Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz resumiendo los actos para festejar el tercer aniversario de la Revolución socialista de Cuba, en la Plaza de la Revolución, el 2 de enero de 1962.
Hemos vencido, y seguiremos venciendo, porque no es empresa de parásitos, sino obra de luchadores, de trabajadores, la obra de todo lo que vale en nuestra patria, de lo mejor y lo más noble de nuestra patria; de nuestra patria, cada día más limpia de gusanos, cada día más limpia de parásitos, cada día más limpia de explotadores, cada día más limpia de traidores.
Tres años han transcurrido, y si se quiere un veredicto de la obra de estos tres años, si se quiere una prueba irrefutable de que han sido tres años de lucha victoriosa, de que han sido tres años de creación, de que han sido tres años de fructífero trabajo, basta mirar a esta plaza, basta mirar a esta multitud, basta mirar a este pueblo, para que se derrumben todas las calumnias de los enemigos de la Revolución, para que se derrumben todas sus mentiras. Basta mirar a esta plaza, para saber y para comprender que la obra de la Revolución ha sido justa, ha sido útil, ha sido provechosa y ha sido redentora para nuestro pueblo.
(...) la Revolución Cubana resulta un acontecimiento interesante, un acontecimiento importante de la lucha de los pueblos en esta época contemporánea por su liberación y por la justicia; concita nuestra Revolución la admiración y la simpatía de todos los pueblos del mundo. Diversas circunstancias contribuyen a ello. Primero, la circunstancia —no sé si más ingrata para nosotros o más grata para ellos— de ser vecinos de los imperialistas yankis, a solo 90 millas de distancia.
Pero como nosotros no estamos dispuestos a mudarnos, ni podemos mudarnos, y ellos tampoco pueden mudarse, más nosotros no estamos dispuestos a cambiar, porque nosotros marchamos con el curso de la historia, y a los imperialistas no les queda el remedio de mudarse de nuestras vecindades, en cambio les queda el remedio de cambiar. Y como los imperialistas no cambiarán, lo hará algún día el propio pueblo de Estados Unidos, ese pueblo que explotan miserablemente, ese pueblo que saquean incesantemente para enriquecer más y más al grupo insignificante de monopolistas que han llenado de descrédito la historia de Estados Unidos en las últimas décadas, el puñado de imperialistas que han ensangrentado la historia de Estados Unidos en las últimas décadas con sangre de pueblos de todos los continentes, el puñado de monopolistas que mantienen a ese país bajo una férrea economía de guerra, que consiste en extraerle el fruto del trabajo de los obreros, con infinidad de impuestos, para gastar esos recursos en mantener un colosal aparato de guerra para mantener el imperio de los intereses del puñado de monopolistas en todos los continentes.
Es decir que, a pesar de todo el desarrollo económico e industrial alcanzado por el pueblo de Estados Unidos, lo mejor de su esfuerzo se invierte en mantener enormes escuadras y enormes ejércitos, en mantener camarillas de vendepatrias en todo el mundo, camarillas de gobernantes traidores, ejércitos de espías, de asesinos y de saboteadores; se invierte lo mejor del fruto del esfuerzo del pueblo de Estados Unidos en promover la contrarrevolución en todo el mundo, en apañar la reacción en todo el mundo, en apoyar al colonialismo en todo el mundo, en apoyar las camarillas militaristas, en apoyar el neofascismo en aquellos países donde el fascismo fue derrotado a costa de la sangre de decenas de millones de seres humanos, en apoyar lo más retrógrado y lo más reaccionario que hay en el mundo.
Días atrás, un señor prominente del Departamento de Estado dijo, con esa falta de escrúpulos —o falta de vergüenza, o falta de sentido de la realidad—, como si le estuviera hablando a un mundo ignorante, como si no le estuviera hablando a un mundo que con tanto sacrificio ha ido adquiriendo una gran experiencia de todos los problemas del mundo, hablaba de que Estados Unidos era un país revolucionario; reconocía que el mundo estaba en revolución y decía que, al fin y al cabo, ellos eran revolucionarios. Se referían a la época en que, sin duda, fueron revolucionarios; se referían a la época en que luchaban contra el colonialismo británico; se referían a la época en que aquel pueblo hacía lo que hace hoy el pueblo de Argelia, el pueblo de Angola, el pueblo de Viet Nam, el pueblo de Lao, el pueblo de Corea del Sur; se referían a la época en que derramaban su sangre por su libertad; se referían a la época en que querían romper las cadenas del colonialismo para iniciar una etapa nueva de progreso en su vida; se referían a la época en que aquella burguesía era una burguesía revolucionaria, a la época en que luchaban por romper las ataduras coloniales y feudales que impedía su desarrollo.
