Luis Felipe Bernaza es uno de nuestros documentalistas más destacados. Baste subrayar, en su amplia filmografía, obras como El piropo (1978), Cayita: una leyenda (1980), Pedro cero por ciento (1980), Hasta la reina Isabel baila el danzón (1991) y Estado del tiempo (1994). Sin embargo, es otro de nuestros realizadores insuficientemente estudiado.
Este 13 de marzo se cumplen 20 años de su muerte en Nueva York. Hubiera preferido escribir esta aproximación a su obra en una fecha cercana al 8 de mayo, día de su nacimiento en Santiago de Cuba, en el 1940; pero, de todas formas, aquí está.
Cuenta el propio Luis Felipe Bernaza, en una entrevista hecha por Romualdo Santos para Cine cubano1, que no salió de Santiago de Cuba hasta que triunfó la Revolución en 1959. El joven de 19 años de edad vino hacia la capital cubana, acompañado por una trayectoria dentro la lucha contra la dictadura de Batista.
Manuel Pérez Paredes me cuenta2 que lo conoció como administrador de uno de los cines nacionalizados por el ICAIC, allá por el año 1961. Salas que se cuidaban previniendo posibles sabotajes contrarrevolucionarios, por lo que, en esa época, Bernaza formaba parte de los cuerpos de la Seguridad del Estado, avalado por su vida insurreccional juvenil.
Desmovilizado del Ministerio del Interior, pasó a trabajar en el ICAIC y convenció a Alfredo Guevara y Julio García Espinosa de que podía ser cineasta. Lo cierto es que estuvo entre los jóvenes enviados por el organismo a estudiar en la antigua Unión Soviética en 1963. A su regreso, en 1967, comenzó a probar fuerzas como realizador de documentales, y con el tiempo demostró, a los que no lo creían y a los que dudaban, su talento como realizador cinematográfico.
Como casi todos los directores de documentales cubanos, su filmografía abarca diferentes temáticas que van desde lo deportivo: Mundial de pesas (1973), Golpe por golpe (1974), Mundial de campeones (1975),Juantorena (1978); lo artístico: Ignacio Piñeiro (1977), El señor del cornetín: Arturo Sandoval (1982), Dos trompetas y un trombón (1983), Concierto y desconcierto (1983); hasta la temática histórico-política: Una flor para Camilo (1973), Cayita. El día que Santiago se vistió de verde (1981), Un ramo de flores y una bandera (1981), La infatigable Santiago (1984).
Existe una particularidad en sus películas que llama la atención: una buena parte de los guiones tiene varios autores, personas, especialistas, que colaboraron con él en su realización.
La realizadora Lourdes de los Santos fue una de las beneficiadas con la distinción de coguionista en dos cintas de Bernaza: Concierto y desconcierto y Cuatro mujeres, cuatro autores (1983), en las cuales también era productora. Ella me confesó:
Yo estaba en el ICAIC produciendo documentales. Aunque mis intereses estaban más vinculados con la dirección, estaba trabajando como productora. Bernaza me pide para trabajar en varios proyectos, ahí es donde lo conozco.
Existía una dicotomía entre el Bernaza persona y el profesional. Profesionalmente hablando, era de un talento desbordante y de una seguridad tremenda3. Él me pidió como productora y empezamos a trabajar, me escuchaba y hacía las cosas que le sugería, demostrando si le funcionaban o no. Eso me ayudó porque pude comprobar que la línea que yo quería hacer estaba en la dirección.
En cada una de las cosas que hacía, lograba extraerles a los entrevistados lo que estaba buscando, él lo conseguía y siempre tenía razón.
Cuando uno ve sus documentales, se da cuenta de que hay un talento. Te puedo decir que una de las mejores experiencias que tuve como productora de documentales fue trabajando con él.4
Magalys González pertenece a la misma generación que Lourdes de los Santos. Ella llegó al ICAIC a finales de los setenta y fungió también como productora de documentales. Su estreno lo tuvo con Gloria City(Sergio Núñez, 1980); pero el siguiente fue Cayita: una leyenda. Después produjo para Bernaza Gesta, Pedro cero por ciento, Aquí y en cualquier parte, Médico de campaña y La infatigable Santiago. Sobre cómo era trabajar con este director, me contó:
Luis Felipe Bernaza era una persona peculiar. Directo, expresivo, auténtico en su cubanía, de apariencia desaliñada lejos de cualquier refinamiento, y con una proyección inclinada a la desmesura. En ocasiones se comportaba como un niño o adolescente travieso.
Siempre tuvimos una excelente relación de trabajo. Era un documentalista muy certero, seguro, muy rápido en el rodaje y sabía reconocer una buena historia. Por ejemplo, el tema de Pedro cero por ciento lo halló en un artículo de la revista ANAP. De inmediato lo propuso a la directora del Departamento de Documentales y la convenció de ir hasta Fomento (Sancti Spíritus) con un equipo de rodaje, para filmar directamente. El resultado fue muy exitoso.
Después, yo bromeaba con él y le decía que era un suertudo y un “reventa'o” porque, aunque el personaje de Pedro resultó un encanto, igual podría haber sido un guajiro cerrero, nada dispuesto a hablar delante de la cámara, o gago, u otra situación que hubiera significado regresar con las manos vacías. Sin embargo, se arriesgó y le salió bien. Además, el rodaje de ese documental fue muy rápido. En tres días ya tenía todo filmado, pero tuvimos que esperar cuatro días más solo por el parto de alguna de las vacas que estaban a término del embarazo y que era la escena vital.
