Luis Tomasello- Sin titulo – serigrafía.
En momentos como los que vivimos, oscilando entre el encierro y las nuevas reglas de vida que esta pandemia mundial ha impuesto, volver la mirada hacia el arte que nos habla de los espacios de soledad, autosuficientes y, en apariencia, libre de conflictos, es si bien una manera de canalizar disquisiciones existencialistas, profundamente humanas. ¿Cuánto más cerca de uno se está si no es cuando estamos solos? Y siguiendo esta idea, ¿podríamos hallar puntos de contacto en la propuesta de artistas distantes en el tiempo como el argentino Luis Tomasello y la cubana Linet Sánchez? Quizás a simple vista emerja la manera en cómo asumen lo espacial (real o imaginario, alusivo o intervenido) como objeto para hablar de lo que nos rodea. Cada uno, desde su sensibilidad, logró captar y “traducir” esencias, tensiones ocultas, orden, simetría y belleza.
Pocos días antes que la pandemia azotara a nuestra Isla, Linet Sánchez inauguró su muestra 00:00:00 en la Fototeca de Cuba, y si bien me fue imposible visitarla, accedí a sus imágenes por la web, como ya va siendo habitual. La obra de esta fotógrafa ha ido cimentándose de manera sostenida en una búsqueda personal en los entresijos de espacios anodinos o no (reconstruidos por ella en maquetas/miniaturas que luego fotografía y a veces también expone), con una (a)temporalidad propias. Siempre me ha llamado la atención que sea la fotografía el resultado último de esta “puesta en escena” y no la animación o el enviroment. La manera de enunciar de la práctica fotográfica sirve a la artista para mostrar un “estado de cosas”, bien definido en su pulcritud y contención, aunque sabemos que las imágenes son leídas por muchos ojos y sentidas individualmente, así lo que para unos podría ser ascetismo o distanciamiento, para otros es tensión, punto previo o final de una acción transitoria, la suspensión de la luz. Qué fue si no la fotografía desde sus inicios: luz impresa en disímiles soportes. Luz que modela los espacios y nuestra relación con ellos, así como el paso del tiempo.
Linet Sanchez – Sin titulo – diptico1- de la serie 00 00 00.
Para el arte óptico y cinético del siglo XX, igualmente la luz fue guía y fin, tanto como ese responsive eye[1] que el artista buscaba (y encontró) en el espectador, como participante activo. Es pues la luz la que permite acercarnos a ambos artistas y a esos espacios fascinantes (recreados, imaginados), prolijos: expresión de un ideal de orden y concierto visual. Si Tomasello fue del plano (obra gráfica y pictórica) al volumen (relieves en madera) y el espacio público en su intervención de fachadas de edificios y proyectos arquitectónicos, Linet fue de las maquetas en miniatura al plano fotográfico, con la luz como coartada. Así, tanto las atmósferas cromoplásticas de Tomasello como las imágenes de Linet parecen ubicarse a ambos lados de un eje creativo que transita del volumen al plano, a la luz, y viceversa, corporeizando el espacio, a veces con color como en las piezas del argentino.
La Casa de las Américas posee en su colección una importante representación de la corriente óptico-cinética de la región, exhibida en 2009 como parte de su Año Cinético. En ese momento, su Galería Latinoamericana acogió la muestra personal Luis Tomasello: la sustancialidad intrínseca de la luz, en la cual se incluían piezas pertenecientes a la Casa donadas por el artista en los ochenta (dos libros-objeto, una serigrafía y un relieve) y dos atmósferas cromoplásticas donadas en 2008, así como una pieza de la colección del Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam. Estas atmósferas… vistas desde arriba semejan maquetas de edificaciones o proyectos monumentales donde el color reflejado pudiera aludir a una presencia, una huella (¿humana? ¿perceptible al ojo humano?), al dinamismo de la luz que circula variable, refractario, según toca cada superficie, volumen o ángulo. De Tomasello diría Cortázar: “Este alquimista no ha buscado congelar la luz en materia preciosa, sino precisamente lo contrario: un objeto sólido e inmóvil se dilata en luz y color; tiembla en el espacio, late con el mismo corazón del que lo está mirando”.[2] Y si bien en su obra hay cierta austeridad cromática, y un fuerte equilibrio composicional que le viene de una inicial influencia neoplasticista (Mondrian sobre todo), sus atmósferas…, las “incandescencias coloreadas de sus relieves”, delinean con sutileza un estudio cromático francamente atrayente y difícil de igualar. Hay tal serenidad en sus piezas que el movimiento, aún en la reiteración de elementos, termina siendo tenue, casi imperceptible, en comparación con otros de sus contemporáneos.
Luis Tomasello – Atmosphere Chromoplastique I – relieve de madera.
Por su parte, la obra de Linet Sánchez también participa de un gusto por el detalle y la limpieza de ejecución que ha redundado en una composición cuidada, podría pensarse que efectista si no fuera porque alcanza el límite justo. Muchas de sus fotografías dan una sensación expansiva aún en imágenes de espacios “íntimos”, como si no acabaran ahí en el marco o crop final que vemos. El espacio (re)presentado es prístino, calmo, casi urgiéndonos a sumergirnos alucinados, a variar su “estado”. No importa ya si reproduce una realidad o no, la imagen es (auto)suficiente. Y la luz en ella guía nuestros ojos a través del espacio, con sus sombras también. Ya sean puertas replicadas abiertas o clausuradas; un muro ciego con azulejos, tubería y ventana en lo alto; infinidad de escaleras por las que subir (o bajar); un teatro visto ya desde el escenario o desde su lunetario, el objetivo somos nosotros, los que “miramos”, quienes podemos llenar esos vacíos, esos no-lugares de la memoria o el futuro, cuestionarlos con lo que proyectamos o no en él. Como un espejo.
Linet Sanchez – Sin titulo (puerta).
Así, en esos espacios reflejados, donde no estamos (ni tú ni yo, aunque tal vez sí de alguna forma)… la luz intrínseca de las piezas de Tomasello como las de Linet, deviene sustancia perfecta para elucubrar sobre el ser y el estar: la transitoriedad de nuestra existencia, los vacíos, las trazas… aquí o en cualquier parte. Hoy, y para siempre.
[1] La muestra colectiva The Responsive Eye realizada en 1965 por el MoMA (Nueva York) fue un intento por nuclear lo más representativo del arte abstracto-cinético a nivel internacional y propició el reconocimiento del arte óptico-cinético y el papel del “ojo sensible” del espectador como co-creador en esta corriente artística.
[2] Tomasello realizaría dos libros-objetos junto a Julio Cortázar, Negro el 10 (presente en la colección de Casa, de donde fueron tomadas las palabras citadas) y Un elogio del tres.
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