Desde entonces han transcurrido casi dos siglos; desde entonces, el papel que representaron en aquella época al papel que representan hoy ha cambiado extraordinariamente. Hoy (los Estados Unidos) no luchan por nada que signifique libertad; hoy no defienden un solo átomo de libertad en ningún rincón del mundo; hoy, los monopolistas que gobiernan a Estados Unidos y que han identificado la política y la acción de ese país exclusivamente con sus intereses, luchan precisamente por todo lo contrario: por mantener el coloniaje en el mundo, por mantener los intereses explotadores en todo el mundo, por mantener a la reacción en todo el mundo.
No, señores teóricos del imperialismo, no se hagan ilusiones; ni se hagan ilusiones sobre el papel que representan en el mundo, ni se hagan ilusiones de que puedan engañar a nadie. Todo el mundo, además, no está envenenado por la propaganda mentirosa; todo el mundo, además, no está viendo exclusivamente películas del oeste o películas de gángsters; todo el mundo no lee, además, simplemente todas las mentiras y todas las infamias con que ustedes envenenan a la opinión pública y engañan al propio pueblo de Estados Unidos.
El papel de Estados Unidos hoy, el papel de la nación americana, el papel de los gobernantes americanos, papel que es el que hacen representar a esa nación, es un papel repugnantemente vergonzoso, es un papel criminal, es un papel odioso. Y los pueblos lo comprenden cada vez más, cada día; y los pueblos lo aprenden por experiencia propia.
Es triste, sí, es triste ese papel. Pero ese papel solo podrá cambiarlo el propio pueblo de Estados Unidos. Jamás los monopolios explotadores, que deben su origen y deben su poder al sudor de los que trabajan y la sangre que han hecho derramar en el mundo para defender sus intereses, esos monopolios jamás podrán esgrimir consignas de libertad; esos monopolios no solo despilfarran el fruto del trabajo del pueblo norteamericano, sino que, además, se lo obligan a gastar a otros muchos pueblos del mundo, a otros muchos pueblos del mundo los obligan a gastar cientos de miles de millones de dólares todos los años en armas, en ejércitos; todos los pueblos del mundo, sin excepción: los pueblos de sus propios aliados imperialistas y los pueblos de los países liberados.
Unos, porque son llevados de comparsa política de guerra por los socios imperialistas de otras naciones; y otros, porque tienen que estar en permanente guardia, en permanente estado de alerta frente al peligro de la agresión traicionera, frente al peligro de la política guerrerista.
En el curso de 15 ó 20 años, y tal vez antes, habría desaparecido de todo el mundo el hambre, habría desaparecido la miseria, habría desaparecido la ignorancia. Regiones enteras del mundo, sobre todo de los continentes subdesarrollados —subdesarrollados por culpa misma de los imperialistas, que hicieron sus riquezas y desarrollaron su industria explotando a las colonias, creciendo ellos mientras mantenían en el atraso a miles, porque puede decirse que miles de millones de seres en el mundo de esos países, con su sudor y con su trabajo contribuyeron a desarrollar la industria de los países capitalistas avanzados, quedándose ellos relegados en la pobreza y en el subdesarrollo—, esos países podrían alcanzar todos niveles insospechados de progreso, si todas esas sumas fabulosas que todos los años se gastan en equipo de guerra se emplearan en beneficio de la humanidad.
Tal es, pues, y tan grande el daño que el imperialismo, fundamentalmente el imperialismo yanki, está ocasionando en el mundo. Nosotros somos una prueba; nosotros hemos visto desfilar hoy por aquí nuestras unidades de combate; nosotros hemos visto desfilar por aquí nuestras brigadas de artillería antiaérea, antitanques, nuestras brigadas de lanzacohetes múltiples, nuestras brigadas de tanques. Y el pueblo los ha aplaudido, el pueblo los ha mirado con cariño, porque el pueblo sabe que la suerte de la Revolución, el pueblo sabe que su destino, el pueblo sabe que su libertad y su independencia, el pueblo sabe que su porvenir está defendido por esas armas.
