El hombre joven se debe a su patria, nos enseñó Martí. Somos una juventud heredera de una larga tradición de lucha y su actitud en cada batalla librada en Cuba deviene motivación permanente para ir a las esencias que nos definen como nación.
Las mismas esencias que movieron a los jóvenes de la manigua mambisa, a Trejo, Mella, Villena y Guiteras, a la Generación del Centenario, los que combatieron en la sierra y el llano, los alfabetizadores, los de la lucha contra bandidos, los que defendieron la Patria en las arenas de Girón, los internacionalistas, los que hoy enfrentan la COVID-19. Todos señalan el camino de la libertad.
El amor a Cuba es el desafío que han asumido en momentos trascendentales de nuestra historia. Y, en estos tiempos de definiciones, si algo ha determinado a la juventud es su arraigo a una identidad que tiene en el patriotismo su condición primera, su carácter antimperialista y espíritu revolucionario contra los intentos del enemigo de socavar las bases ideológicas y culturales de la Revolución.
Comprendemos que el objetivo final y único de aquellos que se pliegan a los planes subversivos contra el país, es destruir la Revolución, acudiendo a todos los métodos posibles, en medio de las negativas influencias que representan las redes digitales cuando se emplean con la intención de confundir, manipular, tergiversar, exagerar y omitir.
Ante esa intención siniestra los jóvenes tienen un rol esencial. Entonces, cabe preguntarse ¿cuánto debemos hacer? ¿Cuánto para no perder la capacidad de creación? ¿Dónde aportar? ¿Cómo debatir y entender cada situación de estos complejos momentos? ¿Cómo contribuir con nuestra frescura, dinamismo y creación? De eso se trata cuando hablamos de Diálogo en Revolución.
Llevar nuestros argumentos, fundamentar nuestras ideas, escuchar opiniones, defender principios y valores, en los múltiples espacios que la Revolución ha generado desde sus inicios para el diálogo y el intercambio y que ha permitido hasta hoy la participación del pueblo en la toma de decisiones y en el consenso ante cada tema.
En días pasados este diario publicó el artículo La farsa de San Isidro, dejando claro que: «no son un invento en absoluto los vínculos y sintonía del denominado Movimiento San Isidro con funcionarios del Gobierno de Estados Unidos, encargados de la atención y avituallamiento de su base operacional en Cuba.
«Los atrincherados en San Isidro llegaron allí para empañar la tranquilidad de la zona con sus reiteradas provocaciones, con las indecencias que pretenden llamar arte y con sus profanaciones a uno de los símbolos más sagrados de este país: la bandera de la estrella solitaria».
Esa es la guerra cultural y simbólica, la que hemos denunciado reiteradamente durante estos años. Aunque no lograrán su objetivo, siguen diseñando y aplicando nuevas técnicas y modalidades de injerencia, intentando fracturar nuestra fortaleza, con las técnicas del golpe suave. Pero la mejor lección que recibirá la contrarrevolución, fabricada y sostenida con dólares de las agencias del Gobierno norteamericano, será el rechazo de nuestro pueblo y de quienes conocen bien los principios y el actuar de nuestro país.
Estamos seguros de que nuestra juventud, consciente de los desafíos que enfrenta, dará como siempre la batalla y vencerá. Con sujetos pagados por los enemigos históricos de la Revolución no puede existir diálogo. No tienen cabida en nuestros espacios aquellos que han hecho de la traición a la Patria un oficio bien retribuido.
Estos individuos que reciben financiamiento directo desde el exterior para elaborar sus planes, no tienen ninguna representatividad y conexión con nuestro pueblo. Su esencia es totalmente entreguista. Las fórmulas que emplean vienen de la mentira.
Nuestra Unión de Jóvenes Comunistas es reconocida en el artículo 6 de la Constitución como la organización de vanguardia de la juventud cubana y cuenta con el reconocimiento y el estímulo del Estado. Además, contribuye a la formación de las más jóvenes generaciones en los principios revolucionarios y éticos de nuestra sociedad, y promueve su participación en la edificación del socialismo.
Eso es lo que ha hecho nuestra organización desde su fundación y lo que hará en momentos como estos, pues también el artículo 4 de nuestra Carta Magna señala que «la defensa de la patria socialista es el más grande honor y el deber supremo de cada cubano. La traición a la patria es el más grave de los crímenes, quien la comete está sujeto a las más severas sanciones…».
Es preciso armarnos de argumentos para fortalecer aún más la unidad. Eso es lo primero, el compromiso adquirido con una causa y una obra perfectible, con la defensa de ideas, bajo los pivotes éticos de la verdad, el enfrentamiento al capitalismo, continuar la lucha por vencer al imperialismo y hacer de la humanidad ese lugar hermoso que merecemos.
Tenemos el deber de andar siempre vigilantes, no dejar pasar la oportunidad de vivir y soñar la Revolución, pensarla y transformarla, así como participar de su continua renovación. Hacer por Cuba hoy demanda una coherencia de pensamiento y acción, ser dignos continuadores del legado de Fidel, del ejemplo de Raúl y acompañar en esta batalla al Presidente Díaz-Canel.
Con el Socialismo consagrado en la Constitución —que apoyó la inmensa mayoría del pueblo cubano— no se juega. Los patriotas no traicionan jamás los principios de la independencia, la unidad revolucionaria y el antimperialismo. Como nos alertó el eterno Caguairán: «si los jóvenes fallan, todo fallará». Hoy ratificamos, como lo han hecho todas las generaciones de jóvenes cubanos, que no fallaremos jamás.
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