Fotos: Buby Bode
Una vez más la Compañía Rosario Cárdenas abre sus puertas a las inquietudes coreográficas de jóvenes bailarines. Muestras de ello ha sido la temporada que acaba de finalizar en la sala Tito Junco del Centro Cultural Bertolt Brecht. Dos fines de semana y cada uno con programa independiente. En el primero vimos Noctario (1994) y La Gaviota (2019) coreografías de Rosario Cardenas.
La distancia entre Noctario y La Gaviota, a partir de sus estrenos, nos permite detectar la manifestación de la “combinatoria” como recurso coreográfico compositivo que caracteriza la obra de la maestra; cuando hablamos de la combinatoria hay que decir que es una táctica de creación que por décadas Rosario Cárdenas ha ido empleando.
La “combinatoria” es parte constitutiva de una interdisciplinariedad que pareciera paradójica: matemática, filosofía, poesía, donde tenemos que estas disciplinas se hacen dóciles unas con otras; y, el conocimiento coréutico reencuentra una razón espacio temporal donde el movimiento no está primariamente en el gesto ni en la acción sino en aquello mismo de ser gesto y acción como enclave de una perspectiva teórica. La “combinatoria” como recurso puede resultar una especie de juicio coreográfico donde se piensa el movimiento en tanto es desplegable en la multiplicidad de su inteligible unidad escénica.
Junto a Noctario y La Gaviota estuvo Las siete en punto (1994) de Raúl Martín y Esto no es una danza, reposición que tuvo su estreno en 2010 y que pertenece a Libety Martínez y Dixan Garrido. En el segundo fin de semana de este diciembre la Compañía dejó toda la jornada a cargo de Libety Martínez con la obra En 0.
Dentro del paisaje de la danza actual entre nosotros debe tener una esmerada atención la labor coreográfica de las jóvenes generaciones. Nuestra dancística a la vez que carece de un desarrollo sistemático de su corpus teórico tampoco cuenta con un pujante movimiento coreográfico joven, renovador y de proyecciones fundacionales, por ello voy a referirme particularmente a las obra Esto no es una danza y En 0.
En estas obras se manifiesta una inquietud narrativa centrada en el sacudimiento de una escritura escénica que trata de conectar lo biográfico, lo social, lo cultural, lo político.
La concepción coreográfica de la Compañía Rosario Cárdenas emplea herramientas de autoconocimiento que pueden incentivar determinadas introspecciones; algunos bailarines se sienten motivados por el lenguaje coreográfico como modo de expresión creativa.
En las obras que comento se evidencia el ansia de evocación y a la vez de interpelación del espectador a través de una escritura coreográfica de intenso ejercicio interactivo aunque no resulte efectivo.
Tanto en Esto no es una danza como En 0 se indaga sobre la experiencia personal para llegar a la experiencia cultural o viceversa siempre en el marco de una novata labor coreográfica.
Actualmente en el teatro la palabra ha perdido preponderancia, aunque no ha sido desplazada del todo, es uno más de los sistemas significantes de la puesta en escena.
Hubo un tiempo en que en la danza la palabra fue baluarte constituyente de la conformación del espectáculo y junto con el movimiento formó parte de la construcción estética de la escena. Sin embargo, asignarle hoy a la palabra mecanismos posibilitadores de expresión danzaría no garantiza una materia prima para la performance correspondiente.
La función del cuerpo en la danza es axial. Como quiera que veamos la danza la visualidad del cuerpo no puede ceder espacio a la palabra.
Dentro del universo de la composición escénica en la danza el texto lingüístico no es estratégico ni por sí mismo es una estrategia dramática. No obstante la palabra en la danza puede formar parte de la convivencia de realidades escénica que ya sabemos debe ser un espacio y un tiempo para invadir al espectador mediante todos sus sentidos (Artaud).
En la danza la palabra no es un estimulante de la percepción. Si hubo un tiempo en que nos desvivimos por hacer danza teatro y tuvimos momentos de gloria, hoy la danza regresa a su medular corporalidad.