¡Y el pueblo, el pueblo marchaba hacia esta plaza detrás de los tanques, detrás de los últimos tanques, confundido con los tanques y aun delante de los tanques! ¡Porque no son tanques contra pueblo, sino pueblo con tanques! Solo marcha el pueblo con los tanques cuando son suyos y cuando son para defender una causa justa; sobre todo, cuando son para defender la más sagrada y la más justa de las causas: la causa de la independencia nacional, la causa de la libertad y la causa de su Revolución.
Pero, ¿quién nos obliga? Esas armas no son armas ofensivas. Muchas veces los títeres del imperialismo dicen que Cuba se ha convertido en un peligro, de que la fuerza militar de la Revolución cubana se ha convertido en un peligro para los demás gobiernos de América. ¿Un peligro de qué? Nuestras armas no son armas ofensivas, nuestras armas no son armas idóneas para desarrollar una guerra de ofensiva, ni jamás necesitaremos ese tipo de armas. Nuestras armas son armas defensivas, armas para defender a la nación, y para tomar la ofensiva, sí, dentro de la nación, contra cualquier enemigo que nos ataque.
Sin embargo, ellos dicen que se ha convertido en un peligro, sí se ha convertido en un peligro para los agresores, se ha convertido en un peligro para los que alberguen intenciones agresivas contra nuestra patria. Si a ese peligro se refieren, tienen razón; si se refieren al peligro de que la Revolución no podrá ser destruida, de que la Revolución no podrá ser aplastada, entonces tienen razón; si se refieren al peligro para ellos en sus propios países, nosotros les decimos: “no, jamás en esas armas habrá peligro, para ustedes; jamás esas armas significarán ningún peligro, ni para el territorio ni para las fronteras de ningún país de América; jamás esas armas afectarán la seguridad de ningún pueblo”.
Y en cuanto a los gobiernos traidores a sus pueblos en América, en cuanto a los gobiernos que entregan miserablemente la soberanía de su país a los designios del imperialismo yanki, en cuanto a esos gobiernos vendidos cobarde y traidoramente, que se prestan a unirse y a hacerles el juego a esos imperialistas contra un pueblo latinoamericano, contra un pueblo hermano, contra un pueblo cuya voz puede ser escuchada con el mismo acento y en el mismo idioma por casi 200 millones de hombres y mujeres en este continente, en cuanto a esos gobiernos traidores y vendepatrias, el peligro no está en estas armas, el peligro está en sus propios pueblos. ¡Ahí es donde está el único peligro!
El peligro no está en agresiones de Cuba, no está en las armas de Cuba, el peligro está en la opresión y en el hambre en que mantienen a sus pueblos, ellos y los imperialistas, sus amos; el peligro está en la tremenda explotación, en la secular injusticia en que han vivido esos pueblos. Y los pueblos, cuando adquieren conciencia de su destino, cuando adquieren conciencia de la injusticia que padecen, cuando adquieren conciencia de su fuerza, entonces no necesitan tanques, no necesitan cañones, no necesitan aviones, porque nosotros cuando empezamos esta lucha no teníamos ni tanques, ni teníamos cañones, ni teníamos aviones, ni teníamos ejército; teníamos, si acaso, unos poquísimos fusiles con los cuales comenzar la lucha, y toda la razón que nos asistía, todo el derecho que nos asistía y todas las circunstancias que se derivaban de la explotación imperialista y capitalista en que vivían nuestros trabajadores, nuestros campesinos y la inmensa mayoría de nuestro pueblo.
Y eso sí es como para espantar, eso sí es como para meter miedo, saber que los pueblos oprimidos, saber que los pueblos explotados, no necesitan ni de cañones, ni de aviones, ni de tanques para empezar, para luchar y para alcanzar la victoria. Y que los tanques, y que los tanques, los aviones y los cañones que tienen ellos, no les servirán de nada, como no le sirvió de nada al Gobierno tiránico, explotador y pro imperialista que había en nuestro país. De nada les sirvieron los tanques que les mandaron los yankis, de nada les sirvieron las bombas, las armas todas: cañones, aviones, morteros, fusiles automáticos que les envió el imperialismo, porque las armas, al fin y al cabo, nada sirven contra el pueblo, nada sirven sin razón, nada sirven cuando se ponen al servicio del crimen y al servicio de la explotación.
