Víctor Fowler, Yoel Cordoví, Rainer Schultz y Marial Iglesias
El historiador Ramiro Guerra y el poeta Regino Boti estuvieron entre los más de miles de maestros cubanos que participaron en una expedición que llegó a Harvard en 1900.
Varios puertos cubanos embarcaron en cinco buques a maestros y maestras en el verano de ese año, gracias a la iniciativa de Alexis Frye, Superintendente de Escuelas en Cuba durante la ocupación norteamericana. Con el apoyo del presidente de Harvard, señor Charles W. Elliot, y de la contribución financiera de los ciudadanos de Boston y Cambridge, quienes aportaron con miles de dólares y centavos, se produjo la peculiar travesía que tenía como objetivo fortalecer el sistema de educación cubano luego de la guerra contra España.
El periodista y realizador Danny González Lucena pone en valor con este documental un capítulo apenas conocido de la historia de la pedagogía cubana que, sin embargo, tuvo un impacto significativo en la consolidación del nacionalismo de la educación en la Isla. Contrariamente a lo que hubiera significado una acción imperialista, se tornó una reafirmación de nacionalismo. Así lo atestiguan los propios maestros en sus diarios y el camino que luego tomarían algunos de sus “expedicionarios”.
Previamente a la proyección del documental, un panel integrado por Víctor Fowler, Yoel Cordoví, Rainel Schultz, Marial Iglesias, todos profesores o ex profesores de Harvard, comentaron sobre el mismo y resaltaron los valores que la obra de González Lucena ofrece a la luz de más de un siglo.
Para Rainer Schultz, presidente del Consorcio de Estudios Avanzados en La Habana, y del cual la Universidad de Harvard es uno de sus integrantes, se refirió ayer a la importancia de proyectar una película como esta en el contexto actual entre las relaciones entre Estados Unidos y la Isla. “Queremos construir puentes, no muros”.
Para la historiadora Marial Iglesias la expedición se trató del primer intercambio cultural oficial, entre ambos países. El encuentro entre maestros cubanos y académicos de Harvard, así como con la sociedad civil de Boston, resultó un gran impacto para ambos lados, en un escenario de acogida que mostraba grandes avances tecnológicos, una sociedad progresista, incluso de importantes reformas como es el caso del incipiente movimiento por los derechos de la mujer, y. por otra parte, una universidad racista, sexista que tenía entonces programas eugenésicos explícitos.
La llegada de los miles de jóvenes cubanos, removió los cimientos de una sociedad que miraba a la isla con ojos llenos de exotismo y según se refleja en la prensa se asombraba también de los buenos modales de los cubanos.
Cordoví hace hincapié en la influencia que ese intercambio provocó hacia el interior de la pedagogía cubana que venía con una tradición patriótica y nacionalista legada gracias a figuras como José de la Luz y Caballero, José Antonio Saco, Félix Varela, Domingo del Monte. La breve experiencia bostoniana reforzó estos valores en la inmensa mayoría de esos jóvenes y resaltó el ejemplo del gran historiador cubano Sergio Guerra, entonces maestro en Batabanó, que formó parte de esta aventura.
Fowler anunció que se publicará próximamente la lista de los miles de maestros y maestras para poder localizar y contactar a sus descendientes, porque, según anunció Marial, se pretende realizar un encuentro el año próximo en ocasión de los 120 años de tan importante suceso.
El documental también ofrece una cara humanista y compleja de esta historia a través de la posición de Frye y su relación amorosa, que culminó en un largo matrimonio, con una maestra cubana. Frye se opuso y denunció ante autoridades norteamericanas la política injerencista de Leonard Wood, entonces máximo representante del gobierno estadunidense en Cuba, y como resultado de sus denuncias y posiciones, renunció a su cargo.
Los maestros, antes de regresar a Cuba a finales del verano, visitaron Nueva York y fueron recibidos por el presidente William McKinley, asesinado un años después en Búfalo, Nueva York.
Este intercambio fue una puerta de entrada para visitas académicas de profesores y maestros cubanos en universidades de Estados Unidos, en diferentes periodos. Intercambio que aún hoy, a pesar de las cada vez más radicales restricciones, el campo académico cubano, de diferentes modos, ha logrado sostener para provecho de ambas partes.
Al finalizar el conversatorio, el actor y director cubano Osvaldo Doimeadiós, anunció el estreno el 10 de octubre de la obra Tengo una hija en Harvard, del cineasta Arturo Sotto, que está inspirada justamente en el histórico viaje. La obra se inscribe dentro de un gran espectáculo que incluye coreografías, música en vivo, piezas del vernáculo cubano, estará en cartelera hasta el día 20 de octubre, con excepción del lunes 14, en el Muelle Juan Manuel Díaz, bajo la dirección general de Doimeadiós, y está dedicado a los 500 años de La Habana y a la Jornada por la Cultura Cubana.
Sin dudas, el consenso general del público, de la Casa y del Consorcio es apostar por acciones de este tipo. La proyección de Los cubanos de Harvard en el contexto actual es un gesto que habla de salvaguarda de la cultura y del intercambio entre ambos pueblos.
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