Como director no era caprichoso ni obstinado como suelen ser muchos realizadores. En el documental La infatigable Santiago, donde recreaba el protagonismo de esa ciudad en la lucha contra la tiranía batistiana, había concebido un final con un plano desde lo alto donde se verían emerger simultáneamente, de entre los tejados de la ciudad, globos con banderas y carteles del 26 de julio atados.
Como productora, me tocaba conseguir los globos y hacer que se elevaran. Parecerá simple, pero lo cierto es que en aquellos años no había globos. Después de mucho esfuerzo, logré localizarlos. Con los globos en mano quedaba resolver el gas helio. Esto resultó otra pesadilla, y cuando Bernaza vio mis gestiones infructuosas, me llamó y dijo: “Deja eso ya. No te preocupes, yo le buscaré otro final al documental”. Eso no lo hace casi ningún director, por no decir ninguno. Renunció a su final soñado, porque comprendió las dificultades reales que se presentaban.5
Luis Felipe Bernaza formó parte de una generación a la cual se le dio la oportunidad de estrenarse en la dirección de largometrajes de ficción durante los ochenta. Al igual que muchos de sus contemporáneos, tomó la idea y desarrolló el argumento desde un documental realizado anteriormente por él mismo. De ese modo, Pedro cero por ciento se transformó en De tal Pedro tal astilla (1985), guion que escribió con la cooperación del dramaturgo Nelson Dorr.
Su ópera prima en la ficción se convirtió en una comedia costumbrista, con referencias transtextuales a William Shakespeare, llevada al entorno del campo cubano.
A finales del decenio volvió a dirigir un largo: Vals de la Habana vieja(1988)6. Su coguionista fue el novelista y dramaturgo Reynaldo Montero. El tono continuó dentro de las comedias costumbristas, ahora de regreso a la ciudad. Su objetivo: poner en solfa la tradición de las fiestas de quince.
En los noventa, regresó al documental con Hasta la reina Isabel baila el danzón, un cortometraje que aprovechaba las celebraciones en el mundo por los 500 años de la llegada de los españoles a las tierras americanas. La conmemoración le sirvió de pretexto para desarrollar una farsa, en la cual el espíritu de la soberana ibérica rondaba por La Habana sin encontrar la paz espiritual. De este modo pone sobre el tapete la complejidad cultural nacional, sus creencias y supersticiones.
Sus dos últimas obras audiovisuales en Cuba: Estado del tiempo (1994)7y Mariposas en el andamio (1995), las realizó en codirección con la norteamericana Margaret Gilpin. Fueron largometrajes, realizados de forma independiente y en formato de video.
El primero es posiblemente el único testimonio audiovisual grabado por un cubano sobre la tragedia de los balseros durante los primeros años noventa. Una vez más, muestra su talento para entrevistar, encontrar sus personajes y colocarlos en el entorno que las creencias religiosas brindan cuando prima la desesperación.
En Mariposas…, Bernaza y Gilpin trascienden la mostración de los avatares y desventuras de los travestis representados para recrear el encuentro positivo entre dos mundos aparentemente opuestos: la comunidad de La Güinera (marginal y presuntamente homofóbica) y aquellos personajes que brindan su show, cada semana, a los habitantes de aquel barrio en proceso de transformación.
Luis Felipe Bernaza se radica en Nueva York a partir de 1996. Allí muere en el 2001. El Premio Nacional de Literatura 2003, Reynaldo González, en un homenaje realizado al cineasta en la Sala Villena de la UNEAC durante abril del mismo año, lo recordó como:
… un cubano astuto, sabelotodo, arriesgado, muy sensible, muy vinculado a la historia de su país. Es muy rara y envidiable la capacidad suya de estar adentro y afuera de una realidad, viviéndola y viéndola, para mejor entregarla en la obra artística. Dejo a los críticos la valoración de su cine y de su literatura, pero advierto que, por encima de aciertos o defectos de esas obras, expresaron un notable sentimiento humano, una extraordinaria capacidad de observación, y no debemos olvidarlas. En ellas palpitó un hombre con una sensibilidad profundamente cubana. Lamento las circunstancias de su muerte, que a la hora de morir no estuviera aquí, entre nosotros, pero sé que es con nosotros con quienes está.8
Notas y referencias bibliográficas:
1 Santos, R. (1982). “Filmar lo que uno siente”. Cine cubano no. 100, pp. 152-157.
2 Entrevista a Manuel Pérez sobre Luis Felipe Bernaza a través de correo electrónico, 4 de marzo de 2021.
3 Manolo Pérez apoya este criterio de Lourdes de los Santos: “Dentro de su aparente falta de seriedad resultaba riguroso, casi siempre, a la hora de enfrentar la creación”. Ibídem.
4 Entrevista a Lourdes de los Santos a través de Messenger. 4 de marzo de 2021.
5 Entrevista a Magalys González a través de correo electrónico. 9 de marzo de 2021.
6 El filme ganó el Premio Catalina de Oro en actuación femenina para su protagonista, Ana Viñas, en el XXIX Festival de Cine en Cartagena, Colombia, en 1989.
7 Mención OCIC 1994, en el XVI Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana. Signis Cuba: “Premios de cine”. http://signiscuba.net/signisCuba/index.php/2014-02-06-20-28-56/premios-ocic-signis
8 González, R. (2001). “Mi amigo Luis Felipe Bernaza”. La Jiribilla no. 5, http://www.lajiribilla.co.cu/2001/n5_mayo/099_5.html
Deje un comentario