¿Qué armas teníamos nosotros? Ninguna. ¿Cuántas armas tenían ellos? Muchas. ¿Qué armas tenían los argelinos cuando comenzaron su heroica lucha de siete años? Ninguna. ¿Y cuántas armas tenían los colonialistas? Todas las armas de una de las potencias más poderosas de Europa.
Luego la gran verdad histórica es que los pueblos, ni en esta época contemporánea ni en ninguna época, cuando les llegó su hora, cuando les llegó la hora de la conciencia revolucionaria, cuando llegó la hora de la lucha por su libertad, sin armas, porque todas las guerras de liberación se han comenzado siempre sin armas y contra las armas de los explotadores…; sin armas y contra las armas de los explotadores comenzamos nosotros nuestra lucha, y sin armas y contra las armas de los explotadores continuarán su lucha los pueblos oprimidos, más tarde o más temprano.
A eso sí deben temer los gobiernos traidores; a eso sí deben temer los gobiernos de América Latina, que se unen y maniobran junto al imperialismo contra nuestra patria; a eso sí deben temer, porque la historia los condena. Y quizás si su tremenda desesperación contra la Revolución Cubana se deba a eso, a que están condenados por la historia, y que los pueblos que hoy oprimen, más tarde o más temprano les exigirán cuentas.
Nosotros tenemos hoy estas armas que no teníamos cuando luchábamos en las montañas, nosotros hoy tenemos esas armas modernas. ¿Pero por qué las tenemos? Porque cuando concluyó nuestra lucha con la camarilla explotadora que aquí en nuestro país se servía de las fuerzas armadas, organizadas y equipadas por el imperialismo yanki, cuando concluyó aquella lucha comenzó otra lucha más dura, más difícil y más larga: la lucha de nuestro pueblo contra el imperialismo yanki, la lucha de nuestro pueblo contra las maniobras, los ejércitos mercenarios y los planes agresivos del imperialismo yanki.
Sin imperialismo yanki nosotros no necesitaríamos uno solo de esos tanques, nosotros no necesitaríamos uno solo de esos cañones ni de esos aviones, ni de esos soldados; sin el apoyo del imperialismo yanki no se atreverían siquiera a mover un solo dedo los antiguos explotadores, esos antiguos explotadores que si se atreven a conspirar, que si organizan actos contrarrevolucionarios, sabotajes, quemas de caña y otras fechorías, si se atreven a desafiar la formidable y absolutamente mayoritaria parte revolucionaria del pueblo, si se atreven a desafiar a la opinión nacional, si se atreven a desafiar al pueblo, es única y exclusivamente por el apoyo y el aliento que reciben del imperialismo yanki.
Luego nosotros somos un ejemplo de cómo el imperialismo yanki no solo malbarata más de medio centenar de miles de millones que sale del sudor y del esfuerzo del pueblo norteamericano, sino que obliga a gastar a todos los demás pueblos. Nosotros somos un ejemplo de eso. Lo que nos obligan a gastar en ejércitos, lo que nos obligan a gastar en armas, lo que nos obligan a quitar de otros servicios, es decir, que si la Revolución no tuviese que afrontar esos gastos, entonces, todavía serían mucho mayores los servicios destinados a satisfacer las necesidades del pueblo y los recursos destinados al desarrollo de nuestra economía.
La Revolución si a pesar de todo ha podido ampliar extraordinariamente los beneficios de esos servicios, si la Revolución a pesar de todo ha podido avanzar tanto, ha podido desarrollar tan rápidamente los recursos de la nación, ha podido atender a infinitas necesidades del pueblo, ¿qué sería si los imperialistas no nos obligasen a gastar los recursos que tenemos que gastar en la defensa de la nación?
Nosotros no somos guerreristas, nosotros no deseamos siquiera tener que entrenar esas armas, tener que usarlas. ¡Ojalá no tengamos que usarlas, ojalá no tengamos que usarlas de nuevo, como en Playa Girón, pero con mucha más eficacia, con mucho mayor volumen de fuego, con mucho mayor entrenamiento!
Y al enemigo lo vamos a combatir con fiereza, al enemigo lo vamos a combatir con decisión tal vez no imaginada por ellos; y al enemigo, además, lo vamos a exterminar, ¡a cualquier enemigo, a cualquier enemigo que desembarque en nuestras costas!
