El primer mes del año 2025 va quedando marcado por la desaparición física de relevantes nombres de la cultura cubana, especialmente de los medios masivos de comunicación. El 26 de enero se cubrió luto la radio de casa, tras la pérdida de Caridad Martínez, la maestra para unos, la enamorada de la radio para otros; la cubana para todos.
Junto a Alberto Luberta encontró en la radio esa manera exacta de extender el café matutino de casa y el almuerzo dominical entre amigos. Resulta que Infanta 105 se convirtió en el escenario compartido para hacer realidad sus respectivos sueños personales. Y ambos hicieron gala de eso.
Recuerdo la ocasión que, como autora de la biografía de Eduardo Rosillo, me resultó indispensable conversar con ellos sobre quien fuera durante años el locutor de “Alegrías de sobremesa”; y si bien el encuentro con Luberta estuvo lleno de anécdotas vividas en Radio Progreso, el recuento de Caridad estuvo signado por esos pequeños detalles que conformaban la personalidad humana. Entonces descubrí al Rosillo padre, al hombre temeroso del fracaso y de la muerte.
Y es que para la Caridad Martínez que conocí, mujer tierna, generosa, al tiempo que exigente y rigurosa, lo importante estaba en la condición personal de la gente y en las cuestiones auténticas de las cosas, de modo que no permitió dobleces. Por ello defendió en las radionovelas la necesidad de reflejar lo cubano como expresión de lo universal. Por eso en el consejo a los jóvenes no faltó su mirada hacia el pensamiento martiano. Por eso al serle concedida la distinción Maestro de Juventudes, afirmó el compromiso que enalteció su trabajo: entregarle a las generaciones venideras el mayor caudal de experiencias porque más allá del conocimiento estaba su voluntad de sembrar ideas que fructicaran en los que por ley natural le seguirían.
El ejemplo de Caridad Martínez germinó en los espacios que dirigió en la radio y en cada graduado de FANCA a los que además de instruir en técnicas radiales, impartió dirección de actores, esa especialidad que necesariamente se mueve entre los sentimientos y la razón en favor de sacar lo mejor del humano para lograr un convincente personaje.
En alguna ocasión, entre risas, me comentó: “La radio como a la casa hay que limpiarla ordenada, con sumo cuidado, en primer lugar para ti y luego para quien te visite.”
De alguna manera ese fue su presupuesto para con la radio. Al verla entrar a Radio Progreso con su natural salud, se detenía en cada detalle, desde el lobby hasta el final; quería la emisora como su casa, deseaba que cada trabajador -artista o no- sintiera el orgullo de ser parte de una historia importante de la cultura de este país, y así lo decía y lo defendía. Y para ello no necesitaba de las grandes parrafadas y menos de los discursos; bastaba con su abierta sonrisa para engrandecer aquel sentimiento compartido por sus colegas de generación y aplaudido por los que con ella comenzaron a gestar su propio camino.
Con todas las posibilidades de laborar en la televisión, con todo respeto y otra vez con la sonrisa a golpe de pecho su respuesta iba derecho hacia la radio; apostó, sin dudar, por ella donde desarrolló su trabajo, forjó su herencia de reconocidos profesionales y en ella queda como una de sus imprescindibles hacedoras.
Deje un comentario