Para estimular la percepción espectatorial tiene la danza el cuerpo y ya sabemos con Merleau-Ponty que el cuerpo encarna al mundo. Y es que en el principio fue la danza.
Si quisiéramos producir un contraste dentro de las cualidades compositivas, para favorecer el estímulo de los sentidos no habrá nada mejor que la territorialidad corporal como imagen y metáfora, como elemento narrativo por su potencialidad biopsicosocial que privilegia la construcción dramatúrgica no a través del cuerpo biológico sino del cuerpo escénico.
En Esto no es una danza y En 0 la composición es inquieta, efervescente. Los intentos de distanciamientos narrativos pareciera que quieren evitar lo conformación de una historia aunque no se deja de contar.
Estas obras se erigen como una realización escénica sin totalidad; la resultante es un acto de irreverencia pero también de irresolución al pretender transgredir los límites ordinarios del arte que desde hace más de un siglo han perdido su hegemonía.
El ceremonial en estas obras impugna la lógica narrativa, trata de seguir la ruta de las vanguardias artísticas históricas de los inicios del siglo XX, tal vez de manera inconsciente, tal ha sido la fuerza de aquellas propuestas de hace más de un siglo cuando hicieron añicos la experiencia estética de entonces y aún destrozan la nuestra.
A la vez las obras prueban involucrarse en el corte performativo por un lado y por otro coquetean con la ya gastada posmodernidad –tan imperial y hasta colonial- con sus constructos de hibridaciones, mediatizaciones, simplificaciones, anulaciones y etcéteras para problematizar las relaciones con la realidad.
No quiero negar las tremendas posibilidades que tiene la performatividad como “estructura estructurante” de un discurso eminente dinámico, de un accionar que no busca la estática representación.
La performatividad privilegia la mirada corporeizada. Cada acción escénica está centrada en lo corporal más allá de los diferentes agentes no corporales que, como sistemas significantes, podrán complementar el accionar escénico.
Claro que las vanguardias históricas fueron un quiebre, cubrieron un paisaje de emociones, sentimientos, pasiones. Pero ya hoy son ajenas a nuestra realidad. Por supuesto fueron el germen para el radical e incesante cambio de modelos estéticos. Así lo advierte Lehmann en su removedor Teatro Posdramático:
El arte no se puede desarrollar sin remitirse a formas anteriores: aquello que se cuestiona es meramente el nivel, la consciencia, el carácter explícito y el modo particular de dicha referencia. No obstante, es preciso diferenciar entre el recurso a lo anterior dentro de lo nuevo y su apariencia (falsa) de validez persistente o la necesidad de normas tradicionales.
Me llama la atención que En 0 es considerada como puesta en escena según el programa de mano. Y no es muy usual cuando de una obra danzaría se trata llamarla puesta en escena. Esta particular designación denota una concepción más allá de los presupuestos de la danzalidad y preconiza una carga de teatralidad. Ciertamente En 0 se desarrolla como ejercicio teatral por la organización dramatúrgica que explaya.
Si en Esto no es una danza no queda anotado que se trata de una puesta en escena tiene esta obra las mismas pretensiones que En 0.
La fisicalidad no llega a ser el epicentro de la polifonía sígnica de la danzalidad; por otra parte, la fenomenología sígnica que define la operación escénica de la teatralidad es intermitente en tanto se apoya únicamente en la palabra.
Por supuesto, no es raro llamar a un evento escénico puesta en escena: poner en escena es encausar hacia una dirección, fabricar, conectar, hilvanar técnica y estéticamente el objeto teatral y otorgarle autonomía.
Esto no es una danza y En 0 son obra que re-presentan pese a sus osadías narrativas y discursivas; no alcanzan a presentar/se/nos.
Para sentirnos espectadores performáticos de un suceso danzario en la relocalización del movimiento, del gesto no puede prevalecer el acontecer cotidiano.
Una vez más oigamos a David Le Bretón en su Antropología del cuerpo y Modernidad:
A través de las acciones diarias del hombre el cuerpo se vuelve invisible, ritualmente borrado por la repetición incansable de las mismas situaciones, de la familiaridad de las percepciones sensoriales.
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