Y que después no digan, que después no pidan clemencia; que vayan reflexionando desde ahora, porque se ha acabado el truquito de estar organizando invasiones y salvar el pellejo. Después no digan que somos duros, después no digan que somos crueles, después que no se pongan a hacer campañas contra las medidas que el pueblo tome, porque crueles son los poderosos imperialistas que, valiéndose de su poder y de sus recursos, quieren aplastar a nuestra pequeña nación, quieren destruir el trabajo que un pueblo de 6 millones, de 7 millones de habitantes, está realizando en esta isla; crueles son ellos, criminales son ellos, y tiempo han tenido para reflexionar, tiempo han tenido para pensar, y si no lo han tenido, ¡piénsenlo bien! Si no han reflexionado, sirvan estas palabras de reflexión y sirvan estas palabras de advertencia para nuestros enemigos, sirvan de explicación para nuestros amigos, sirvan de explicación para los pueblos de América.
Porque si Bolívar… decretó una ley, en virtud de la cual todos los soldados colonialistas que empuñaran las armas contra la independencia de Venezuela estaban condenados a ser pasados por las armas, lo que se llamó el “Decreto de Guerra a Muerte”, ¡sépase que la historia se va a repetir si de nuevo nuestro país es invadido! Y sépase, ¡sépase!, que ese “Decreto de Guerra a Muerte” contra invasores, es la ley en nuestra patria.
Nuestra política no es una política de agresión contra nadie, nuestra política no es una política de intervención en los asuntos de otros pueblos. Otra cosa es, desde luego, lo que significa el ejemplo de Cuba; otra cosa es la lección que Cuba le ha dado a los pueblos. Nosotros tenemos fe en los pueblos, nosotros sabemos que solo los propios pueblos pueden hacer las revoluciones. ¿Qué pueblo habría podido venir aquí a hacer la Revolución por nosotros? Nosotros sabemos que la Revolución es obra de pueblo, y nosotros tenemos una fe ilimitada en los pueblos.
Y nosotros sabemos que son los pueblos los que van a ajustar cuentas, al fin y al cabo; nosotros sabemos que esta es una hora, en América, de grandes definiciones; nosotros sabemos que hay gobiernos sin pizcas de dignidad siquiera, sin pizcas de honor nacional, que se han prestado a las jugadas y a las agresiones del imperialismo.
Luego, si Cuba ha tenido problemas, no ha sido culpa de Cuba, ¡ha sido culpa de los que incesantemente, desde el triunfo del pueblo, comenzaron a organizar expediciones, se dedicaron a preparar agresiones económicas, políticas, militares, y de todo tipo!
¿Con quién hemos tenido problemas nosotros? ¡Con los imperialistas yankis! Nosotros no hemos tenido problemas con ningún otro pueblo, no con los pueblos, porque nosotros no hemos tenido problemas con el pueblo norteamericano. Si hemos tenido problemas con algunos gobiernos de América, no ha sido con esos gobiernos, ha sido con los monopolios, que son los que manejan como títeres y como muñecos a esos gobiernos. Es decir, que hemos tenido problemas con los gobiernos que están entregados incondicionalmente a los monopolios yankis; esa es la historia de todo este proceso; es la historia que sabe nuestro pueblo y es la historia que sabe América.
Pero nosotros hemos demostrado que con aquellos gobiernos que han mantenido una actitud de respeto a nuestra soberanía y a nuestra independencia, independientemente del régimen económico y social existente en esos países, hemos mantenido relaciones amistosas con ellos; porque ellos han respetado a nuestro país. Y eso demuestra que tales pudieran ser las relaciones con cualquier pueblo de América Latina.
Pero los imperialistas no quieren eso, han querido que rompan, han hecho todo tipo de presiones y hacen y tratan de hacer fuertes presiones sobre aquellos gobiernos que no están dispuestos a dejarse arrastrar como rebaño.
Hoy lo mueve contra la Revolución y mañana lo querrá mover contra México, lo querrá mover contra Brasil, lo querrá mover contra Ecuador, lo querrá mover contra Chile, lo querrá mover contra Uruguay, lo querrá mover contra Bolivia; en fin, lo querrá mover después contra cualquier pueblo. Lo que el imperialismo quiere es sembrar el precedente, lo que quiere es que otros pueblos sean cómplices de sus agresiones contra Cuba, lo que quieren es obtener acuerdos contra nosotros, y después de organizar las agresiones para que otros gobiernos de América sean cómplices de su sangría, sean cómplices de sus cobardes ataques a nuestro pueblo.
