Casi en vísperas del día del amor, la música cubana, especialmente la trova, llora la desaparición física del cantautor, músico y promotor cultural Eduardo Sosa.
Una vez más aferrada a quitar de lo bueno lo mejor, la muerte asechó al intérprete que tanta vida dio, tanto a temas propios como del amplio arsenal trovadoresco de esta isla inmensa. Se atrevió a buscarlo justamente al escenario de donde provino y del que trajo esa sabrosura y picaresca oriental que le impregnó a todas sus propuestas musicales.
Murió en el espacio de forja de proyectos, de expansión de buen arte en plena cruzada a los menos favorecidos geográficamente para acceder a los grandes escenarios. Cantó, hilvanó sueños hasta el último momento junto a su compañeros de empeño y dejó como último aliento su convicción de compromiso con la sociedad a la que se pertenece; por eso estaba en la montaña, por eso mismo su presencia en la capital en un espacio como “Entre manos” en el que junto a Marta Campos mostró tanto a las voces más reconocidas como aquellas mediáticamente menos atraídas por los medios. En todos esos actos se erigía su compromiso.
Su melodiosa voz se hacía trueno en la garganta, de ahí que Sindo, Pablo y Silvio fueran estandartes en su manera de hacer trascender aquellas canciones y esencias para las que no Hacen falta alas cuando de hacerlas propias se trata.
Desde su presencia en Postrova hasta hoy, Eduardo Sosa se convirtió en referente de buen gusto, de pura cubanía, de respeto por una esencia musical capaz de trascender el paso de los años. Durante más de diez años, presidir el Comité Organizador del festival de la trova Pepe Sánchez, en Santiago de Cuba, lo acercó cada vez más a ese sentir de pueblo del que nada realmente profundo le resultó ajeno. Ser Premio Cubadisco en la categoría de trova, con el álbum Como si fueran mías, es una de las mejores afirmaciones de un obra sustentada en una esencia musical, de la que se apropió de la mejor manera para atraerlas al oyente de hoy. El mismo que durante estos interminables días estuvo atento a su evolución médica, aun cuando la respuesta a tanto esfuerzo no fue la esperada y acariciada por varias generaciones.
Para ti, compay de estos tiempos, no hay manera posible de despedirte; el lamento es inevitable; no el adiós cuando aún queda tanta música por escuchar en esa segunda voz única.
Te esperan Sindo, Corona, Matamoros, Pepe Sánchez, Pablo y el propio Compay Segundo para recibirte en un recinto exclusivo de voces y autores que han hecho de la trova y el son verdaderos resortes de lo que somos y sentimos como cubanos.
Temas como El son de Contramaestre, A mí me gusta, compay, la musicalización de versos de José Martí y La Bayamesa, de Carlos Manuel de Céspedes, José Fornaris y Francisco Castillo constituirán en tu voz himno de gloria para las generaciones que ahora aprendan a escucharte y quererte como lo hicieron tus contemporáneos: hacedores o no de la trova; pero lloran junto a ella por ti.
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