Experiencias de la Feria Nacional de Artesanía


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La Feria Nacional de Artesanía culminó su capítulo habanero en el 2020. Luego de varios meses de obligatorio confinamiento social y ante la imposibilidad de realizar, como es costumbre, la convocatoria de Fiart, el Ministerio de Cultura y el Fondo Cubano de Bienes Culturales pusieron a disposición de la familia cubana una serie de productos que combinan lo bello con lo útil en cada una de las propuestas.

Calzado, cerámica, textiles, útiles del hogar, joyas y muebles estuvieron a disposición del público, durante 14 días en la Estación Cultural de la calle Línea y en Rancho Boyeros, siempre cumpliendo las medidas sanitarias orientadas por el Ministerio de Salud de Pública.

Relojes de Geo Time. Fotos: De la autora
 

En general, la Feria como sitio de encuentro y también vista como un evento cultural, contó con una mejor organización. Uno de sus aciertos radicó en establecer amplios espacios, fáciles de recorrer y de memorizar. Los productos de un mismo tipo estuvieron concentrados en un área común, para lograr mayor orientación al público. En cuanto a la zona de la gastronomía, como se anunció en conferencia de prensa, se destinó el área del exterior en la Estación Cultural de la calle Línea y, con ello, los locales de venta y de tránsito del personal tuvieron una mejor higiene.

Ha sido una Feria en un contexto difícil, con variedad de artículos, de acuerdo a la situación mundial que ha imposibilitado la compra de materia prima en el exterior. Aun así, buena parte de las manifestaciones estuvieron representadas por creadores cubanos que han dado vida al barro, a la tela, a la cera y a la madera, para seguir tejiendo la historia de eso que llamamos artesanía nacional.

La cerámica y otras demandas

De los artesanos que conversaron con La Jiribilla presentes en la Estación Cultural de Línea, Majoriet Farrei, en representación de Faval Artesanía, nos explicó los inicios de su negocio familiar, desde el año 2013, cuando comenzaron la producción de barro al estilo más rústico hasta perfeccionar sus prácticas.

Majoriet Farrei, dependienta y parte del negocio familiar de Faval Artesanía.
 

“La base con la que hacemos los productos se llama caolín, es como una pasta blanca y tiene propiedades increíbles, es súper resistente tanto a la humedad como al calor. Creo que hemos crecido y ha sido porque los clientes lo han demandado y siempre trabajamos en función de satisfacer sus necesidades”, explicó Farrei.

Faval Artesanía tiene un taller en la zona de Calabazar, así como en un pueblo llamado El Globo (cerca del Parque Lenin) y en fecha próxima tendrán un espacio en Santiago de Las Vegas. Como meta para el futuro aspiran a tener su propia tienda online, donde el cliente adquiera el artículo en venta sin tener que llegarse personalmente.

Algunas producciones de Faval Artesanía que pudieron encontrarse en la Estación de Línea.
 

Por otra parte, Aliana Lobato Coba, junto a su esposo, es un ejemplo de familia emprendedora que reajustó su agenda productiva a raíz de la pandemia. En un inicio, su conjugue se dedicaba a la escultura y ella realizaba miscelánea y trabajos de orfebrería. Con la ausencia de turismo a causa de la COVID-19, comenzaron la producción de relojes artesanales con el nombre de Geotime, una marca que ha logrado propuestas originales y llamativas.

“Ahora vamos con otras ideas que incluyen retratos, lámparas, todo con la misma línea. Con los materiales... había personas que me traían el fondo de una gaveta o de un escaparate”, comenta Lobato Coba.

Algunos de los productos más buscados

El calzado estuvo presente, entre varias ofertas, con los diseños de la marca P. Luis, cuyo creador es Pedro Luis Rodríguez Cruz. El tipo de producto que fabrican va destinado, en su mayoría, al público joven, y así lo expresa este artesano: “ellos son los que llevan la moda, son los que cambian”.

Pedro Luis Rodríguez Cruz, creador de la marca P. Luis.
 

Como se anunció previamente, el Fondo Cubano de Bienes Culturales rebajó los impuestos a los creadores, lo cual trajo como resultado la disminución de los artículos en venta. Al respecto afirma Rodríguez Cruz: “Por ejemplo, nos redujeron un veinte por ciento y yo hice lo mismo, más otro diez por ciento que habían hablado con nosotros. Es decir, que el zapato tiene un treinta por ciento de descuento. Es bueno y vendemos más, y también porque está al alcance de la mayoría”.

El textil, desde hace años, es otra de las demandas más solicitadas por el público. Desde hace más de tres décadas, la diseñadora y modista Oneida García Fuentes, junto con sus hijas, creó la marca One Moda. Entre sus confecciones destacan la ropa de lino y de crayón para niños, jóvenes, así como para personas adultas de ambos sexos.

A la derecha, Oneida García Fuentes y su hija, ambas modistas de One Moda.
 

“Hacemos sayas, blusas, shorts, paredos. Solo vendo en las ferias que se realizan varias veces al año. Pocas veces contrato a costureras porque mis hijas me ayudan. Lo mío es un negocio pequeño y de familia”, aseveró García Fuente.

Calidad y confort

La zona destinada al mobiliario en las ferias siempre tiene espacios amplios y esta vez no fue la excepción. Varios negocios de este tipo evidenciaron las buenas prácticas de su fabricación en Cuba, como el caso de Almacenes Mata, que ofrece dentro de sus servicios la fabricación de muebles con diseño incluido, si el cliente lo solicita. 

Algunos diseños de Almacenes Mata exhibidos en la Feria.
 

“Tenemos un estudio-taller en La Víbora”, nos dice Raúl Mata, uno de los dueños de la empresa. “Allí siempre hacemos las tormentas de ideas de los diseños y después confeccionamos de los productos, que van desde una línea muy rústica a un estilo más moderno”, explicó el artista.

Su compañero de oficio, el artesano Rafael Ruz Miranda, dinamiza la tradición del mueble cubano con su sello Ruztico. Para su ejecución, este creador utiliza madera tradicional y reciclada con un toque de contemporaneidad.

Raúl Mata y su hija, también diseñadora de Almacenes Mata.
 

“Me gusta trabajar con algarrobo por el volumen que trae y también con guásima, ocuje y con el pino nacional, que a la gente no le gusta mucho por las malas prácticas, porque en realidad es muy bueno, lo que hay que prepararlo bien. En un futuro me pienso ampliar. Sueño con hacer muebles rústicos con metal, añadir piedras, siempre bridando una propuesta diferente”, especificó Ruz Miranda.

En próximas ediciones se prevé ampliar las sedes de la Feria y así evitar la aglomeración de años anteriores y que el público tenga un mayor disfrute, en los lugares donde se podrá conocer los senderos de la artesanía cubana y su evolución en el tiempo.

 


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