Existe la tradición de despedir el año quemando un muñeco hecho de materiales desechables. Es un modo de exorcizar males del ayer y recibir lo nuevo con renacida limpieza. En el plano individual, muchos acostumbran a formular propósitos para hacernos cargo de proyectos siempre postergados. Jóvenes o viejos, nuestras vidas se imbrican con el destino de la nación.
Llegados al sexagésimo aniversario del triunfo de la Revolución, resulta imprescindible analizar las prioridades de nuestra inmediatez en un mundo cada vez más complejo e interdependiente, donde la política —sistemáticamente desacreditada— se subordina al poder conjurado de las finanzas y las corporaciones.
El neoliberalismo extiende su influencia a través de una ideología que lo convierte en sinónimo de la modernidad. Naturaliza sus conceptos básicos, incorporándolos al sentido común y al lenguaje cotidiano, suplanta el papel del Estado por el libre juego del mercado y construye mentalidades y expectativas de vida.
A la vez, formula modelos apuntalados en el espejismo del improbable goce individual de un perenne existir, ahora mismo orientado a anular la voluntad colectiva de construir un mundo mejor y, lo que resulta más grave, de preservar el porvenir de un planeta amenazado por los efectos del cambio climático.
Con el apoyo de algunas tendencias fundamentalistas en ascenso, se proclama la competitividad como valor supremo y la clave del éxito. El pensamiento tecnocrático desplaza la tradición humanista. Se pretende anular la contraposición histórica entre derecha e izquierda, componente sustancial del debate político heredado de la Revolución Francesa. Con ello los partidos políticos pierden legitimidad.
Estos factores explican en alguna medida lo ocurrido en las recientes elecciones de Brasil. En el gigante latinoamericano, la implementación de prácticas de beneficio social había rescatado a millones de personas de la pobreza. Por otra parte, en el plano internacional, el país había desempeñado un papel importante en la defensa del multilateralismo. Y, no podemos olvidarlo, la Amazonia contiene reservas fundamentales de agua y oxígeno, indispensables para la vida de la Tierra. Su privatización indiscriminada puede tener resultados desastrosos.
El contexto actual contiene factores adversos en el plano de las finanzas y en el de los valores. El año que comienza nos plantea la necesidad de concentrar esfuerzos en el crecimiento económico. Para lograr ese propósito, hay que afrontar males que socavan la esencia de nuestro proyecto social para defender la soberanía del país y llevar adelante una tarea de construcción, sustentada en la preservación de una perspectiva humanista, a contracorriente de las implacables políticas de ajuste proclamadas por la tecnocracia de inspiración neoliberal.
En ese sentido, enfrentar las consecuencias de la corrupción se convierte en necesidad insoslayable, no solo en razón de proteger los bienes del pueblo sino por sus repercusiones en el plano de los valores que nos sostienen y cimentan las bases de la unidad requerida para mancomunar los esfuerzos de todos en beneficio de la obra común.
Crecimiento y desarrollo no son sinónimos. Este último implica, además del apetecible aumento del Producto Interno Bruto, un significativo componente social. Ha sido un logro de la Revolución Cubana conformar, en un proceso atravesado por dificultades de toda índole, un pueblo con altos niveles de escolaridad y de preparación técnica. Son ellos, los recursos humanos, nuestro mayor tesoro.
En la actualidad, las demandas de la inmediatez resultan apremiantes. Exigen soluciones rápidas y eficaces. No podemos renunciar, sin embargo, a consolidar los fundamentos de una proyección estratégica. Este concepto rigió siempre el pensamiento de Fidel.
Con vistas al futuro, la informatización de la sociedad y la aplicación de la ciencia a la solución de problemas de la realidad pueden considerarse lineamientos orientados en esa dirección. Para obtener los resultados esperados se exige el acompañamiento de un trabajo paciente y sistemático de capacitación y recalificación. Garantía de profesionalidad, la superación permanente viabiliza el rigor y la eficacia, y da respuestas a los problemas derivados de los cambios que operan en la sociedad mediante la plena utilización de los recursos incorporados por la informatización y la innovación científica.
Habrá que modelar la conducta de los trabajadores de la administración pública en tanto representantes de la autoridad gubernamental. Tendrán que intervenir en el rescate de los oficios y del desempeño de las responsabilidades a todos los niveles en la producción de bienes, desde la agricultura hasta la industria, la construcción y los servicios básicos, estos últimos en una economía que asume el turismo como una de sus líneas de crecimiento.
De lo más recóndito de mi memoria emerge el recuerdo de una historia contada en mi infancia. Era un hombre que permanecía recostado noche y día bajo una higuera. Se limitaba a abrir la boca para capturar el fruto maduro que se desprendía del árbol. Al principio, me fascinó la idea. Comprendí luego que ese brotar de la nada era un modo de desperdiciar el precioso regalo de nuestro tránsito por la vida, que abrir los ojos al mundo en su infinita riqueza, participar en la siembra y cosecha de la pródiga higuera eran modos de conquistar una plenitud de la existencia que me acompañarían en los buenos y los malos momentos.
Ahora, cuando mis fuerzas disminuyen, valoro más que nunca la importancia de mi intangible patrimonio personal. En el año que comienza es mi mensaje para los jóvenes que irrumpen desde las escuelas y las universidades al campo laboral. Sin valerse de muletas paternalistas, les toca asumir responsabilidades, crecer rápidamente, entre logros y equivocaciones, en la obra de todos.
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