La reciente publicación, en Cuba, gracias a la gestión de la Editorial Arte y Literatura, de la novela Mongo Blanco (Plaza Janés, 2019), del español Carlos Bardem (1963), cuyos derechos de autor cedió de manera desinteresada, me ha facilitado incluirla en la segunda parte de este artículo, entre otras razones porque el lector interesado puede acceder a ella, pues al menos está disponible en la librería habanera Fayad Jamís, luego de ser presentada en un reciente Sábado del Libro. A esta edición me referiré más adelante.
Actor, al igual que su hermano Javier, ampliamente conocido en Cuba gracias a su filmografía, Carlos se ha inclinado también por la escritura. Graduado en Historia y diplomado en Relaciones Internacionales, publicó su primer libro en 1997, Durango Perdido. Diario del rodaje de Perdita Durango, basado en la filmación de la película de igual nombre, y donde Javier, en el personaje de Romeo, fue uno de los protagonistas. Considerada como una comedia de acción con tintes de terror, es «coctel explosivo» de humor negro, amor, sexo, santería y acción.
Su debut como novelista se produjo en 1999 con Muertes ejemplares, mención especial del jurado del Premio Nadal de ese año, narrada en dos tiempos: en Flandes, en 1936, cuando un soldado español trata de escapar a la muerte, y en el Madrid actual, donde un estudiante lee la historia de un hombre mientras trata de entender el sentido de su propia vida. Le siguió Buziana o el peso del alma (2002): confluencias y diferencias entre dos hermanos, uno estrella del cine español, y el otro residente en Brasil, tras huir de la influencia del padre, pero donde su vida se complica de muy diversos modos. El reencuentro de ambos servirá para repasar sus respectivas vidas. En 2003 dio a conocer Alacrán enamorado, que narra la historia de una mujer que podía ser invisible y de un boxeador, que solo perdía en sueños; luego la citada Mongo Blanco y, por último, El asesino inconformista (2021), novela política de amor, humor y muerte.
En el género de memorias publicó, en 2005, La Bardem, que recoge las de su madre Pilar Bardem, reconocida actriz española a cuyo apellido dieron preferencia sus hijos para sus respectivos nombres artísticos, en menoscabo del Encinas paterno, quien, al parecer, no dejó huellas amables entre su esposa y sus descendientes.
Aunque, por lo general, el público se ha manifestado entusiasta con las obras de Carlos Bardem, Mongo Blanco fue, y es, un notable éxito de ventas y ya avanza por su cuarta edición. La cubana corresponde al año 2021 y estuvo a cargo de Anderson Calzada Escalona, quien tuvo el acierto, previa consulta con el autor, de incluirle notas al pie, ya que se manejan términos poco o nada conocidos para nuestros lectores. La composición y el diseño de cubierta, muy logrado este último, lo asumieron Ofelia Gavilán Pedroso y Lisvette Monnar Bolaños, respectivamente. Satisfecho con esta primera edición cubana, según me comenta Iyaimí Palomares, directora de la editorial, Bardem ha prometido venir a Cuba —ya estuvo, con el propósito de investigar para su Mongo Blanco—, pero sus compromisos laborales se lo han impedido.
La estrategia narrativa del autor para contar la historia del conocido traficante fue distinta a la empleada por Novás Calvo en su El negrero: vida novelada de Pedro Blanco Fernández de Trava, obra que, según declaraciones de Bardem, conoció, pero decidió apartarse de ella para concebir la suya desde nuevas perspectivas. No obstante, según respondió a la interrogante que le formulara Carlos Olivares Baró en la entrevista «Carlos Bardem presenta crudo relato de la esclavitud» (La Razón, México, 9 de septiembre de 2020), formulada en estos términos: «¿Coincidencias con la clásica novela del cubano-español Lino Novás Calvo, El negrero de 1933?», su respuesta fue: «El mismo personaje, Pedro Blanco. Novás Calvo es mi maestro; su novela es una referencia innegable. La intención mía es ir más allá de la biografía de Pedro Blanco para explorar el entorno social y político de la época».
En Mongo Blanco Pedro, ingresado en un manicomio ya en el ocaso de su vida, le cuenta a su médico, el doctor Alberto Castell, especie de psicólogo avant la lettre, los avatares de su vida, pero no puede suponer que su historia aun no ha terminado, ya que alguien de su oscuro pasado volverá para cobrarse una deuda pendiente.
La crítica literaria española, aunque la ha recibido con beneplácito, no ha dejado de advertir, como lo ha expresado J.J. Armas Marcelo en la página cultural del periódico El Español del 8 de julio de 2020, que «hay demasiadas gotas de agua de la novela de Novás en la de Bardem, sin que yo quiera en ningún momento hacer ninguna acusación de plagio. Esa sincronicidad literaria es, cuando menos sospechosa». Igualmente reconoce el comentarista que la novela de Bardem es más cinematográfica que literaria. El modo de contar es visual, sin tener en cuenta que la literatura requiere de otras sutilezas y escribir literatura no significa exactamente redactar una historia sino dejar que esa misma historia cuente una historia que no está escrita y que el lector (y el crítico, por supuesto) descubra.