Pero que hay gobiernos que se han mantenido firmes y eso demuestra que los pueblos de América dejaron de ser rebaño; demuestra que a todos los gobiernos de América no se pueden llevar como rebaño, no se les puede poner el narigón a todos los gobiernos de América.
Esa es la lección que están recibiendo los imperialistas, por si no les bastara para darse cuenta de que el colonialismo y el imperialismo están desapareciendo rápida y progresivamente de la faz de la Tierra; por si los imperialistas no se acaban de convencer de las lecciones objetivas de la historia; de la lucha de liberación en Asia, en África y en Oceanía, les faltaba América, pues ya en América hay también lucha de liberación, que para honor de nuestra patria comenzó precisamente por Cuba.
Y lo que los imperialistas están consiguiendo es precisamente acelerar ese proceso de liberación, porque la agresión contra nuestra patria no es un problema fácil ni mucho menos. Tiene muchos obstáculos que vencer. En primer lugar nosotros aquí, que contamos, y contamos bastante, cuando se trata de defender a nuestra patria y a nuestra Revolución; pero además de eso, los pueblos de América no se van a quedar con los brazos cruzados. Poniendo sus “patas” aquí el primer infante de marina yanki, tengan la seguridad de que los pueblos de América no se van a quedar tranquilos. Porque los pueblos de América saben que nosotros vamos a resistir, que nosotros vamos a combatir resueltamente, que todos esos cañones que pasaron por ahí, y muchos más, van a disparar contra cualquier enemigo que desembarque.
Y eso sin contar que los imperialistas no pueden desafiar impunemente la solidaridad de todo el mundo; porque en realidad los tiempos en que los imperialistas actuaban como piratas, impunes, han pasado ya, y los piratas internacionales tienen cada día más atadas las manos, los pueblos tienen cada día más fuerza y más posibilidades de atar a los piratas internacionales. Los piratas rugen, los piratas gritan, los piratas se irritan y, desde luego, cuantas maniobras les es dado a realizar las realizan, cuantas perturbaciones les es dado provocar las provocan, y si los dejan, si no se les resiste firmemente, si no resistimos nosotros firmemente, si no resisten los pueblos de América Latina firmemente, continuarían haciendo fechorías. De ahí la importancia de resistir, de ahí la importancia de movilizarse, de movilizarnos nosotros y de que se movilicen los pueblos de América Latina, porque sin resistencia, sin movilización de parte de los latinoamericanos, entonces la solidaridad mundial no tendría una base sobre la cual facilitarnos la ayuda y luchar por nosotros.
Los imperialistas no conocen, o se hacen los que no conocen la historia. ¡Allá ellos! Si son tercos, y son testarudos, ¡allá ellos! Lo que tenemos que hacer los pueblos es movilizarnos, porque mientras más estúpidamente actúen ellos, más se acelerará la hora de la liberación en América Latina.
Si creen que nosotros tenemos motivo para intimidarnos, están muy equivocados, porque nosotros pensamos que los que tienen motivo de verdad para intimidarse ante la marcha de la historia son ellos. Ellos tienen que agruparse todos, reunirse, para hacer maniobras contra Cuba, y Cuba no pierde ni la calma, ni tiembla, ni la sonrisa siquiera pierde nuestro pueblo, porque nosotros, nuestro pueblo, está tan consciente de su razón, está tan consciente de su derecho, que con una sonrisa en los labios espera a los invasores, ¡y con una sonrisa en los labios los extermina también!
¡Ellos son los que deben tener motivo para estar intimidados, porque la rueda aplastante de la historia marcha sobre ellos, y nosotros marchamos encima del carro de la historia! Como uno de esos tanques que avanzaba por ahí, ¡como uno de esos tanques es la historia!, y sobre el carro de la historia marcha la Revolución Cubana, y bajo el carro de la historia quedará aplastado el imperialismo, el colonialismo, y la reacción en todo el mundo.
Mientras tanto, seguiremos nuestra tarea. Razones más que de sobra tenemos para sentirnos optimistas. Son muchos los éxitos alcanzados en estos tres años, son muchos los frutos de la Revolución. Tenemos presente que aun en este mismo año, de tantas agresiones, este mismo año de la victoria contra el imperialismo en Girón, fue también el año de la victoria contra ese hermano gemelo del imperialismo que es el analfabetismo, que hemos llevado adelante esa gran tarea con el esfuerzo de todo el pueblo, con el esfuerzo de nuestra juventud sobre todo, que con tanto entusiasmo se dedicó a esa batalla.
