sustantivo que legitima cualquier discurso frío y calculador. Es más que el poeta e intelectual orgánico que algunos desean reducir.
“Martí hoy es una antorcha encendida con sus ideas que agitan, que movilizan, que organizan y que crean. Su pensamiento alerta sobre los retos y desafíos en nuestra América, sobre los sujetos con los cuales debemos articularnos para crear una sociedad mejor, sobre los peligros de confiar en aquellos que nos quieren dominar. Por todo eso, Martí vuelve a ser el Maestro de tod@s aquellos que trabajamos por crear y recrear el socialismo cubano y latinoamericano”.
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