Ha transcurrido la mitad del Festival y uno siente ya su peso cultural profundo, popular, colectivo, de amplia y diversa convocatoria; un Festival fiel a sí mismo y al cine cubano en su historia y su presente; profesional, de alegría, de reencuentros y planes; revolucionario en el sentido activo y de futuro de esta palabra.
Gracias, Festival, por mostrarnos un cine diverso; un cine que llama exilio al exilio, migración a la migración, olvido al olvido y censura a la censura. ¡Qué alegría ver al público en las cuatro salas disfrutando cada filme, sin que nadie le dicte lo que debe pensar sobre ellos.
¡Qué gusto ver títulos cubanos en la pantalla, independientes o realizados gracias a los aportes de nuestro Fondo de Fomento del Cine Cubano! ¡Qué felicidad reencontrarnos con nuestras actrices y actores, tan queridos! Ya está en activo una generación de nuevos y capaces realizadores cubanos, junto a los de otras generaciones, asumiendo todos críticamente la realidad, cuando de eso se trate en la obra, más allá de posicionamientos ideológicos preestablecidos.
Basta no cerrar los ojos frente a las obras para comprobar que nuestro cine tiene futuro porque tiene talento, ganas y los apoyos posibles. Cineastas que no necesitan ni admiten que nadie les diga de qué deben hablar sus películas ni con qué estética.
Hay que poner en circulación muchas obras de dentro y fuera que esclarecen nuestra historia y realidad continentales. El público, con su asistencia a las salas y sus aplausos, muestra su necesidad de disfrutar de este arte en su diversidad y libertad.
Qué satisfacción comprobar que la familia cinematográfica cubana sigue en pie: todos aquellos que aman y sienten por nuestro cine, profesionales y estudiantes; todos decididos a continuar la creación con honestidad e imaginación.
Gracias, Festival, por el aliento, por esta fiesta, y por ponernos ante el cine iluminado por ese sol del mundo moral que asume nuestra diversidad y libertad de creación como premisas.
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