Este año lo hemos llamado el Año de la Planificación. ¿Por qué? Porque ya comenzamos el desarrollo planificado de nuestra economía. Eso significará que el avance será más rápido, que el avance será más seguro, que aprovecharemos al máximo nuestros recursos, que los errores que cometeremos serán mínimos; eso significa que la Revolución ha ganado extraordinariamente, que ya es capaz de desarrollar su economía planificadamente.
El pueblo sabe lo que eso significa, sabe que nuestra economía se desarrollará sin problemas, que se desarrollará sin crisis; que cada vez habrá más empleo, que cada vez tendremos más medios de producción, que cada vez tendremos más riquezas, que cada vez tendremos más producción. Y a mayor producción, más estándar de vida, porque lo que vamos a producir en el futuro no será para los parásitos, no será para los gusanos, no será para los imperialistas, será para nosotros; porque los técnicos, los técnicos que estamos preparando, no se están preparando para los monopolios, no se estarán preparando para servir a intereses privados, sino para servir a todo el pueblo; las fábricas que estamos edificando, las fábricas que se edificarán a montones en nuestra patria, serán fábricas de todo el pueblo, fruto del ahorro del pueblo, fruto del trabajo del pueblo, para elevar la capacidad productiva del pueblo, para elevar el total de bienes que nuestro pueblo ha de disfrutar en el futuro.
Estos tres años nos han enseñado mucho. Nos han enseñado que un pueblo lo puede todo; nos han enseñado que un pueblo es capaz de vencer todos los obstáculos; que un pueblo es capaz de enfrentarse a poderosos enemigos; que un pueblo es capaz de enfrentarse a todos los sacrificios que sean necesarios; que un pueblo, cuando le llega su hora, cuando le llega su oportunidad, la sabe aprovechar.
¡Sepamos nosotros aprovechar esta gran oportunidad, esta gran oportunidad que anhelaron nuestros antepasados en sus luchas por la independencia, esta gran oportunidad que han anhelado tantos luchadores del pueblo, esta gran oportunidad que ha costado tanto sacrificio, tanto mártir, tanto combatiente caído luchando contra la opresión y la tiranía, luchando en las montañas, luchando en la defensa de nuestras costas! ¡Esta oportunidad, sepamos aprovecharla!
Y por eso, con este año que se inicia, este cuarto año de la Revolución, después de tres años de éxitos, después de tres años de experiencia, lo que debemos decirnos a nosotros mismos, lo que debemos proponernos cada uno de nosotros es: aprovechar esta oportunidad, levantar nuestro esfuerzo, estar cada día más conscientes de que el porvenir lo tiene que construir el propio pueblo, que el porvenir tiene que ser obra del pueblo; obra de todos ustedes, hombres y mujeres, obra de todos ustedes, jóvenes.
¿Quién nos dará el futuro? ¡Nosotros mismos! ¿Quién garantizará un porvenir feliz para nuestra patria? ¡Nosotros mismos y solo nosotros! Nadie lo vendrá a hacer, de nadie tendrá que depender, sino de nosotros; tenemos la oportunidad y tenemos todo lo necesario.
Por eso, tres cosas son importantes en este año: primero, la defensa de la patria frente a los planes enemigos; segundo, la organización, la formación de conciencia revolucionaria. Y sobre esto, sobre esto, no se puede decir quién sea segundo o qué es primero: ¡Todo es primero aquí, porque la conciencia es imprescindible si queremos cumplir todas nuestras tareas!; sin conciencia revolucionaria siempre presente, no habría invencible defensa de la patria; y sin conciencia revolucionaria, no podríamos cumplir la otra tarea, la tarea de planificar, la tarea de desarrollar nuestra economía.
Y ahí tenemos las tres cosas: a fortalecer la conciencia, la defensa y la economía.
La conciencia, para inspirar la conducta de nuestras masas; la defensa, para conservar la oportunidad y el derecho a hacer el porvenir; y la economía, porque la economía será la base de nuestro porvenir.
(...) ¡Los cubanos no fallaremos!; ¡la Revolución Cubana será cada vez más firme!; ¡la Revolución Cubana seguirá adelante victoriosamente!
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