Si en Cuba existiera un Premio Nacional del Audiovisual, un buen candidato sería Daniel Diez Castrillo: sonidista y musicalizador del equipo de Santiago Álvarez durante quince años en el Noticiero ICAIC Latinoamericano y en decenas de documentales de varios realizadores, licenciado en Periodismo, máster en Realización Audiovisual, director de cine con documentales premiados nacional e internacionalmente, director de programas de televisión, fundador de la Televisión Serrana, fundador de CHTV (hoy Canal Habana), vicepresidente del ICRT, asesor y profesor de Cine en el Movimiento Indígena Latinoamericano, profesor asistente de la FAMCA (Universidad de las Artes), de la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV), de San Antonio de los Baños, y de Periodismo en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana; ganador de la distinción Félix Elmuza de la Unión de Periodistas de Cuba, el premio Espacio por la obra de la vida de la Asociación Cubana de Comunicadores Sociales, el Premio Nacional de Televisión, la Distinción por la Cultura Nacional del Ministerio de Cultura, la Orden Juan Marinello del Consejo de Estado, y mucho más.
Con este currículo impresionante, llegó Daniel Diez a sus 75 años. Ni la experiencia, ni la edad, han borrado su carácter jovial, campechano, con una sonrisa permanente que abre camino al diálogo.
¿Cómo un muchacho, estudiante de la enseñanza técnica en los años sesenta y sin vinculación con el cine, llega al ICAIC, y cómo forma parte poco tiempo después de uno de los más poderosos equipos creativos del cine cubano, que es el Noticiero ICAIC, bajo la dirección de Santiago Álvarez?
En 1967 estaba estudiando Electrónica en la beca del Instituto Osvaldo Herrera. Ya sabes, disciplina rigurosa, pases cada quince días, uniforme, pelado casi a rape y sin una idea clara de lo que sería en el futuro. Un día llegan unas personas del ICAIC preguntando quiénes estaban interesados en estudiar grabación de sonido cinematográfico. Sin pensarlo dos veces, me apunto. Tiempo después, sin haber tenido noticias del ICAIC, estábamos en la escuela al campo, cortando caña en Piedrecitas, Camagüey, cuando llegan los compañeros del Instituto a buscar a los seleccionados. Mi nombre estaba en la lista. ¿Te imaginas, de estudiante becado, machetero de la zafra en ese momento, pasar a estudiante de sonido en el célebre ICAIC, alojado sin restricciones en una casa en 19 y 6, en El Vedado?
Daniel Diez Castrillo
¿Y cuál era tu relación con el cine?
A mí me gustaba el cine. En la escuela teníamos una sala de proyecciones donde veíamos las mismas películas que se estrenaban en los cines y los Noticieros ICAIC. Muchas veces me ofrecí para ayudar al proyeccionista con los rollos de las películas, y así aprendí a proyectar.
Recuerdo el día que llegó un Noticiero que se hizo famoso, porque incluía imágenes y música de Los Beatles, con un montaje paralelo con planos de unos monos. Los muchachos comenzaron a bailar en la sala y yo aproveché que estaba solo en la cabina y proyecté el Noticiero tres veces. Como en aquella época la música de Los Beatles estaba casi prohibida, por poco me botan de la escuela. Apareció lo que, a lo largo de mi vida, le he llamado la Comisión Nacional de Obstáculos. Me salvé diciendo que Los Beatles eran como los monos…
Ahora, fíjate en el contraste: al llegar al ICAIC descubro que no solo se oía a Los Beatles, sino que se estudiaba su obra, su sonoridad. Los Beatles y la música de esos años. Era la época del Grupo de Experimentación Sonora.
Por cierto, cuando entro a trabajar en el Noticiero, pregunto por el de Los Beatles y me cuentan que cuando comenzaron a recibir inquietudes, también respondieron que la idea era decir que Los Beatles eran unos monos. Lo mismo que dije yo.
¿Y quiénes vinieron contigo del Instituto de Electrónica?
No exagero si te digo que con nosotros llegó una parte del futuro del Departamento de Sonido: Jerónimo Labrada, Juan Demóstenes, Raúl Jaime Corrales, José León, los jimaguas Mayito y Enriquito, Leonardo Sorrel. Y que no eran del Instituto, Héctor Cabrera y José Borras.
¿Qué pasa cuando llegan al ICAIC?
