El 18 de enero de 2025 quedará marcado por la desaparición física de Mario Limonta, uno de los actores más queridos por el público cubano, debido a su amplia y laureada trayectoria en la radio, la televisión, el teatro y el cine.
Si bien los personajes del “sargento Arencibia” y “Sandalio, el bolao”, en los estelares espacios televisivos y radiales, respectivamente, San Nicolás del Peladero y Alegrías de sobremesa lo hicieron trascender entre tantas generaciones, lo cierto es que Mario Limonta, por demás, Premio Nacional del Humor en 2016, fue mucho más que un agradable rostro que condujo a la risa. Su versatilidad fue probaba y filmes como De cierta manera, El Brigadista, Retrato de Teresa, Barrio Cuba y Miel para Oshún, por solo citar algunos, develó su capacidad de desdoblarse en favor de una buena idea.
Este orgullosamente guantanamero, de buen conversar, gozoso de ir en busca de la anécdota curiosa tras cualquier hecho, amante de la poesía y la declamación, así como velador constante de la familia, encontró en la actuación el verdadero sentido de la realización humana, en detrimento de los planes iniciales de su familia. Destinado a ser abogado, solo el primer año en la Universidad de La Habana contó con su presencia, su debut en la Corte Suprema del Arte, donde alcanzó la condición de Estrella Naciente, lo condujo con éxito por los continuos vericuetos de ser uno y otros muchos Marios, Luis o Ernesto...
Junto a su esposa, la entrañable Aurora Basnuevo, constituyó ese núcleo a veces tan difícil de hallar: la convergencia entre lo personal y lo profesional. Verles juntos era la mayor muestra de fe y confianza en que el amor puede sortear todos los obstáculos, aún hasta los más difíciles en el orden familiar.
En una de las tantas entrevistas que ofreció al espacio Al Mediodía declaraba que “estudiar continuamente era la única manera de mantener el cerebro y el corazón en forma”.
Ahora parece ser que este último le “jugó esa mala pasada” de los ignorantes, sin imaginar que aún deteniéndose no podría borrar la impronta de Mario en el imaginario popular cubano y un poco más allá de la Isla.
Sean estas líneas una protocolar despedida porque, sencillamente, Mario Limonta - quien entre sus premios ostentaba también la Distinción por la Cultura Nacional, el Premio Nacional de la Televisión (2009) y la Gitana Tropical (2012), entre otros-, es de los seres que nunca se marchan del todo. Tras sus dicharachos, la particular cadencia al hacer hablar a determinados personajes y de sonreír ante la vida y de fortalecerse ante la desdicha, se convierte en ese ejemplo de artista por los que esta Isla se enorgullece; razón por la cual ante el dolor y, siempre entre aplausos, le asegura un hasta siempre.
Deje un comentario