Situándonos en época y circunstancias —la escritura de la obra de Novás ocurrió, aproximadamente, en el año 1932, y la de Bardem en los días que corren— no me cabe dudas de que, vistas en comparación, la del cubano es mucho más literaria en lo que concierne al manejo de recursos artísticos, entre ellos el realismo mágico, como el propio autor lo reconoció muchos años después de su publicación, y nos ofrece, coincido con el mencionado crítico, «una lección literaria de los modos de contar y de saber literatura», a la vez que su desenvolvimiento es más imaginativo, mientras que la de Bardem busca otros recursos quizás más efectivos, de alcance visual, como actor que es, para el desarrollo de su narrativa. No obstante, y sin que una sea complemento de la otra, lo cierto es que ambas, desde diferentes perspectivas, pero propósitos similares en lo que a la persona / personaje se refieren, nos devuelven a la persona Pedro Blanco devenido en personaje Pedro Blanco, modo de que el lector, si accede a ambos títulos, puede llevarse una visión multilateral de este hombre real que ha interesado a literatos e historiadores, y de cuya imagen física solo nos queda la que consta en su ficha como estudiante de la Escuela de Marina de San Telmo, en Málaga, que lo describe como un hombre «menudo», de «cabello oscuro» y «nariz respingona».
Si la novela de Novás es más literaria e imaginativa y la de Bardem más cinematográfica, en ambas prima la voluntad de presentarle al lector el espacio de la trata, pero la del primero deja a la voluntad de este mucha fantasía para percibir al personaje y sus circunstancias, mientras que la de Bardem, quien tuvo muchas más posibilidades de acceso a la información, es de mayor suficiencia histórica. La «novelación» de Novás no es, en modo alguno, la del también actor, que se sumerge en la historia inaugurando cada capítulo con un artículo del Reglamento de esclavos promulgado por el capitán general don Jerónimo Valdés, Cuba, 1842. El autor de «La noche de Ramón Yendía» despliega mucho más vuelo intuitivo, es más libre, más creativo, y se apega menos a los libros consultados, cuya relación colocó, a modo de anexo, en la primera edición de su «vida novelada», siempre incluida en las ediciones posteriores, según expresé antes.
El eje en que se cruzan ambas novelas, una menos histórica que la otra, una recreada y la otra más fiel a los hechos, es el tratamiento del personaje protagónico que le da cuerpo a ambas, más irreverente el novasiano, más apegado a los hechos el bardemiano, pero arrastrados ambos por la ferocidad de su carácter y lo abisal de la historia narrada.
Reconocida en 2020 con el premio de novela histórica durante la Semana Negra de Gijón, Mongo Blanco resulta una obra vibrante, columpiada entre la historia y la aventura, un episodio épico al modo de Conrad, Salgari y Stevenson, que pone al descubierto, desde nuestros días, los horrores de la esclavitud y de la trata negrera. Las conversaciones entre Pedro y su doctor dan pie para búsquedas que resuelvan misterios, tales como localizar documentos ocultos que comprometían a políticos peninsulares, descubrir las riquezas acumuladas por Blanco y tratar, sin lograrlo, de que recupere su lucidez mental. La condición humana queda aquí retratada, en sus costados más lúgubres, desde una inquieta y ambiciosa trama plagada de acción.
Carlos Bardem es de la opinión de que todo escritor escribe para entender. Participa del criterio de que «No debemos dejar que se nos escamotee parte de nuestra historia», y con Mongo Blanco se propuso recuperarla, a sabiendas de que, dice, «Blanco era un gran marino, un gran aventurero y era un hombre brillantísimo en lo que hacía. El problema es que lo que hacía era una atrocidad». Y lo más difícil fue, para él, «sostener más de 600 páginas con un ‘héroe’ tan detestable. Por ello he tenido que meterme en sus zapatos y, pese a lo malo, tratar de sacarle algo de humano». Es cierto, lo logra, pero sin justificarlo, puesto que se planteó una conversación entre paciente y médico, el primero en plan cínico, el segundo en plan filantrópico y de amor al prójimo, a partir de la cual se logra un equilibrio bien proporcionado. Bardem ha asegurado, por otra parte, que «me ha ayudado mucho mi faceta de actor, ya que suelo interpretar villanos. Tienes que aprender a no juzgarlos porque si lo haces los acabas caricaturizando. Cualquier persona, por aberrante que sea su conducta, hace las cosas por alguna razón. Mi labor como escritor es entender las razones de ese monstruo».
En estos momentos Bardem busca opciones para llevar al cine su novela, y se ha acercado a los hermanos Sánchez Cabezudo, directores y guionistas de reconocidos méritos, quienes tienen la idea de hacer una serie para una de sus grandes plataformas. Mientras el proyecto cuaja, o no, los lectores cubanos disponen de una meritoria novela basada en uno de los más feroces hombres que llevó adelante la trata cual si fuera una verdadera cruzada del mal.
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