Entramos en la Escuela del ICAIC, que tenía a Moreda como director. Los profesores eran especialistas del ICAIC, un técnico de la Escuela de Cine de Checoslovaquia y un francés que impartió clases de grabación de exteriores. Y el adiestramiento técnico no solo era en sonido. Una francesa nos enseñaba francés y teníamos clases de apreciación cinematográfica con Mario Rodríguez Alemán.
Además, la entrada de nuestro grupo como sonidistas coincidió con la llegada de la NAGRA, equipo que revolucionó la grabación en exteriores, con un gran paso técnico en el sonido.
Alguien contó que además de técnico de sonido, también trabajaste como actor.
Mientras estudiaba sonido formé parte del Grupo Experimental de Teatro del ICAIC, dirigido por Enrique Pineda Barnet, y que estaba integrado por trabajadores como Baby Díaz (script), Yolanda Benet (script, que era la famosa Yolanda de la canción de Pablo), Fajardo (de cámara), Lidia Herrero (productora), Isolda Tica Machín (productora), Gladys Cambre (editora) y Guillermo Centeno (camarógrafo). Enriquito nos vinculó con la obra de dramaturgos como Bertolt Brecht, Stanislavski y Grotowski, una experiencia que te aseguro que fue decisiva en mi formación dentro del mundo de la creación artística.
Trabajé como actor en la película de Enrique Pineda Juventud, rebeldía y revolución, en la que actuaron todos los del grupo de teatro, y también en el filme Los días del agua, de Manuel Octavio Gómez, donde incorporo un personaje que tiene un texto pequeño, pero que da un punto de giro a la historia de Antoñica Izquierdo.
¿Cómo era el ICAIC de esa época?
En el ICAIC se vivía el cine con absoluta intensidad. En las salas de proyección, los creadores (directores, camarógrafos, sonidistas, editores, productores) analizaban juntos películas realizadas por cubanos y extranjeros, lo que permitía un ambiente de libertad de opinión muy importante. En el ICAIC se podía escuchar música extranjera cantada en inglés, y quien deseara podía dejarse el bigote, el pelo largo, la barba, usar sandalias, y las muchachas usar minifalda, no usar sostenes, en fin, no había ese tipo de trabas que en esa época existían en algunos centros de trabajo del país.
Toda esa experiencia y ese ambiente influyeron en que me acercara cada vez más a la creación artística, y que años después, trabajando en el Noticiero ICAIC como sonidista, decidiera no estudiar una carrera técnica, sino Periodismo. Puedo decir que me alegro de haber tomado esa decisión, pues para mí el periodismo es la profesión más hermosa que existe, y que además te enseña la base para la realización de un documental: la investigación.
J. Urra, Raúl Pérez Ureta, Isolda Machín (Tica), Iván Nápoles, Diosdado Yanes, Daniel Diez y Arturo Agramonte
¿Cuándo conociste a Santiago?
De inmediato, porque yo trabajaba como técnico de sonido en el estudio del noveno piso del ICAIC, donde se realizaba la grabación del locutor y la mezcla de la banda sonora del Noticiero.
¿Cómo entras al Noticiero?
Un día llegaron del Noticiero buscando un sonidista para grabar una noticia urgente, y como no aparecía nadie, me propuse y me fui con el equipo de filmación. Les gustó tanto mi trabajo que me seleccionaron como sonidista fijo del Noticiero, donde estuve durante quince años.
¿Eras solo grabador o también trabajabas en el estudio de sonido?
Realizaba las grabaciones en exteriores, las mezclas de las bandas sonoras en el estudio, grababa a los locutores, realizaba los doblajes y todo lo que estuviera relacionado con el sonido.
Y también trabajaste con el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC.
Estando en el Noticiero me vinculo al Grupo de Experimentación por Jerónimo Labrada y por la que era mi esposa en esa etapa, Lidia Herrero, que era la productora del Grupo. Comencé a trabajar como técnico de sonido junto a Jerónimo, que hacía las grabaciones. Fueron noches y madrugadas inolvidables de pura creación.
Había mucha relación entre el Noticiero y el Grupo. El ICAIC era uno solo. Y Santiago ya había filmado con Silvio, Pablo, Noel y con todo el Grupo.
Siempre se ha dicho que el Noticiero ICAIC fue una escuela. De hecho, los que pasaron por esa experiencia se convirtieron en sobresalientes profesionales de varias especialidades. ¿Qué pasaba en el Noticiero que contribuía al desarrollo profesional de su equipo?
