Tres días. Solo tres días fueron más que suficientes para que por algunos escenarios habaneros desfilara una de las constelaciones de músicos más importantes de Puerto Rico que habría de visitar Cuba en los últimos cien años.
Los boricuas ofrecieron en La Habana seis conciertos en cuatro noches. Dos en el Palacio de la Salsa, uno en la calle 124 y 33 en Marianao y dos en la Tropical.
Uno pudiera preguntarse: de qué manera lo hicieron. Fue sencillo.
Debutaron la misma noche del jueves, tras su llegada, en el Palacio de la Salsa alternando con Ng la Banda. Al día siguiente, sin quitarse el polvo del camino y apenas sin dormir muchos de ellos, se reunieron algunas figuras importantes de la música cubana que en ese entonces no estaban en activo con estudiantes de música de algunos conservatorios, a los que había convocado El Tosco en el Salón Internacional del hotel Riviera, para sesiones de trabajo e intercambio y para confraternizar.
Los cantantes Raúl Planas, Laito Sureda, Pepe Merino y Rolo Martínez. Entre los pianistas estaban presentes Rubén y Joseíto González y, como era de esperarse, no faltaron el flautista Richard Egües y el bajista Orlando “Cachaito” López, el trombonista Generoso Jiménez, Los Papines y la dupla explosiva del momento en la percusión cubana: Tata Güines y Changuito que para ese entonces ya no formaba parte de Los Van Van. Hacer una relación de muchas de aquellas figuras, casi treinta años después, resulta un ejercicio de memoria casi imposible; lo que hace que algunos nombres sean omitidos.
La segunda noche –viernes— se presentaron primero en Marianao y posteriormente en el Palacio junto a Manolín “el Médico de la salsa”. Curiosamente tras ese concierto hubo una gran descarga jazzística en el bar Elegante del hotel Riviera –casi amaneciendo— junto al grupo de la pianista Freida Anido y el pianista Víctor “Pucho” López.
Esa descarga comenzó antes del concierto en el Palacio, cuyas funciones comenzaban a las doce de la noche y duraban hasta las tres de la mañana; y tuvo su origen en el mismo momento en que el cantante Peter “El Conde” Rodríguez y el trombonista Toñito Vázquez, bebiendo un trago en aquel local, decidieron el uno cantar un tema y el otro comenzar a ejecutar su instrumento mientras era ejecutado el tema Piel Canela del puertorriqueño Bobby Capó.
Esa ejecución fue el detonante para que en el bar se fueran dando cita algunas de las personas que esperaban para entrar al Palacio. Innegablemente la música debía continuar y esa decisión fue obra de Pucho y El Tosco la aceptó.
La tercera noche fue el debut de la Orquesta Nacional de Puerto Rico en el salón Rosado de la Tropical en un concierto de Adalberto y su Son. Abarrotado de público, como siempre ocurría en esos años, la pista del “salón más musical de América Latina” como le definiera su presentador Juan Cruz; recibió una fuerte dosis de música salsa brava al más puro estilo. Primero fue Roberto Roena y su orquesta la Apollo Sound que incluyó en su repertorio tres temas emblemáticos que cantara en su momento Ismael “Maelo” Rivera: Las caras lindas, El Perico y Maquinolandera; obras más que conocidas por una parte importante de los bailadores cubanos; los de a verdad. Del primero Adalberto había hecho una versión años antes cantada por Félix Baloy; el segundo –El Perico—fue el tema más famoso de Tata Güines con su orquesta de percusión en los años setenta. Mientras que Maquinolandera había sido popularizado en Cuba por el conjunto Los latinos en los años que en ese conjunto cantaba Ricardito Rivera.
La despedida vendría el domingo en la tarde nuevamente en la Tropical con NG la Banda y en la noche repetirían en el Palacio junto a Los Van Van.
El viaje había cumplido su objetivo principal: presentar el disco De aquí para allá en Cuba y hacer una gran fiesta musical entre las dos islas. Ahora solo quedaba el acto de presentar, con conciertos incluidos, la versión cubana del proyecto; es decir “De allá para acá”; y a ese fin comenzaron a volcar todas sus energías Eugenio Acosta y sus colaboradores; solo que la vida le jugó una mala pasada.
A pesar de que políticamente había un ligero clima de distensión entre Cuba y los Estados Unidos, las autoridades de aquel país no otorgaron las visas a los músicos cubanos; eso no impidió que en diversos escenarios de Puerto rico se presentaran a lo largo de la década músicos cubanos procedentes de la isla; solo que lo que El Tosco llamó “La constelación de la timba” nunca llegó a dar sus conciertos programados.
En su defecto, como acto de desagravio, entre 1997 y 1998 a Cuba viajan Andy Montañez y Cheo Feliciano y en la nómina de músicos que le acompañan se encuentran algunos de los que convocara Eugenio Acosta a tan noble Proyecto. Por su parte el pianista Papo Lucca no se pierde la oportunidad de viajar a Cuba y junto a los pianista Rubén González y Manolito Simonet hace también de las suyas en el Palacio de la Salsa; y se permite el lujo de “ser titular” de Adalberto y su Son una tarde de domingo en una de las presentaciones del músico camagüeyano en el Salón Rosado de la Tropical.
Sin proponérselo José Luis Cortés y Eugenio Acosta dieron a la Salsa la posibilidad de regresar a Cuba. Al mismo lugar que todos pregonaban: !la tierra madre!.
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