Algo que siempre se ha comentado de la pintora mexicana Frida Kahlo es que, de alguna manera, fue absorbida por la sombra gigante de su esposo, el muralista Diego Rivera. Pero Luis-Martín Lozano, historiador del arte mexicano, especializado en el modernismo de su país, establece cierto matiz. Para él, el vínculo fue mucho más cercano.
“Su relación no se puede explicar dentro de los parámetros de las convenciones burguesas. Eran cómplices y compañeros en lo estético y también como pareja en sus aventuras sexuales”, señala en declaraciones recogidas por el diario El País.
Esto lo comenta a propósito del lanzamiento que la editorial Taschen acaba de realizar en México. Un libro que el mencionado Lozano realizó junto a las también historiadoras del arte Andrea Kettenmann y Marina Vázquez Ramos.
Es 624 páginas, Frida Kahlo. Obra Pictórica Completa, contiene 152 pinturas con fotografías poco conocidas, páginas de su diario, cartas y una biografía ilustrada. Pero no solo trae lo visual, también una especie de revisión de su biografía, hecha por Lozano.
En ese sentido, Lozano va más allá de otra imagen que siempre se le atacha a Kahlo. La de una víctima de un accidente, en 1925, que se vio compelida a dedicarse a la pintura como una terapia, y que de alguna forma, en cuadros como La columna rota, Sin esperanza o El venado herido desarrolló una especie de relato autobiográfico. Para Lozano, el interés de la mexicana por el arte no tiene que ver con una reacción, sino que era algo genuino e implica un entendimiento cabal del movimiento artístico de su época.
“Frida Kahlo fue una mujer que tomó la decisión de convertirse en pintora tras advertir el excepcional contexto cultural y artístico que estaba viviendo; nunca he creído que fue porque tuvo un accidente y esta se convirtió en la única opción para una mujer inválida postrada en una cama”, señala Lozano en declaraciones al sitio El sol de México.
Sobre lo mismo, Lozano complementa en el mismo medio: “El error más común sobre Frida Kahlo es creer que su vida personal es la única dimensión presente en su arte y que sus pinturas son como anécdotas de su biografía. Más preocupante, me parece, es someter a la artista al guión eterno de una telenovela de reproches y amores frustrados con Diego Rivera —a quien ella amaba y admiraba profundamente—, y una lista cada vez más larga de amantes, hombres y mujeres”.
El venado herido, cuadro de Frida Kahlo.
Más allá de una tendencia
Incluso, Lozano apunta que si bien la autora de Lo que el agua me dio no pasó por una academia ni estudió formalmente pintura, ello no fue impedimento para el desarrollo de su carácter lúcido. “Aunque no tuvo una formación académica sí fue una artista extremadamente culta con una gran curiosidad e inteligencia. Esta formación le permite una gran flexibilidad para saltar entre tradiciones y registros”, añade Lozano en El País.
“Mucho tuvo que ver el contexto de su tiempo -agrega el mismo Lozano en el sitio El sol de Mexico-. Los comienzos de Kahlo, en plena etapa posrevolucionaria, coinciden con uno de los periodos más prolíficos del arte moderno en México. Así nace y se desarrolla su pintura, una reforma de las tradiciones del arte popular a través de la experimentación con las vanguardias y el acervo del arte europeo”.
Incluso, Lozano apunta que Kahlo no solo se dedicó a la mera reproducción de una tendencia. “Construyó sus propios parámetros, creó su propio universo pictórico y extra pictórico y desarrolló una personalidad unívoca, orgullosa de su identidad”, dijo Lozano en el sitio El sol.
Este libro se suma al volumen Los sueños de Frida, que en julio de 2021 publicó la editorial ARTIKA y que compila cerca de 100 dibujos que la artista nunca mostró públicamente; además de Frida, la monumental biografía que la académica estadounidense Hayden Herrera publicó en castellano vía Taurus en 2019.
* Tomado de La Tercera
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