Santiago era muy exigente y nos enseñaba con su ejemplo, con su instinto de periodista y con su compromiso con todo lo que hacía. Primero que todo, te obligaba a tener una mirada profunda ante la realidad, a comprender bien lo que estaba ante la cámara y el micrófono. Todos estábamos conscientes de hasta dónde había que buscar en un lugar o en un personaje. El camarógrafo y el sonidista debían funcionar como uno solo.
En la edición, Santiago no tenía una fórmula fija; de nuevo el instinto, la intuición, el saber qué era lo más importante que se debía contar para que la historia fluyera y mantuviera al espectador pendiente de lo que sucedía. No era contar mucho: fue el maestro de la sintaxis y del uso de símbolos, metáforas o textos para informar y hacer sentir, pues para él «había que llegar a la razón a través de la emoción». Así, con esas enseñanzas, con ese ejemplo, fue creando el equipo de filmación del Noticiero ICAIC.
¿Con cuáles realizadores del Noticiero trabajaste?
Trabajé con Miguel Torres, Rolando Díaz, Daniel Díaz Torres, Fernando Pérez, Pastor Vega y Melchor Casal, aunque por el Noticiero pasaron otros realizadores. Además, varios directores, como Sergio Giral, Idelfonso Ramos, Oscar Valdés, Lázaro Buría, Santiago Villafuerte, Fernando Pérez, Daniel Díaz Torres, Miguel Torres, Rolando Díaz, me solicitaron para trabajar en sus documentales.
¿Te confundían con Daniel Díaz Torres por el parecido de nombres?
Sí, a cada rato. Algunos me escribían a mí pensado que era él, y él recibía invitaciones que eran para mí. Nos reíamos mucho cuando eso sucedía. Danielito tenía un gran sentido del humor.
¿Quién eran los maestros del sonido en esa época?
Por supuesto, el ingeniero Eugenio Vesa, quien dirigía el Departamento de Sonido; Arturo, que era ingeniero y grabador de estudio; los sonidistas en exteriores y mezcla Germinal Hernández, Raúl García y Ricardo Iztueta. En la técnica estaba Angelito, jefe de Mantenimiento, y en los archivos, José Galiño.
¿Trabajabas en todas las ediciones del Noticiero o se repartían el trabajo entre varios?
Trabajaba en todas las ediciones, tanto en los exteriores como en el estudio. Un tiempo después era el musicalizador del Noticiero y también fui reportero en algunas filmaciones. Cuando realizaba filmaciones fuera del país o de La Habana, alguien me sustituía.
¿Con cuál camarógrafo te sentiste mejor?
Con todos. Con Iván Nápoles, Roberto Fernández, Dervis Pastor, Rodolfito, Oriol, Luis Costales, Enrique Cárdenas, Raúl Pérez Ureta, Arturo Agramonte. En realidad, éramos todos un gran equipo, pero con el que más trabajé fue con Iván.
Hacer cine es una fuente permanente de experiencias, y por la intensidad del trabajo del Noticiero, la vida de ustedes tuvo una extraordinaria riqueza. ¿Qué anécdotas singulares recuerdas?
Son muchas las historias. El Noticiero recorrió Cuba y el mundo: muchas veces Vietnam durante la guerra, África, América Latina; varias veces acompañando a Fidel Castro durante sus viajes. Recuerdo el viaje a Chile, que duró tres semanas, con el recorrido de Fidel y Allende por todo el país durante el gobierno de la Unidad Popular, con encuentros en fábricas, en minas de carbón, en universidades. Fue un viaje hermoso y maravilloso, filmar a Fidel y a Allende con los obreros, los estudiantes, pero muy tenso para nosotros… todo muy rápido, sin tiempo para prepararnos para las filmaciones, cambiando los magazines de 35 mm a pleno sol, con un saco para guardar los rollos, entrar las manos y adentro sacar lo filmado y montar una nueva película, con todos los rollos vírgenes y filmados en un cofre de metal enorme, que había que cargar al avión o al transporte que fuese: era agotador, pero había que filmar todo y grabar todo el sonido, con las voces, el ambiente, la música. Éramos conscientes de que vivíamos un momento histórico. La grabación del acto final, en el que Allende dice que su decisión es que solo acribillándolo a balazos lo harán desistir de hacer cumplir la voluntad del pueblo chileno, lo tengo como una de mis más bellas e importantes grabaciones.
Trabajando con Santiago Álvarez en Argelia.
El Noticiero ICAIC siempre acompañaba a Fidel en sus viajes.
Fueron varios los viajes de Fidel en los que lo acompañamos en el mismo avión como miembros de la delegación de periodistas. Era increíble, emocionante y reconfortante. Recuerdo la alegría cuando regresábamos de esos viajes; entrabamos al espacio aéreo de Cuba y llegaban de escolta los aviones nuestros. Era una euforia por haber cumplido una misión junto a Fidel, y también lo veíamos a él como sonreía de felicidad por llegar a la patria.
¿Y sobre la experiencia de Vietnam?
Muy impresionante todo. Ahora me viene a la memoria una anécdota. En medio de la guerra, estábamos filmando cómo los vietnamitas preparaban la voladura de un puente para cortar la entrada del enemigo. Nos acompañaba Marta Rojas, que siempre seguía nuestros pasos. Santiago nos pide a Iván y a mí que nos acerquemos al puente para lograr un buen encuadre… Nos acercamos, pero Santiago nos propone avanzar unos metros más. De pronto, se escucha una explosión y el cielo se llena de piedras. Corrimos y corrimos hasta que Marta Rojas se tira al suelo, yo me lanzo sobre ella para taparla, un combatiente vietnamita se tira sobre mí y se protege con un saco encima. Por suerte, no salimos heridos, solo una manga de la camisa se rompió con una piedra. Nos levantamos, y cuando nos sacudíamos el polvo, con un gesto le pregunto al vietnamita qué había en el saco. El hombre lo abre y me muestra: granadas…
El Noticiero también estuvo en Kampuchea.
Te hago otra anécdota. En 1979, poco después de la entrada de los vietnamitas a Kampuchea, el Noticiero viaja a ese país, herido por los años de gobierno de Pol Pot. Algo muy impresionante. Recuerdo los cementerios de autos, cocinas, televisores, refrigeradores, radios, lavadoras, o sea, todo lo que era expresión de la civilización moderna y que había sido destruido. Estuvimos dos días y después salimos de regreso a Vietnam del Sur a través del río Mekong. Estábamos muy cansados, tensos, impactados por la realidad que vivimos. Por el camino no había nada para comer y en algún lugar apareció un melón. Era un 15 de abril, día de mi cumpleaños. Por ese mecanismo nuestro que hace que en medio de una catástrofe salga una broma, se me ocurre decir que estábamos celebrando mi cumpleaños «comiendo un melón, cruzando el Mekong». Todos reímos y nos relajamos.
No has hablado sobre Cuba…
Conocí muy bien Cuba, porque con el Noticiero íbamos a todas las filmaciones, en cualquier parte del país, con nuestro propio transporte. Solo viajábamos en avión cuando la noticia no se podía cubrir con un viaje por carretera. La idea de Santiago era que viajando por carretera podíamos ver si sucedía algo que se pudiera filmar. Siempre pensando como un periodista que todo lo mira buscando información para contar.
¿A qué grandes personalidades del mundo conociste y les grabaste su voz?
Imagínate, a todos los que eran presidentes o dirigentes de los países visitados por Fidel. Recuerdo a Sékou Touré, Samora Moisés Machel, Agostinho Neto, Houari Bumedián, Luís Cabral, Salvador Allende, Omar Torrijos, Leonid Brézhnev. Además, a grandes personalidades de la política, el arte y la cultura, cubanos y extranjeros. Recuerdo ahora la entrevista a Raúl Roa. Me viene a la memoria cuando fuimos a filmar la victoria del pueblo nicaragüense en 1979, con Fernando Pérez, solo quince días después del triunfo, con las grabaciones a los comandantes guerrilleros.
Con esa vida apasionante desde el punto de vista profesional y personal, ¿cómo explicas tu salida del Noticiero, del ICAIC y tu salto al ICRT?
Desde 1979 tenía un vínculo de colaboración con la televisión y realizaba algunos reportajes en el ICRT. En un momento, la dirección del Partido me propone pasar definitivamente al ICRT para trabajar en un nuevo programa que resultó ser la «Revista de la mañana», donde entro fijo en 1981, como jefe de Información Nacional. Esto, sin desvincularme del ICAIC, donde seguía como sonidista y periodista. Realmente fue una etapa muy rica, pero muy agotadora.
(Primera de dos partes)
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